Parece que en los países con una tradición culinaria arraigada es más difícil innovar en cocina o, por lo menos, se encuentra una mayor resistencia al cambio. El food design es una disciplina que florece en territorios cuya gastronomía provocaría un gesto de disgusto a muchas abuelas italianas, griegas, francesas o españolas.
Food Design en el panorama nacional
Aun así, hemos echado un vistazo al panorama nacional donde esta rama de la creación se va abriendo paso. Y lo hacemos a través de dos proyectos: In the Bauhaus Kitchen, de Creative Food Studio y Matter – decoding material´s emotions, del estudio We Crave.
No es raro oír a los hermanos Roca o a los Adrià hablando de generar emociones, sensaciones o recuerdos cuando se refieren a sus platos. Es justo decir que estos clanes hosteleros han abierto camino a los food designers en nuestro país, ya que en su momento se saltaron la tradición, descubrieron el potencial narrativo de la comida y pusieron a España en el mapa culinario del planeta. Hoy, cuando hablamos con diseñadores que operan en este campo, aparecen las mismas palabras: emociones y sensaciones, pero también la idea de comunicar y contar historias.
We Crave y Creative Food Studio. Dos mujeres en el food design
We Crave y Creative Food Studio son dos estudios vinculados al food design situados en Madrid y Barcelona respectivamente. Desde We Crave, Vanessa Redondo organiza cenas en su propio espacio, así como instalaciones tanto para marcas como particulares. Elsa Yranzo, cabeza visible de Creative Food Studio, compagina las experiencias gastronómicas con la consultoría y la docencia. Ambas se consideran diseñadoras, pero dicen dedicarse a contar historias a través de la comida. Vanessa se formó en arquitectura y diseño, Elsa en interiorismo y gestión cultural. Sus trabajos incluyen clientes tan variados como Iberia, BMW, Cervezas Alhambra o Grohe.
Elsa Yranzo deja hueco para propuestas más personales como In the Bauhaus Kitchen, cena conmemorativa del centésimo aniversario de la Bauhaus, la escuela alemana que cambió el rumbo del diseño. Celebrada en el pabellón Mies van der Rohe de Barcelona, está inspirada en el ensayo de mismo nombre que Nicholas Fox Weber escribió en 2005, donde se explica la peculiar relación de la institución con la gastronomía. Elsa Yranzo y su socio en este proyecto —el diseñador industrial Sebastian Alberdi— comisariaron una velada para 18 comensales, en la que participaron hasta sesenta creativos de la Ciudad Condal.
Como una obra de teatro escenificada alrededor de una mesa, la secuencia de aperitivos y platos que representaban los valores fundamentales de la Bauhaus se fueron sucediendo en forma de burbujas con sabor a ajo, hogazas de pan huecas o esferas de cristal comestibles con pétalos de flores en su interior. Mientras tenía lugar este despliegue de imaginación, sabores y texturas, una serie de actores susurraba poemas al oído de los invitados. En febrero de este año se estrenó el documental dirigido por Joan Simó que recoge el proyecto.
De padre español y madre venezolana, Vanessa afirma que en su casa “cocinar era intercambiar conocimiento, tradición, cultura. Son momentos llenos de recuerdos y el medio para unir culturas que eran, en otros aspectos, imposibles de hacer coincidir.”
Para las cenas en su estudio, ella y su equipo trabajan alrededor de conceptos como la materia, el instinto o la historia del cacao. Parten de una extensa investigación sobre materiales y expresiones gastronómicas que puedan estar relacionados con dichos conceptos y ser trasladados al plato. A partir de ahí empieza la experimentación, hasta formar un menú de unos siete pasos.
Matter – decoding material´s emotions surge de su inquietud personal como arquitecta por “traducir los ingredientes a materiales, los sabores a emociones y las texturas a técnicas”. Un paseo por el metal, la piedra, la madera, el vidrio, la cerámica o la tela, de la mano del chef Chazz Titus que, tras su paso por el restaurante Noma (Copenhague), incorporó a su carta los valores del Nordic Food Manifesto: pureza, temporada, ética, salud, sostenibilidad y calidad. Curiosa combinación la del frío planteamiento de la cocina nórdica con la pasión propia de latitudes más cálidas, como España o el Caribe. Sin duda, Vanessa maneja la comida como arma diplomática.