Pese a su carácter efímero, el Street Art en Lisboa no se acaba nunca. La capital lusa es una galería artística al aire libre. No solo por sus bohemias y decadentes fachadas cubiertas de melancólicos azulejos o sofisticados diseños adoquinados del pavimento, sino también por su arte callejero.
El discreto encanto del modesto Street Art Park
El levantamiento que acabó con casi cinco décadas de dictadura en Portugal —Revolución de los Claveles (1974)— también generó una nueva manera de expresión artística con tintes políticos en aquel entonces. Sin embargo, hasta mediados de los noventa no se dio la eclosión del Street Art en Lisboa. Este género —que comenzó en la ilegalidad, siendo incluso perseguido— se ha transformado actualmente en una disciplina no solo protegida, sino también promocionada por el ayuntamiento y la GAU.
Es por eso que Lisboa es conocida como una de las capitales distintivas del Street Art internacional. Vhils, Bordalo II, AkaCorleone, Smile, ±MaisMenos±, Tamara Alves o Mário Belém son algunos de los nombres célebres presentes en el centro y en las áreas periféricas. Se pueden ver por Amadora, Quinta do Mocho, Graça, Marvila, Alfama, Bairro Alto, Belém, Algés, Amoreira, Alcântara, Santos… Prácticamente cada vecindario presume de sus masterpieces y promueve su propio itinerario. Y, aunque en realidad parece más una placita que un parque, el Street Art Park de Lisboa viene a engrosar la ya de por sí abultada oferta de arte callejero de la urbe.
Anunciado en 2019 durante la tercera edición de MURO —Festival de Arte Urbano de Lisboa—, el primer “parque de pintura libre” del país fue inaugurado en junio de 2022, en la zona de Lumiar. El enclave, que también consta de estructura ajardinada, contiene varias paredes “libres” que cualquiera puede intervenir. A pesar de sus dimensiones limitadas y del chasco inicial, no hay razón para decepcionarse; en Lisboa el Street Art es como Dios: está en todas partes.
El arte callejero de Marvila y Fábrica Braço de Prata
Los barrios emergentes de Braço de Prata y Marvila se han convertido en los últimos años en lugares de moda lisboetas. Un refugio que intenta permanecer ajeno a la masificación turística del resto de la ciudad. Aquí, junto a sorprendentes obras sobre las fachadas de viviendas sociales y edificios industriales, conviven algunos centros culturales de excepción. Uno de ellos es Fábrica Braço de Prata, la antítesis del manido, capitalista y mainstream LX Factory de Alcântara.
Este emplazamiento ocupa una antigua fábrica de armamento y su programación abarca exposiciones, teatro, performances y conciertos, además de un café-restaurante y una librería. Es lo más parecido a estar en el Tacheles berlinés de principio del siglo XXI. En una palabra: magia. Asimismo, no muy lejos se encuentra Underdogs Gallery, concebida en 2010 con el fin de fomentar distintas formas de Street Art. Se define como una plataforma cultural que engloba una galería ubicada en una nave fabril con dos salas expositivas, un programa de arte público, la producción de ediciones de artista y el desarrollo de proyectos artísticos por encargo.
En el Street Art no existe noción de permanencia: las paredes están vivas y el paisaje grafitero cambia sin cesar. Por eso en la metrópoli de las Siete Colinas las fachadas lanzan curiosos mensajes vinculados al omnipresente fado, la literatura, la política, la cultura de barrio… que se renuevan sin darnos cuenta. Aunque adolece de cierto talante institucional —lo que le resta frescura y espontaneidad y le confiere esa innegable faceta edulcorada—, el arte callejero lisboeta se promueve como una expresión alternativa y contracultural. En ella se plasma la creatividad, a veces estimulada por la crítica a la realidad social o, simplemente, por el deseo de embellecer o dotar de vida a espacios urbanos.
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Vhils, Bordalo II, AkaCorleone, Smile, ±MaisMenos±, Tamara Alves o Mário Belém, entre otros.