Fotos: Basil Childers
Cuatro paredes, algunos desniveles, un par de pistas de baile, balcones para ver y ser visto, una gloriosa bola de cristal o luces estroboscópicas presidiendo la escena ya no alcanzan para definir lo que hoy en día es una discoteca. La sofisticación pasa por crear ambientes en los que la propia realidad se transforma en un viaje para disfrutar con todos los sentidos sin necesidad de alquimias varias (o más allá de ellas). El objetivo es que arquitectura, diseño, música e iluminación formen un todo que por sí mismo estimule y propicie la vivencia personal de una noche única. Y es precisamente la integración de estos elementos el principal concepto de Sound, una discoteca de lujo a gran escala en Phuket, Tailandia.
Ubicada en la tercera planta de un centro comercial y complejo de ocio en el Payton Resort, este club cuenta con un aforo para 700 personas y todo su diseño está inspirado en el oído humano. Es por eso que tanto en la arquitectura interior como en el mobiliario, las líneas son redondas, curvas y tubulares. Esas formas orgánicas nacen desde un gran corredor que lleva a la nave central, en la que hay pequeños reservados con asientos, también con forma de oreja bajo grandes columnas que recuerdan los trazos de Zaha Hadid. No faltan las clásicas bolas de cristal distribuidas en esa nave sinuosa, pero reproduciendo la forma de un tímpano.
Orbit Design Studio firma este interiorismo que se apoya, sobre todo, en los efectos de audio y vídeo: variedad de formas y colores a partir de leds que se proyectan y mueven con la música para ofrecer una experiencia intensa (de esas que todos quieren contar). Los artífices de Sound han querido subrayar el poder de la iluminación que, ideada específicamente para definir diferentes áreas, responde a los cambios que propone la música. La propuesta integra los contrastes en color ámbar (tonos medios y bajos) y azul (tonos altos), en un diálogo interactivo y a tiempo real con el ritmo. El resultado es una sensación rotunda de imagen y decibelios: una ola sónica y lumínica que avanza hacia los clientes como un huracán envolvente.
La luz cae tanto por ranuras desde el techo o por laterales, longitudinalmente. Sutiles líneas de neón se combinan con la aplicación de focos individuales que actúan como píxeles. La pista de baile está marcada por más de 400 leds empotrados, y la zona de descanso cuenta con un diseño detallado para remarcar la ambientación; de hecho, los sillones parecen flotar en el suelo, iluminados por las luces bajas.
Para cerrar esta experiencia, una gran pantalla acrílica realza la atmósfera futurista del local como si estuviéramos en una película de Wong Kar-wai o de Ridley Scott. Y es que una de las atracciones principales de este club es la barra del bar enmarcada por una impresionante cascada de leds: un telón de fondo iluminado en el que se programan visuales como si se tratara de un ecualizador gráfico que sigue todos los rumbos de la música. En resumen, Sound nos invita a su-mergirnos en un diseño interactivo para disfrutar con la mente abierta y las constantes vitales en orden.