El ceo de la firma de iluminación Vibia, Pére Llonch, escribe para ROOM sobre la lámpara Ghost de Arik Levy, un diseñador internacional a quien define como un auténtico escultor.
Arik Levy y Vibia
Arik Levy es un diseñador internacional al que definiría también como escultor. Con él mantenemos una relación de trabajo de 10 años o más. Si no recuerdo mal, es ya la quinta colección que realizamos juntos, siempre con una dinámica de briefings y contrabriefings; teniendo en cuenta que los briefings no son actos, sino procesos con un hilo conductor para conseguir esa parte emocional en los productos que diseña para nosotros.
La segunda colaboración con Arik Levy fue Wireflow, una luminaria muy exitosa que guarda relación con Ghost, pero casi como un ejercicio contrario. Wireflow es una oda al cable eléctrico mínimo que tiene, sin embargo, una fuerte presencia casi material.
Ahondando en los mismos conceptos —y aunque desde una perspectiva formal diferente—, Ghost proporciona también este doble juego de una cosa discreta por su aspecto, pero con una impronta rotunda por sus formatos de vidrio gigante. En este caso, además, aporta algo espiritual, una apariencia misteriosa —de ahí el nombre—, como un halo de luz muy envolvente. Se podría decir que es la calidez personificada: crea atmósfera, te rodea y te abraza. Y, a la vez, es como una escultura tanto en su versión de mesa como suspendida.
Si hablamos de la ejecución, Ghost es posible gracias a un buen uso de la tecnología led. Siempre invisible, porque es un parámetro de Vibia: la tecnología tiene que estar sin ser vista. Por otro lado, se exploró con muchas clases de vidrio, y ahí trabajamos con unos artesanos capaces de soplar piezas de un tamaño poco habitual. La combinación de lo artesanal con la parte tecnológica es otra dualidad de esta lámpara.
En Vibia, todo proceso de diseño es un apasionante camino de meses o incluso de años: maquetas conceptuales, experimentación con materiales, pruebas técnicas… Para Ghost hicimos muchos prototipos en una interacción permanente con todos los implicados en el desarrollo, que es nuestra manera natural de cocinar las ideas. Y al final llegamos a un objeto muy neutral, que se adapta a cualquier espacio y que genera ambientes acogedores.
Tiene vocación de estar sin molestar, siempre aportando. Para mí, el mayor deseo es que dentro de 30 años veamos esa voluntad de discreción y de esencialidad igual de bien. No hay mayor enfoque para la sostenibilidad que producir cosas atemporales. Y en este caso, hablamos de una luminaria que, por encima de todo, es alma vestida de materia.
En este enlace puedes leer el autógrafo en el que Arik Levy escribía sobre su lámpara Wireflow para Vibia