Dentro de la órbita asiática en la que nos gusta movernos, el tándem Wutopia Lab reformula con brillantez (e ironía) el discurso de la complejidad zen. Sus proyectos de arquitectura e interiorismo responden a un equilibro de fuerzas en el que conviven funcionalidad esencial y una continua búsqueda de lo inesperado.
Interiorismo experimental. Tradición y progresismo
Yu Ting —arquitecto de 46, además de columnista cultural y gastronómico— y Min Erni —diseñadora de 37 años— son los fundadores del estudio Wutopia Lab. Desde 2013 vienen desarrollando una carrera profesional que fusiona la herencia de la cultura tradicional china con la arquitectura contemporánea en una estética que, en sus propias palabras, “defiende el progreso urbano”. Un racionalismo que comparten con su gran referente, Mies van der Rohe, y que muestran en construcciones mínimas e interiores esenciales de acero o vidrio.
Wutopia Lab es un despacho vanguardista ubicado en Shanghái cuyo objetivo, nos dicen ellos mismos, “es crear en la vida diaria milagros basados en la glocalización”. Y es ahí, en esa fusión mágica y perfecta de un diseño global y local, donde trabajan. Y lo hacen a veces con materias primas del lugar, a veces desplegando producciones tecnológicas y universales, a veces ambas cosas.
Su motor creativo arranca con las sensaciones físicas que rodean a cada nuevo encargo y con las posibilidades abiertas que ofrece pensar fuera de lo obvio, dejando que el contexto, las formas arquitectónicas vernáculas y los procesos innovadores se entremezclen en un mood board inicial. A partir de ahí ponen en marcha el color como un tipo de expresión social, el juego visual del engaño y la manera sorprendente con la que sitúan cada objeto en el movimiento fluido del espacio.
La afición por los bookstores de Wutopia Lab
“Generar experiencias irreales que despierten la conciencia espacial de los lectores y a la vez estimulen su imaginación”. Así definen el gran desafío al que se enfrenta el equipo chino con cada nueva librería. White Divine Comedy, Light Cone, Metal Rainbow o Sinan Books son solo algunos de los nombres que destacan en su portafolio. Pero más allá de su pasión por idear grandes edificios llenos de libros, también convierten pequeños establecimientos de barrio en grandes “historias de aventuras”. Una tímida fachada como la de Zhongshu Bookstore esconde, puertas adentro, suelos con volúmenes sepultados, escaleras con ejemplares que asoman entre los peldaños y anaqueles infinitos que acaban con frescos en el techo, como si de la Capilla Sixtina se tratase.
Metal Rainbow, sin embargo, se presenta como una propuesta extrema y colorista. Un proyecto donde el minimalismo, la luz más brillante y la oscuridad absoluta cruzan caminos marcados por un mobiliario concebido para que no perdamos el norte en ningún momento. Una estrategia diametralmente opuesta a la de Underground Forest, donde la calidez de la madera se usa en casi todos los planos de este selecto club privado en Shanghái. Una estructura orgánica y natural ideada con potentes herramientas de trazado paramétrico. De nuevo lo local le da la mano a lo global en un ambiente exclusivo, porque —como dice Yu Ting— “incluso en el distrito más lujoso, la lectura sigue siendo una actividad indispensable y conmovedora”.
Como conmovedora resulta también la propuesta de Church in a Church. Un modo sublime, espiritual y poético de erigir una librería dentro de una iglesia y ensalzar las virtudes del entorno religioso. Una antigua capilla ortodoxa de 1932 en bastante mal estado se convertía en un elegante envolvente para un interior absolutamente contemporáneo. Se utilizaron 45 toneladas de acero para la cúpula central —de casi 10 metros de altura—, que hace a su vez de estantería en este santuario moderno para los amantes de las letras. Un lugar que no entiende de crisis de fe ni de redenciones. Solo de arte.
Áreas infantiles para idear un mundo mejor
Las áreas infantiles son también un campo recurrente en la trayectoria de Wutopia Lab. Hoy en día la mayoría de los niños suspira por celebrar su cumpleaños en un parque de bolas. Pero entonces descubres la cafetería Lolly-Laputan y entiendes lo que supone su concepto. 580 metros transformados en un territorio lúdico y educativo desde la misma entrada —con paneles de aluminio perforado en un guiño a la instalación de Yayoi Kusama para Louis Vuitton—, hasta los 1000 tubos de acrílico con el que emular la luz que pasa a través de los árboles de un bosque. Los pequeños pueden correr entre nubes, montar en carrusel, esconderse en casitas del árbol o tirarse por el tobogán y caer en un agujero lleno de pelotas. Y todo ello en medio de un continuo bombardeo de sorpresas visuales pensadas para impulsarlos a soñar, a crear, a ser lo que quieran y, por qué no, de una manera cool.
En esta misma línea, encontramos 123+ Growth Center. Una guardería hecha a escala de quien la usa. Puertas, ventanas, asientos… todo está a medida de los pequeños y es el adulto quien tiene que adaptarse —y agacharse—. Un diseño que mira de nuevo a ese racionalismo con el que dar un uso coherente y sencillo a los espacios. Y que refuerza el empeño de Yu Ting y Min Erni por salir continuamente de su zona de confort y de lo que se espera de ellos.
El discurso de la síntesiss
Desde su posición de arquitecto jefe, Yu Ting aborda su trabajo como un “estudio de sistemas complejos”. En vez de enfatizar la simplicidad en un mundo desordenado, trata de unir conceptos diferentes, incluso opuestos, haciendo de esas contradicciones las bases de su discurso. “La antítesis tiene que ver con las relaciones”, explica Min Erni.
Y dentro de esas relaciones, desarrollan también residencias privadas. Unas, llenas de color; otras, de una neutralidad extrema; pero todas, sin excepción, tienen en común el uso de materiales nobles como la madera y la piedra, sin olvidar cómo dibujan las ventanas y las puertas para que el exterior sea una estancia más y la luz natural se convierta en la gran protagonista. Viviendas por las que parece que el propio Mies van der Rohe esté paseando y dando su visto bueno.
Este lenguaje formal los lleva a realizar óperas, colegios, hoteles o, bajando la escala, instalaciones efímeras. Algunas, como Cloud, Go High (Shanghái, 2018), sobrias, frías y culturalmente dentro del “blanco tecnológico”. Otras, alejadas de esa estética futurista y que nos llegan de un modo tangiblemente emocional. Esto ocurre en Shrine of Whatslove: un pabellón de fibra de carbono ejecutado robóticamente, con el que Wutopia Lab quería reflexionar, por un lado, sobre lo que es el amor en la vida moderna y, por otro, sobre cómo reformular la construcción en entornos rurales. Tan sorprendente es el planteamiento conceptual como la puesta en escena.
La narrativa detrás de Wutopia Lab
Todo gran proyecto esconde tras de sí un relato que engancha. Cuando un diseño impacta, también lo hace la explicación de su proceso, el punto de partida o los grandes referentes que hay detrás. Y ahí es donde el equipo de Wutopia Lab termina de atraparnos. En el porqué de su arquitectura. En cómo crean un café para niños después de haber visto un dibujo de la hija de Yu Ting en el que imaginaba un universo de hadas.
En la relación pasional que establecen entre la literatura y los espacios que crean para ella. En las geometrías que habitan los lugares cotidianos y que ellos usan para potenciar su mensaje. En las sombras que generan las estructuras envolventes con las que redefinen las fachadas de algunos edificios existentes. O en la magnitud que alcanzan en sus interiores. Hacer de lo ordinario algo increíblemente extraordinario. Esa es su estrategia.