El barrio de Molenbeek de Bruselas se fusiona con el arte

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Cuando Raphaël Cruyt se propuso acercar el MIMA Museum a la poliédrica juventud de Molenbeek, probó de todo. Dio charlas en los colegios, organizó visitas guiadas a la colección e, incluso, relajó los precios de su cafetería. Y nada de eso funcionó. Justo cuando el cofundador de esta institución iba a tirar la toalla, dio con la BBA —la Brussels Boxing Academy—, un gimnasio en el que convivían adolescentes musulmanes al borde de la radicalización, independentistas flamencos y otros muchachos al límite de la exclusión social. Pero ¿cómo unir arte y knockouts? Cruyt lo tuvo claro: abriendo las puertas del MIMA para que su pequeño restaurante se convirtiera en el bar donde reunirse después de los entrenamientos y las veladas.

Molenbeek
Performance de apertura del Centro Kanal.
Foto: Kanal

Sentado en la recepción de este museo tan particular, Cruyt atiende aliviado a ROOM Go! . El propietario de la galería Alice (Bruselas) ya puede presumir de haber domesticado todos los lenguajes urbanos, contestatarios, callejeros y disruptivos que pasaban por su coqueta sala de exposiciones creando un sitio dedicado al arte iconoclasta. Su propuesta artística sedujo a los dueños de la vieja fábrica Belle-Vue, quienes decidieron transformar la maraña de ladrillos, chimeneas y callejones en el epicentro de un nuevo Molenbeek. Y así nació en 2016 MIMA —Museo del Milenio y del Arte Iconoclasta en sus siglas en inglés—, un espacio donde se mezclan las ilustraciones eminentemente instagrameras de Joan Cornellà, las esculturas pop art irónicas de PARRA o los retratos grafiteros de KATSU. Las amplias estancias que heredó de su antiguo uso hacen que este edificio sea perfecto para todo tipo de exhibiciones y performances; y sumerge al visitante en proyectos bidireccionales donde se abren puertas, se resuelven enigmas y se disfruta de las obras en una tridimensionalidad muy interesante. Su inauguración fue un hito inesperado en la capital. De repente, Molenbeek pasó de ser una medina de viviendas descuidadas al lugar donde se encontraba la gran apertura cultural de la ciudad. Y todo ello a 20 minutos andando de la Grand Place, en una zona industrial que a finales del siglo XIX se ganó el apodo de la Mánchester belga, un estigma hasta hace poco grabado en la piel.

Molenbeek
Exposiciones en el MIMA Museum.
Foto: MIMA Museum
Exterior del MIMA Museum.
Foto: MIMA

Exterior del MIMA Museum.
Foto: MIMA

Cruyt recurre a la historia del club de boxeo para ejemplificar lo complejo que es comprender y definir Molenbeek. “El barrio no ha cambiado”, asegura a ROOM Go!, “no se puede cambiar lo que ha pasado durante todo un siglo”. Y, sin embargo, apunta un dato para tratar de entender el futuro: “Aquí los precios no crecen y un tercio de la población tiene menos de 25 años. Además, se está pacificando gracias a una educación mejor y a las nuevas oportunidades”. En este horizonte, el arte promete ser un agente indispensable.

Molenbeek
Entrada a Molenbeek desde el Chausée de Gand.
Foto: Alexandre Dulaunoy

Y, más allá de los límites de la vieja Belle-Vue, empieza a desplegarse silenciosa e inexorablemente. Los grandes murales de los hangares abandonados y las viejas casas sirven ahora como lienzos para los jóvenes artistas que buscan emular a Bonom, el grafitero por excelencia a este lado del canal de Bruselas. Sus pintadas —realistas a la par que inquietantes— retratan desde masturbaciones femeninas hasta criaturas híbridas. Al tiempo que estas creaciones inundan paredes y conversaciones, han surgido otros creadores que tienen dos epicentros: el conocido como Kosmopolite Art Tour —ubicado en los muros de las principales esclusas— y el Allée Du Kaai, una suerte de centro cultural urbano autogestionado cuya decoración está monopolizada por el spray. Además de sus coloridas postales, lo que fascina de este batiburrillo es que está justo delante de Tour & Taxis, el magnífico edificio que ahora acoge las ferias artísticas más importantes de la ciudad.

Molenbeek
Vecinos manifestándose contra el Kanal en un acto de promoción.
Foto: Visit Brussels

Lejos de la intemperie, Molenbeek empieza a encontrarle soluciones a esta nueva generación. Por un lado, están los espacios nacidos de la inquietud de nombres como de LaVallée, Vaartkapoen y Última Vez. En sus paredes cuelgan exposiciones aleatorias, interesantes y, sobre todo, esperanzadoras. Por otro lado, en las nuevas zonas drenadas se está experimentando con proyectos como Parkfarm: una granja comunitaria cuyo invernadero reluce entre los escombros que aún quedan en el torrente sobre el que se asienta. Otro ejemplo son las residencias familiares de L’Espoir, construidas bajo dos premisas: reducir la huella de carbono e impulsar la convivencia vecinal como si de pequeñas comunas se tratasen. No obstante, el espaldarazo definitivo a todo este barrio industrial está aún en desarrollo. Justo cuando los ecos fabriles se empiezan a confundir con el vaivén sofisticado de la urbe, aparece Kanal. Este obsoleto concesionario de coches Citröen lleva un par de años siendo la sede de exhibiciones, bailes, performances y ferias alternativas con el arte por bandera. El pasado 30 de junio cerró sus puertas con un nuevo propósito: renacer en 2021 como el que promete ser el nuevo icono de la ciudad, el Kanal-Pompidou. Pero no pretende ser una sucursal más del referente galo de la contemporaneidad, sino importar su capacidad de abrazar todo tipo de lenguajes y convocar a viajeros y vecinos. Molenbeek nunca volverá a ser lo mismo.

Exposiciones en el MIMA Museum.
Foto: MIMA Museum
Exposiciones en el MIMA Museum.
Foto: MIMA Museum
Exposiciones en el MIMA Museum.
Foto: MIMA Museum

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