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Hace tan sólo una década que Studio Job se dedica a recuperar la ilustración y la decoración como herramientas para el diseño. En este tiempo sus dos fundadores han ido abriendo caminos insospechados entre las artes decorativas y la modernidad.

En Cádiz, se llama guasa a la ironía de las coplas de carnaval machacadas por chirigotas que desatan un humor de casta. En el flamenco, el gaditano Chano Lobato era quien mejor la llevaba a gala, trayendo de cabeza a los aficionados más serios y limitados. Sin duda, el cantaor tuvo que actuar por Bélgica y los Países Bajos, aquella zona de habla flamenca. Sin embargo, la guasa que en sus trabajos practican Job Smeets y Nynke Tynagel (Studio Job) es sui generis y única: una mezcla de tragicomedia, tradición decorativa y referencias religiosas sin un ápice de frivolidad.

Vanitas vanitatum, omnia vanitas

Cuando observamos los retratos de Job Smeets y Nynke Tynagel (Studio Job), descubrimos a la pareja en actitudes teatrales que desdibujan la frontera entre la seriedad y el kitsch. Las imágenes barruntan una personalidad ambivalente que juega con conceptos opuestos para crear multitud de opiniones. Pero cuidado, no se trata de despistar al espectador, sino más bien de convertirlo en el “comisario de su propia mente”, y facilitarle los medios para una reflexión personal. Como afirma convencido Job Smeets: “Los objetos de la vida tranquila como The Last Supper, Home Work o Farm son algo monumentales, mientras que las piezas de la serie Robber Baron son más expresivas. Nuestro trabajo, y todas las facetas de nuestra vida nos llevan por una línea tranquila y a la vez agresiva, el kitsch y el arte, lo masculino y lo femenino, creando un millón de opiniones, opciones y emociones en un segundo”.

Mostrar sus obras es una perspectiva que interesa particularmente a Studio Job. De hecho, abrieron este año un espacio expositivo en Amberes, ciudad donde trabajan y viven, tanto para exhibir piezas de otros creadores como para que sus allegados y colaboradores pudieran disfrutar de las suyas sin tener que viajar a las ferias de diseño. De este modo, las cosas se disfrutan también en casa, en lo que ellos llaman su tin can (lata, en inglés) para referirse al aislamiento en el que viven, ajenos a la vida política y lingüísticamente convulsa de Bélgica. Ellos a lo suyo, ocupados por los valores atemporales de sus diseños.

Como los pintores del barroco holandés, Job y Nynke vuelven a los bodegones con alto valor simbólico, a las Vanitas, donde las calaveras conversan con flores a punto de marchitarse para recordar siempre el paso del tiempo y la certeza de la muerte. Ambos recuperan esa raigambre y, como excelentes creadores, la reinterpretan en Iconic Façades, un proyecto de bajorrelieves de hormigón para un edificio de cinco plantas. Al igual que en los cuadros simbólicos, eligen una iconografía universal. Se pueden ver flores petrificadas y cuadros de animales que se inspiran en el Arca de Noé. Sin olvidar una sarta de escenas que retratan máquinas, mecanismos de relojería o escenas deportivas, mezcladas con esqueletos y cuerpos sin vida. La imaginería de aquel realismo socialista que ensalzaba las grandes hazañas humanas se codea con la muerte; escenografías que nos hablan del tempus fugit y nos recuerdan que el hombre es un ser para la muerte; un pensamiento tan barroco como existencial. De hecho, continúa Job: “Es trágico y bello a la vez [saber] que la historia de la humanidad, o que incluso el amor que nos tenemos, morirá dentro de poco. Es como si Nynke y yo fuéramos alquimistas que trataran de destilar oro del barro, que trataran de ser inmortales creando estas piezas locas. Algo imposible. Todas las cosas deben morir”.

La industria mató la decoración

En sus años de formación en la Academia de Eindhoven, la irónica Nynke Tynagel se especializó en diseño gráfico, completando perfectamente la formación que Smeets siguió allí mismo en diseño tridimensional. Ella aportó su interés por la ilustración que se plasma tanto en objetos como en la decoración que han creado, por ejemplo, para la más antigua fábrica de porcelana neerlandesa: la Royal Tichelaar Makkum. Fundada en el siglo XVI, esta firma clásica busca a diseñadores como Hella Jongerius para captar a otros públicos y adoptar una nueva imagen. A Studio Job les propuso trabajar con porcelana prensada, una técnica usada en la escultura barroca. De su dedicación nació Biscuit, una serie que recupera el gusto por el dibujo sin ningún propósito arqueológico y con unos tintes contemporáneos únicos. Smeets afirma sin dudarlo: “La industria mató la palabra decoración. La ilustración está cobrando más importancia. ¡Es tan inmaterial!”
No parece ninguna frivolidad dedicar tanto empeño a la decoración y la ilustración hoy en día. Es casi una actitud a contracorriente, pues abogar por esa línea de trabajo significa olvidarse de dos siglos de revolución industrial y de la servidumbre ante los números y los procesos de fabricación. Smeets dijo a The New York Times con motivo de la edición de Biscuit: “Hoy en día, la decoración se desecha como algo superficial por culpa del calvinismo y la modernidad. Si la decoración es un crimen, somos criminales del diseño”. ¿Quién iba a decir que la dedicación a la ilustración y la decoración pudieran convertirse en una actitud ideológica? Las artes decorativas recobran con esta pareja un significado y un lustre que nos permite enfocarlas con renovado interés.

La redención por el icono

En verdad, Studio Job obvian conscientemente el concepto de función para entregarse a otros valores como la fantasía, la diversión o la fricción, entendiéndose por esto último la oposición de conceptos. Así nacieron la serie Gospel, compuesta de dos vidrieras, y The Last Supper, un servicio de platos gigantescos. En las vidrieras se descubren dos escenas de la tradición católica: el nacimiento de Cristo y la crucifixión. Smeets y Tynagel sitúan estas dos imágenes en un contexto contemporáneo con aviones a los pies de la cruz, y artilugios armamentísticos al lado de la Virgen y el Niño Jesús en los platos. “Lo que nos interesa es el valor de los objetos como iconos, y lo que se puede decir de ellos. Tratamos estos objetos de manera similar a la de un cómic, hasta que sólo queda la esencia, un cliché, un arquetipo.”

En realidad, Smeets y Tynagel consiguen sacar el objeto de su contexto y transformarlo en un concepto original. Se podría decir que los diseñadores minimalistas también. Pero el proceso de Studio Job es totalmente distinto por el incremento de las proporciones, o la intencionada ingenuidad de los dibujos. En su caso, es la exageración barroca la que nos lleva a descubrir en cada objeto su significado más primario. Studio Job delimitan así un terreno personal en el mundo del diseño actual, aunque no sean los únicos en utilizar esa disciplina como medio de expresión personal. Curiosamente, no se definen a sí mismos como artistas, sino tan sólo como seres “egocéntricos y fatales” que están aquí para plantearnos preguntas. ¡Larga vida al humor barroco y a la decoración!

Fotos: Jean-Baptiste Mondino, Robert Kot, Kristof Vrancken y Roos Aldershoff

www.studiojob.be

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