Comprar el terreno que ocupa esta casa, significaba el compromiso de los propietarios por mantener una cierta armonía con el entorno montañoso que la rodea. Algo sumamente complejo para unos amantes de la arquitectura contemporánea. Ése fue el reto de Saucier & Perrote Architectes y éste es el resultado.
A pesar de sus inclinaciones vanguardistas, la pareja que adquirió el terreno para edificar esta vivienda se comprometió a respetar el entorno urbanístico: un área de casas de montaña hechas con grandes troncos de madera. El estudio de arquitectura Saucier & Perrote Architectes se encontró, por tanto, con un reto: aplicar una arquitectura no ofensiva con el exterior y que a la vez satisficiera el gusto contemporáneo de los propietarios. Es así como nace esta impactante construcción de 300 m2 (con un anexo de invitados), cerca de la estación de esquí de Mont Tremblant, a una hora en coche al norte de Montreal.
Localizada en la ladera de la colina, la residencia se levanta sobre un desnivel rocoso con unas vistas grandiosas. La cercanía de las villas vecinas, de corte tradicional, provocó un duelo de conceptos que había que resolver de forma diplomática. Para ello el estudio combinó hábilmente materiales locales con técnicas constructivas actuales.
Volumetrías irregulares
El edificio evoca la erosión y el desplazamiento de la piedra, un proceso normal en estas regiones montañosas. Para conseguir tal efecto, el equipo de Saucier & Perrote Architectes se basó en un ingenioso juego de tres volúmenes de proporciones similares. Dichos bloques se encuentran superpuestos irregularmente en tres plantas y alineados con la piscina al nivel de la entrada Esta combinación de formas cúbicas da lugar a una geometría pura, sobria y a la vez dinámica, que se apoya obsesivamente en los ventanales de la fachada sur para capturar cada centímetro cuadrado de exterior. Un cuarto volumen “crece” de forma perpendicular a los otros tres y se convierte en un mirador acristalado que nos deja literalmente colgados en el vacío sobre la pendiente de ladera. Este saliente refuerza la idea de movimiento y parece funcionar como una piedra a punto de desprenderse.
Algunas de las fotografías incluidas en el reportaje pueden dar lugar a malas interpretaciones en cuanto al efecto que la propiedad ejerce sobre la montaña. Nos referimos a que puede parecer agresiva y rotunda con el entorno. Esto ocurre cuando las imágenes han sido tomadas desde una perspectiva en la cota más baja del terreno. Sin embargo, cuando vemos la mansión in situ y en su nivel de entrada, nos damos cuenta de que se hace discreta y que se integra en la naturaleza rocosa del paisaje. De hecho, el exterior marrón oscuro hace de la fachada una piel casi camaleónica.
Hormigón, cristal y madera
Al margen del anexo de invitados, la vivienda principal consta de 300 m2: tres dormitorios, varias zonas de estar, una sauna, un área de recreo transformable y el mirador exterior, un elemento, este último, muy utilizado en los chales de la zonas y que adquiere aquí un significado pleno como voladizo. Además de encontrarse abiertos al enclave de Mont Tremblant, los interiores principales se conectan físicamente entre sí de forma diáfana a través de un planteamiento espacial casi diáfano. En esta misma línea de sencillez interiorista, los arquitectos apostaron por el color blanco en paredes y techos y por el marrón en suelos y mobiliario. Una combinación de hormigón, cristal pero, sobre todo, mucha madera que consigue hacer de esta mole dinámica una residencia actual que, sin embargo, no olvida el lugar en el que se levanta.
El proyecto esconde un intenso estudio sobre la orientación para acentuar la protección contra el viento, favorecer una privacidad total y maximizar la exposición al sol en un lugar tan frío… Un conjunto de elementos que consiguieron que este domicilio haya sido objeto de múltiples premios de arquitectura.
