La madrileña Sala Alcalá 31 acogerá, del 19 de febrero al 3 de abril, la nueva exposición de María La Ribot, bailarina y coreógrafa ganadora de varios galardones. A escala humana es un proyecto que ha tardado cuatro años en levantar y en el que la fisicidad viva “tiene presencia”. Desde ROOM Diseño conversamos con la artista sobre reivindicaciones, iconoclastia y nuevos vínculos.
La Ribot: la escala del cuerpo en la espacialidad
La idea de un cuerpo es siempre la de un cuerpo en movimiento. Y no uno cualquiera, sino aquel que el ojo humano siempre es capaz de abarcar. Así es como miramos el mundo, la manera en la que lo entendemos. Para qué una silla gigante o una pared microscópica. En su última instalación, A escala humana, La Ribot (Madrid, 1962) se adentra en Sala Alcalá 31 y profundiza en esa percepción completa y enteramente nuestra desde el presente absoluto, sin dejar de lado todo ese lenguaje anterior que poco a poco ha llevado a la madrileña a este mismo instante.
ROOM Diseño. – Empezamos por lo más sencillo, ¿cómo surge A escala humana?
La Ribot. – Antes se titulaba A escala real, pero lo cambié porque me parecía demasiado arquitectónico. A escala humana ha sido un esfuerzo, una pequeña proeza que llevamos pensando desde 2018. Solucionar tantos problemas ha sido un reto hermoso para todos. Pero no es una retrospectiva. Acabo de pasar una racha de cinco años haciendo retrospectivas en París, en Berlín, en Barcelona… Y esto no lo es. Son piezas elegidas para este lugar y para hablar de la escala 1:1 y de cómo el cuerpo se proyecta en ese espacio y con esos objetos.
Se refiere, primeramente, a las tres composiciones en vivo que conforman la muestra: la inaugural, Laughing Hole, de seis horas de duración y cuya sala luego permanece como inicio físico del visitante. La Pieza distinguida Nº 45, donde hace dúo con Juan Loriente, y que se desarrolla durante la semana siguiente; y desde el 1 de marzo hasta el final de la exhibición una nueva creación, LaBOLA, con tres intérpretes de su compañía. En adición, hay también una enorme intervención con más de 90 sillas plegables de madera pirograbadas con historias de diferentes artistas, así como un conjunto de cuadernos con anotaciones, listas, pensamientos y hasta poemas. Asimismo, puede verse la primera gran videoinstalación que hizo, en el año 2001, de 45 minutos y con solo dos tomas en plano secuencia. Y por último dos vídeos cortos: uno con Cristina Hoyos, la famosa coreógrafa y bailaora de flamenco, quien lleva la cámara en la mano, y Rojo.
R. D.- ¿Cuál es la verdadera escala humana? ¿Qué importancia tiene ahí nuestro cuerpo como motor del lenguaje?
La Ribot. – Los objetos no están ni sobredimensionados ni minimizados. El otro día me decían que el sitio era estupendo porque no parecía “ni grande ni pequeño”. Y justo pensé que esto era la escala humana. Una que puede abarcar el cuerpo, tanto en el sentido espacial como en el temporal. Y todo es abarcable. Lo que hay en la exposición no sobrepasa un cuerpo.
R. D.- ¿Y ese cuerpo se puede utilizar como arma política?
La Ribot. – Sí, muchísimo. Es la primera arma que se emplea en las violaciones y en las torturas. O como Femen, que lo usa a modo de protesta. El cuerpo y el lenguaje escrito son territorios políticos, mucho más que otros medios de expresión.
Cuerpo y lenguaje escrito en la Sala Alcalá 31
En A escala humana, de hecho, el cuerpo y el texto son protagonistas. Aunque el primero tenga su propio idioma, estos lenguajes se van compenetrando en algo más sofisticado, primigenio, directo, total. No se puede exponer todo en una danza o en una performance, donde no se habla la lengua matemática o plástica. Pero lo que se dice es verdadero.
R. D.- ¿Qué puede buscarse con el cuerpo tanto a nivel individual como colectivo?
La Ribot. – Las manifestaciones o las fiestas se hacen con un cuerpo de cuerpos. Y son demostraciones de poder y/o de agrupamiento. Una protesta son varios cuerpos que se unen para evidenciar una lucha. E individualmente puede ser un motor social, un campo artístico con el que reclamar, activar o revolucionar las ideas. El cuerpo es el territorio más sublime que tiene la consciencia. No es otra cosa que presencia pura. Es el físico que debemos usar día a día para accionar la vida.
Porque los cuerpos pasados siguen presentes y los futuros todavía son. Pero hay algunos que innegablemente tienen más peso en el porfolio de La Ribot. Argumenta que “al cuerpo femenino hay que darle aún un sitio para existir” y que ella llego a eso “casi de casualidad”: es mujer y ha tenido que abrirse hueco con su propio cuerpo porque nunca dudó de su independencia. Una reivindicación orgánica, intelectual y feminista —aunque esto vendría más adelante— hecha en la magnitud de su obra con otras tantas mujeres, porque la mujer en escena ya es una forma de levantar el puño.
Bidimensionalidad en las obras de La Ribot
R.D.- ¿Cómo conjuga sus creaciones para que tengan una parte museística, explorable por el espectador, y, a su vez, otra iconoclasta con lo que está establecido?
La Ribot. – Cualquier arte puede ser iconoclasta, yo tal vez lo haya sido siempre. En la escena, en el teatro, cuando hago una película o una instalación, me gusta intentar comprender aquello que es un misterio: nuestro interés por lo vivo o cómo los cuerpos de los bailarines y bailarinas, actuando, están aún llenos de deseo. También me interesa cómo la mente ha de concentrarse para concebir un lenguaje en directo o cómo una sala de galería o museo permite que el espectador pueda acercarse o separarse, con mucha más libertad de movimiento. Dependiendo del proyecto, de los temas y de lo que puedo hacer y producir voy a una dimensión o a otra. Quizá porque me cuestiono todo lo que miro.
R.D.- Tanto en A escala humana como en propuestas anteriores establece multitud de vínculos con lo que la rodea, ya sea una silla, un escrito, el espectador. ¿Cree que aún sabemos mirar a nuestro alrededor, relacionarnos con él y con lo tangible que lo habita?
La Ribot. – Sinceramente, no me gusta hablar de lo que hemos perdido. Al contrario, prefiero lo que tenemos por ganar. Siempre se pierde algo cuando se avanza: relaciones, objetos, momentos, experiencias… Y no pasa nada. Mi posición es mucho más optimista. No es verdad que la virtualidad nos haya hecho perder relación física con las cosas, porque yo, por ejemplo, sigo pensando con el cuerpo. Y de hecho la tecnología ha ayudado a que, aunque no haya esa fisicidad, las relaciones se mantuviesen. Disfruto tocando las cosas, pero no rechazo lo virtual: aunque trabaje con el cuerpo no soy antitecnología.
En este enlace puedes ver un reportaje a la artista performativa Malin Bülow.
En la madrileña Sala Alcalá 31 acogerá, del 19 de febrero al 3 de abril.
Laughing Hole, Pieza distinguida Nº 45 y LaBOLA, entre otras instalaciones.