La naturaleza no posee límites para sorprendernos, pero a veces intentamos recrearla de un modo distinto a través de lo artificial. La artista islandesa Hrafnhildur Arnardóttir, más conocida como Shoplifter, tiene la costumbre de ofrecernos paisajes insólitos llenos de suavidad y languidez; atmósferas irreales que parecen sacadas de un mundo fantástico. ¿Su truco? Cabello sintético y un amor incalculable por el color.
El imaginario de Shoplifter
Los románticos se encargaron de idear nuevas representaciones a mediados del siglo XIX a través de sus artes, y plantearon una búsqueda constante de empastar el sentimiento con el lugar que lo circunda. Sin embargo, basta con apreciar la belleza onírica para sumergirnos en otras dimensiones donde todo resulta posible. Artistas como Sheila Hicks invaden halls con su arte textil en un claro homenaje a las formas orgánicas; Shoplifter cabalga en una dirección similar, más hiperbólica, pero con un material predilecto diferente.
Nacida en Islandia y afincada en Nueva York, esta creadora emplea cabello sintético para originar sus parajes de fantasía. “Me fascina la idea de que tenemos un tipo de ‘vegetación’ cambiante por todo nuestro cuerpo que debemos cuidar y domar”, afirma. Ya sea moldeado, cepillado, trenzado o derretido, el cabello genera una serie de piezas que parecen suspirarnos. Por ello lo despliega por estancias, esculturas o escenografías junto a otro de sus elementos icónicos: el color. “No he conocido un color que no me guste”, algo que queda patente en cada una de sus intervenciones.
Cabello sintético convertido en arte
Mientras los pintores suelen mezclar y seleccionar su paleta cromática, Shoplifter no desdeña ningún matiz. En un recorrido por sus instalaciones, es palpable la suavidad de la atmósfera y el impacto visual. Los cabellos crecen, se reproducen por los muros y emanan una energía mística. La superposición de colores radiactivos supura viveza en un hábitat hecho para la imaginación; todo es blando y esponjoso, como si el cast de Barrio Sésamo se hubiese desecho ante nuestros ojos.
Precisamente, esto ocurre en Chromo Sapiens, su obra para el pabellón de Islandia en la Bienal de Venecia de 2019. En ella nos transporta a un escenario caleidoscópico dominado por el pelaje multicolor. No se trata de competir contra la naturaleza, sino de exagerarla y abstraerla para el usuario. Es lo que Shoplifter define como Hipernaturaleza: una manera surrealista de admirar el medio. En Hyperlings —su última incursión para la galería de arte de Alberta—, presenta una sala inmersiva donde las paredes están cubiertas de pintura de neón y del techo penden fibras a modo de arcoíris explosivo.
En esta especie de laberinto cavernoso, la única condición es dejarse acariciar por estalactitas mullidas. No hay un significado oculto detrás de este arte, solo la oportunidad de olvidar, sentir y dejarse fascinar por el cabello como Hrafnhildur lo hizo ante la trenza cortada de su abuela. ¿Qué se espera en un ambiente tan salvaje si no un viaje a lo extraordinario?
Descubre las macroesculturas textiles de Ernesto Neto en el MFAH.
Shoplifter / Hrafnhildur Arnardóttir es una de las artistas contemporáneas más importantes de Islandia, con sede en Nueva York. Trabajando tanto con cabello sintético como natural, sus esculturas, murales de pared e instalaciones específicas del sitio exploran temas de vanidad, autoimagen, moda, belleza y mitos populares.