En las estampas imposibles de M. C. Escher, las escaleras conducen a su propio principio y las perspectivas se pliegan hasta borrar la lógica. La nueva tienda Toteme en Pekín, proyectada por Herzog & de Meuron, hereda esa fascinación por el espacio que se multiplica como un sistema arquitectónico y mental. Un paisaje retail que se abre a la promesa de un recorrido diferente, como si la geometría quisiera atrapar el tiempo en su interior.
Herzog & de Meuron trazan una topografía surrealista
El nuevo local de la firma de moda Toteme se alza en el distrito de Sanlitun: epicentro de la moda en la capital china. Por fuera, la fachada ha sido concebida como una celosía de pliegues ondulados en roca caliza, igual que un velo denso que tamiza la luz y protege la intimidad de lo que sucede dentro. De hecho, a simple vista se revela como mucho más que una simple envolvente: funciona como un filtro perceptivo que anuncia sutilmente el carácter del ambiente comercial —y escenográfico— que guarda.

En el interior, la arquitectura se extiende en una secuencia de salas conectadas que remiten a paisajes geométricos, más que a la configuración de una tienda convencional. Herzog & de Meuron han dispuesto un suelo de piedra continua, casi monástico, sobre el que reposan plataformas y mobiliario como islas que flotan en un mar en calma. Las paredes, revestidas de caliza y madera, alternan llenos y vacíos con el objetivo de generar perspectivas que nunca llegan a agotarse. Igual que en las litografías de Escher, el ojo recorre el espacio en bucle y queda atrapado en una cadena de vistas que se renuevan en un loop de peldaños.

La topografía responde a la identidad de Toteme: una firma abanderada por la racionalidad formal y la neutralidad cromática como declaración estética. El blanco, el beige y los tonos pétreos se combinan con una iluminación calibrada, que ayuda a destacar las prendas como esculturas suspendidas en un museo privado. Por ello el acto de comprar se transforma en una exploración contemplativa dilatada en el tiempo.

Toteme: una tienda como paisaje mental
El trabajo desarrollado por Herzog & de Meuron siempre ha sabido desplazarse entre escalas y tipologías —estadios, museos, viviendas e incluso bodegas— sin perder una noción clara de la atmósfera. En Toteme, han aplicado esa sensibilidad a una dimensión de 150 m2, afianzando la monumentalidad en relación a la intensidad con la que se construye todo y no tanto con el tamaño establecido. El recorrido se organiza mediante un juego de planos y perforaciones que producen una sensación de deriva controlada. El visitante avanza sin urgencia, deteniéndose ante un espejo que le devuelve su imagen y también la geometría que lo rodea. Las vitrinas sirven como pausas en una frase larga; las transiciones, como cambios de tono en un enigma visual.

El enclave participa de una tradición arquitectónica que considera el comercio como un acto cultural. Igual que las galerías cubiertas del París decimonónico ofrecían un escenario para el paseo y la observación, Toteme propone un marco donde el producto y el lugar se trenzan en un mismo discurso. La escena revela un laberinto suave y calculado donde ángulos, texturas y sombras están diseñados para que la experiencia trascienda lo transaccional. Como en un grabado de Escher, el espacio nos conduce, nos extravía y nos devuelve al punto de partida, con la sensación de haber atravesado un territorio imaginario.

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