Moderno y clásico a la vez, con frescura y encanto, Tord Boontje plasma los colores y la formas de la naturaleza para hacernos la vida cotidiana más amable.
Moderno y clásico a la vez, con frescura y encanto, Tord Boontje plasma los colores y la formas de la naturaleza para hacernos la vida cotidiana más amable.
Poesía y magia se unen en las propuestas de este holandés que en la última década ha conquistado el corazón del público más trendy y, por supuesto, el de los que reconocen, a primera vista, el diseño hecho con rigor. Su apuesta puede resumirse en su consigna: “vivamos siempre como en un día de primavera”. De ahí al don’t worry, be happy, hay un paso. ¿Cómo no enamorarse de ese juego de vajilla con delicadas representaciones de fauna y flora en sus dibujos? En Boontje, la tradición y lo nuevo, el gesto artesanal y los acabados de alta tecnología se dan la mano en una transición sutil.
Diseño y reciclaje
Nacido en los Países Bajos en 1968, Tord Boontje estudió diseño industrial en la Eindhoven Design Academy y luego completó su formación en el Royal College of Art en Londres, donde es profesor. Su interés por esta materia le viene desde muy joven. Creció en un ambiente que fomentó la creatividad ya que su madre era profesora de Historia del Arte y Textiles y él, confiesa, es un manitas desde niño. Ya en su época de estudiante aumentó su interés por experimentar. Sus primeros desafíos apuntaban a materiales inesperados, para ir desarrollando poco a poco una estética romántica y naïf en objetos sofisticados, donde la belleza no está reñida con la función. Esos objetos primerizos nacieron a partir de materiales que tenía a mano, y a los que otorgaba un gran valor, como el vidrio de botellas recicladas. “En un tiempo en el que el diseño parece estar dominado por el brillo y lo perfecto, yo, automáticamente, me siento atraído por lo real, por lo crudo y por lo inacabado. Reconozco la belleza de los objetos abandonados”, ha dicho en una entrevista recogida por el Design Museum de Londres. “Creo que una actitud positiva hacia el reciclaje es muy importante porque es parte de la realidad también”.
Iluminando espacios
Uno de sus primeros éxitos, la Wednesday Collection, fue producida a escala económica por Habitat y de ahí, todo fue rodar. Comenzó entonces su acertada alianza con Swarovski, diseñando para el proyecto del Palacio de Cristal las lámparas Blosson Chandelier, uno de sus más admirados trabajos. Hecha con cristales esparcidos a través de ramas iluminadas que incorporan leds dispersos entre las mismas, crea una inspirada figura escultural. Para este tipo de propuestas, ha contado con la colaboración del artista digital Andrew Shoben y del programador informático Andrew Allenson. Según ha reconocido en más de una ocasión, la oscuridad lo anima a crear maneras personales de iluminar el espacio. “La luz puede ser una herramienta poderosa para producir fluidez. Me gustan las luces filtradas de la foresta, la brillantez y la chispa del hielo, la luz en las ciudades, los cristales”, dice en la entrevista para el Design Museum.
Universo Tord Boontje
Sus piezas, ya sean vasos, tazas de té, cortinas, sillas o lámparas cuentan, casi en un susurro, historias y cuentos de hadas en delicadas filigranas pobladas de unicornios, ciervos y elfos. El juego, el diálogo de texturas, el color vivo y la energía de las formas componen un todo muy particular que definen el sello Boontje.
Al parecer, toda esta literatura se acentuó y despertó aún más su creatividad cuando nació su hija, Evelyn. Lúdicas, sencillas y decorativas en el mejor sentido de la palabra, sus propuestas poseen también una mirada femenina que rescata la ternura, el mundo infantil y lo onírico. Las sensaciones surgen espontáneamente ante ese edén de flores, aves y mariposas que pueblan sus objetos, como la lámpara Midsummer Light que ganó, entre otros, el premio de mejor producto en la edición 2004 del NY International Gift Show y fue incluida en la muestra Glamour del Moma en San Francisco. Y es que para Boontje el diseño debe provocar emoción, ser cercano a las personas y despertar la imaginación del observador.
Pero su amor por la campiña y la naturaleza no le impide apuntarse al uso de la tecnología. De hecho, los procesos industriales le permiten explorar la cualidad sensual de los materiales y seguir de cerca todo el desarrollo. El resultado son objetos exquisitos, pero amistosos y cercanos.
Y para dar prueba de su prestigio están sus últimos galardones, nada menos que el Red Dot Design Award 2007 para la Little Field of Flowers (producida por nuestra catalana Nani Marquina), una alfombra que también recibió, el pasado abril, en el Salone Mobile de Milán el premio Elle Deco Internacional; el IF Product Design Award 2006, por Table Stories, y en 2005, el Dutch Designer of the Year.
La precisa terminación de sus trabajos sugiere una manufactura artesanal, casera, hecha a mano: lo que el usuario percibe casi como una pieza única. Y en tiempos de narcisismo e individualidad, ¿se puede pedir más?