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Fotos: Iwan baan

Una zona verde en una ciudad es a menudo un oasis en medio del hormigón y del asfalto. Para muchos, un edén a pie de calle. Se respira mejor aunque el aire sea el mismo que el de la avenida cercana. Por no hablar del cariz humano que aporta a proyectos mal aceptados. Porque, ¿quién se acuerda ahora del impacto ambiental del soterramiento de la M-30 cuando paseamos por el parque del Manzanares? No me atrevería ni a preguntarlo.

Son muchas las urbes que recuperan para sus habitantes lugares dedicados antaño a diferentes funciones industriales. En este sentido, la High Line de Nueva York, cuya primera fase se inauguró en 2009 y va camino de estrenar la tercera, es un buen ejemplo de espacio devuelto a la ciudadanía peatonal. Antigua vía férrea reciclada en parque lineal, tiene la peculiaridad de conservar la estructura del viaducto a diez metros de altura.

The High Line es un pasillo verde en el Oeste de Manhattan, que se abre camino entre bloques, a veces incluso “arañando” las primeras plantas de algunos edificios. Un recuerdo de su uso para el tránsito de mercancía en esta vieja zona industrial de Nueva York. Un tramo de 2,4 kilómetros que se cerró en la década de los ochenta y que no volvió a estar en el punto de mira urbanístico hasta que en 2004 James Corner ganara el concurso para su rehabilitación.

En su nueva etapa, la High Line es una pasarela que combina un mobiliario de diseño sencillo, una vegetación sin estridencias, casi bucólica, y unos detalles asombrosos que invitan a la reflexión. Así encontramos, por ejemplo, un pequeño anfiteatro en desnivel frente a una mampara transparente que sirve para observar la vida incansable más abajo y que cambia la percepción de la ciudad cuando se ilumina de noche. Las partes más anchas de los antiguos andenes alternan con pasajes mucho más estrechos, casi íntimos, lo que hace que pasear por esta estructura vegetal sea, según Ricardo Scofidio, otro de los autores, “como sumergirse en Nueva York y recorrer sus cañones”.

La High Line redefine el parque desde una perspectiva física, cultural y ecológica, y lo dota además de un significado contemporáneo. Ya no es el antiguo jardín palaciego con parterres y alamedas. Es una arteria abierta sobre la vida y las necesidades de los ciudadanos. “Un paisaje fantástico, mixto y perenne”, añade el propio James Corner, “que ha provocado en Nueva York una metamorfosis urbana e interdisciplinar”.

www.thehighline.orgwww.fieldoperations.net

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