Porcelanosa reconoce con sus galardones a los estudios más relevantes y da visibilidad a los mejores proyectos no ejecutados
Trabajar comunicando los valores culturales que nos hacen vislumbrar un futuro mejor es una tarea que requiere inquietud, perspectiva y tenacidad. Un año más, encontramos en los Premios Porcelanosa inspiración y originalidad al servicio de una sociedad diversa, apasionada y exigente.
En 2007 no sabíamos que una de las mayores crisis económicas mundiales iba a arrasarlo todo a su paso. Aunque en España ya veíamos explotar la burbuja inmobiliaria: como en una nítida imagen en slow-motion, la aguja había perforado la superficie, aunque todavía la mitad de la película envolvía la pompa de jabón. Era evidente que había perdido la tensión que mantenía todo unido, y nos esperábamos lo peor. Precisamente por eso, podía parecer delirante que Porcelanosa decidiese crear en ese momento unos premios de arquitectura e interiorismo.
Sin embargo, durante esos puntos de inflexión, son necesarios instrumentos que tomen el pulso al diseño. Que reconozcan la calidad, y que promuevan y desarrollen estas disciplinas como una herramienta cargada de valores medioambientales, técnicos y emocionales. A lo largo de estos once años, Porcelanosa ha conseguido todo esto, además de fomentar la actividad creadora. En este sentido, es remarcable que dentro de sus Premios, en la categoría de Proyectos de Futuro, se apueste por obras no construidas de estudiantes y profesionales. Este criterio constata algo que la historia nos ha corroborado infinidad de veces: el talento no siempre encuentra las vías necesarias para convertirse en una realidad tangible. Por eso, Porcelanosa siempre ha ofrecido a estos diseños una plataforma de visibilidad que, si no, raramente conseguirían. En este artículo nos vamos a centrar en las propuestas ejecutadas. Una radiografía del estado actual de estas materias a través de un recorrido por los finalistas en la edición 2018.
Donald Judd en Valdebebas
El ganador en la categoría de Proyectos Realizados recae este año en un edificio ubicado en el madrileño barrio de Valdebebas. Las Terrazas del Lago, de Morph Estudio, se aleja de las construcciones anónimas de periferia gracias a una imponente fachada en la que resuenan ecos tanto de las esculturas minimalistas de Donald Judd, como del expresionismo de Erich Mendelsohn. Con sus bandas ondulantes y su perfil curvo y escalonado, evoca la imagen de las grandes embarcaciones que Madrid no puede tener, y nos invita a soñar con un paraíso a nuestro alcance. Su elegante construcción a base de paneles de Krion® y Ston-ker® con anclaje oculto es una de sus señas de identidad.
Muchos de los finalistas se sirven de las posibilidades que ofrecen otros productos de la firma castellonense. Por ejemplo, la TR House, de PMMT Arquitectos, emplea un innovador tejido cerámico para crear una segunda piel. Ligera, permeable y cargada de personalidad envuelve exterior y cubierta, creando un filtro que tamiza el contacto con el entorno. Todo un sofisticado ejercicio de abstracción que genera infinitos juegos de luces y sombras.
En el caso de la Vidal Sassoon Academy, de Kplusk Architecture, la envolvente se pliega levemente, como un origami a punto de consumarse. Se presenta liviana pero resistente, rodeada de paneles de Krion®. Gracias a su mezcla de minerales y resinas, este material aporta una imagen fresca con todas las ventajas de durabilidad, mantenimiento y resistencia. Otro ejemplo de cómo la vanguardia técnica se pone al servicio de las ideas más creativas.
Algo que también ocurre en las oficinas de la sede internacional de Sanlucar Fruit. En ellas, una fachada de grandes lamas verticales protege los interiores, abiertos y luminosos. Bañados por una difusa luz cenital que desciende a lo largo de unos muros vegetales, estos espacios se corresponden perfectamente con los valores corporativos de la empresa: eficiencia y cuidado del hábitat. Un concepto que confirma que los lugares de trabajo del futuro se entrelazarán con todo tipo de elementos naturales para crear ambientes que estimulen la creatividad y la eficacia.
El peso del currículum
La XI edición de los Premios Porcelanosa cuenta con el reconocimiento a la carrera de tres oficinas de prestigio. Por su contribución al desarrollo de la arquitectura española en todo el mundo, esta distinción ha recaído en los madrileños Fenwick Iribarren Architects. Su arco profesional comienza en los años 90 y tiene uno de sus mayores hitos con el Estadio del Espanyol F.C. Dentro de poco pondrán en marcha Caleido, la quinta torre del Madrid Business Area, un rascacielos que completará el skyline madrileño con su perfil esbelto y elegante.
Por su aportación a la arquitectura, también ha sido reconocido Conran & Partners, un equipo que siempre ha defendido su trabajo como una herramienta para mejorar la calidad de vida de las personas. El estudio británico ha demostrado a través de su amplio currículum que el diseño de última generación no tiene por qué ser frío, sino que puede ser acogedor, cercano y atemporal.
Una de las agencias más atípicas del panorama español es la galardonada por su trayectoria nacional e internacional. Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta son el alma de RCR Arquitectes. Desde su Olot natal han conseguido un impacto internacional reconocido con el Pritzker el año pasado. Sus proyectos -de marcado lenguaje contemporáneo- nos devuelven a una tradición constructiva donde el trabajo artesanal toma especial relevancia. Crean edificios-manifiesto y atmósferas envolventes, con unos sensibles acabados que piden ser recorridos con las yemas de los dedos.
Nombres de calado internacional han configurado el jurado de los Premios Porcelanosa desde su origen. El indudable olfato de profesionales como Daniel Libeskind, Teresa Sapey o Benedetta Tagliabue ha sabido detectar las creaciones que iban a abrir los caminos para los que vendrán después. Si queremos ser los primeros en descubrir estas nuevas sendas, nada como un paseo por la selección que hacen para nosotros cada año. Alguien en principio alejado de estos ámbitos como lo fue George Washington reflexionaba sobre los galardones y la banalidad del aspecto: “No hay atajos para alcanzar el éxito; la vida requiere una preparación minuciosa, el barniz (o la apariencia) no vale nada”. Elevar a categoría de triunfo el esmerado trabajo de profesionales que piensan mucho más allá del mero maquillaje arquitectónico es hacer justicia.
