Nacido en Chicago y asentado en Nueva York, Stephen Burks no se entretiene. Con un sello creativo muy personal, pocas veces esconde su intención detrás de cada producto.
La estética personal de Stephen Burks
Una buena carrera profesional se basa en azar, destino, libre albedrío y suerte o, como diríamos en mi barrio, potra. Añadamos a esto talento, reflexión, vocación y carisma. Así, ciertos principios universales como la gravedad o el electromagnetismo son equivalentes a las leyes sociales, cuyos niveles de interacción favorecen —o todo lo contrario— las conexiones entre personas, grupos, etnias o comunidades. Efectivamente, el triunfo entraña dificultad y requiere fortuna o potra antropológica.
Comenzar hablando de suerte y de sociedad no es aleatorio. Que gran parte de la obra de Stephen Burks resulte familiar no es casualidad: ha inspirado múltiples versiones, se ha copiado hasta la extenuación y ha llegado inconscientemente a la mayoría de nosotros. Vinculado a marcas de lujo, Burks puede ser una especie de silencioso invasor, aunque tiene muchas más trazas de alma inquieta que no pierde el tiempo en contar lo que va a hacer.
Nacido en Chicago y asentado en Nueva York, Stephen Burks no se entretiene. Con un sello creativo muy personal, pocas veces esconde su intención detrás de cada producto. Profesor de arquitectura en Columbia, nos recuerda una y otra vez que los arquitectos siguen pensando que todo es estructura. Es más, para él, Dios es estructura y todo lo demás está a su servicio.
Diseño americano entre el cosido y el acolchado
Sin llegar a ser decorativo, Burks lecorbusiona sus creaciones de manera magistral. Para ello juega con lo obvio, como podría ser el armazón que contiene los acolchados de un sofá. Lo que vemos en el Grasso para BD Barcelona. Con la iluminación trabaja en planos superpuestos: lo apreciamos en las sombras y luces de su lámpara Babel o en la colección Anwar. En este sentido, solo utiliza materiales y tonalidades que quieren acentuar el protagonismo físico de lo que rodea —y arma— a sus objetos. O, dicho de otra forma, todos los dedos apuntan a Dios.
En 2011 no pasaba desapercibido en el arsenal de NYC cuando estaba planteando un desequilibrio entre la pieza única y la producción en serie. Se adelantó y, una vez que adquirió ventaja, atacó socialmente. ¿Cómo? Desarrollando uniones étnicas, cosidos y entretejidos y mutando según el dónde y el con quién. Algo así pudimos ver en su colección Traveler en la celebración del 40 aniversario de Roche Bobois.
A Burks le gustan los volúmenes generosos y los entramados livianos alrededor de los que construir un discurso. Más que mobiliario, el diseñador americano busca generar ambientes cuyo color definirá el latido y el ánimo de un espacio. Y siempre será un acolchado —o el cojín sobredimensionado— el accesorio indispensable sobre el que sentarnos. Siguiendo sus propias palabras, si la estructura es Dios, no puede faltar la nube como esa metáfora sobre la que descansar.
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