Ayax Law y Virginia Lung han hecho bandera de sus diseños espectaculares e innovadores de salas cinematográficas en numerosas ciudades chinas. En el Insun Cinema de Haikou, en la isla de Hainan, se apartan de su lenguaje habitual y evocan una playa mediante una cueva orgánica, ondulante y texturada realizada en ladrillo.
De sala de cine en Haikou a experiencia sensorial
Cuando el cine empezó a ser un espectáculo de masas en Estados Unidos, los primeros locales permanentes concebidos para su exhibición se acogieron a menudo al exotismo de estilos moriscos y orientales. Más tarde, en América y en Europa, fueron pasto del decó y de las vanguardias racionalistas o expresionistas. Aquellos interiores, híbridos de teatro y caseta de feria, proponían preludios emotivos a la experiencia de fantasía, aventura y evasión prometida por las películas.
Es llamativo que, mientras en Occidente apenas abren nuevas salas y los códigos de las viejas arquitecturas cinematográficas se diluyen, en China, One Plus Partnership Limited —el estudio de Ajax Law y Virginia Lung en Hong Kong— haya construido una carrera de éxito en los últimos veinte años sobre una larga serie de cinematógrafos embebidos en grandes centros comerciales. Ajax y Virginia siguen una estrategia constante: identifican un tema y lo desarrollan en términos de escenografía dramática y explosiva; una actitud que recuerda a la que produjo aquellos foyers cuajados de mocárabes, terciopelos y molduras doradas que recibían a nuestros antepasados cuando iban a ver a Rodolfo Valentino en atrezode jeque.
One Plus Partnertship despliega el ladrillo y borra el futurismo
La clave estilística de One Plus está tejida sobre la gramática de la arquitectura deconstructiva de los noventa: las líneas dinámicas y expresivas de Bernard Tschumi o Zaha Hadid aliadas con un manejo experto y muy afinado de los materiales y la iluminación. En este Insun Cinema de Haikou, en Hainan —una isla del sur de China—, declinan una vez más esa estrategia con un repertorio formal diferente. El tema es el mar que rodea la isla, pero los diseñadores querían evitar la obviedad del azul, así que optaron por el ladrillo “hecho de la arena que se deposita en la playa. Al contemplarlo, uno puede imaginar perfectamente una historia en su cabeza”. Un poco rebuscado, sí, pero funciona.
El carácter modular del ladrillo condiciona el proyecto. El espacio es fluido, los prismas regulares se apilan formando arcos y circunvoluciones que penden del techo —como los mocárabes de las pequeñas alhambras de antaño— o emergen del suelo para convertirse en bancos y mostradores ondulantes. Ajax y Virginia juegan con las texturas rugosas, los tonos cobrizos del escaso mobiliario que no es de obra, la calidez de la luz natural y un sabio diseño lumínico.
En las dos salas, esa sutil gama de colores —muy entonada, pero más variada de lo que parece a primera vista— se replica delicadamente en los paneles y revestimientos textiles que extienden el tema enunciado en el vestíbulo. El ladrillo descarta el aire futurista de sus cines anteriores, pone la materialidad en primer plano y configura una especie de caverna táctil, amable, cálida, texturada, que confía más en los matices y en la inmediatez que en el impacto visual que dominaba en otras propuestas.
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