La Estación de Drassanes TMB de On-A es un objeto arquitectónico y estético en sí, y bien podría considerarse asimismo como una propuesta educativa o al menos formadora en cuanto a arquitectura contemporánea se refiere.
En Moscú y París, el metro es una atracción turística más. En la capital rusa el transporte público conserva el relumbrón de los años treinta con candelabros más propios del palacio del pueblo que de la señalética subterránea. En París, se utilizan algunas estaciones como espacios expositivos permanentes sobre algunos acontecimientos históricos.
En el caso que nos ocupa, el de la remodelación de la estación de Drassanes en Barcelona, se trata de un compendio de las dos propuestas anteriores. En efecto, el proyecto de On-A es un objeto arquitectónico y estético en sí, y bien podría considerarse asimismo como una propuesta educativa o al menos formadora en cuanto a arquitectura contemporánea se refiere.
On-A tuvo que enfrentarse a dos condicionantes importantes: por una parte, la restricción del espacio propio de red antigua de metro y por otra, la preexistencia de elementos de mobiliario. Estas dos limitaciones se convirtieron en la base de un trabajo que buscó crear una segunda piel a una estación que se inspira en un vagón de metro. La nueva “piel” debía ser resistente y proporcionar luminosidad subterránea, cosa que resuelven con nota los suelos y paredes blancos conseguidos con resina. Además, una parte del vestíbulo y de las escaleras de acceso se han reconfigurado con piezas básicamente rojas ensambladas a modo de puzzle cromático: un rompecabezas que contrasta frente a la intensidad negra en suelo y techo. Si a esto añadimos el juego asimétrico de los neones, el resultado es sorprendente, audaz, atractivo y tan digno de una visita como cualquier exposición.