Cuando se trata de innovar como parte de la normalidad, Nissan lo hace de manera extraordinaria. Así es como vuelca los tres conceptos del diseño nipón —elegancia minimalista, atención al detalle y armonía con la naturaleza— en cada uno de sus vehículos.
El ser humano de hoy disfruta del sedentarismo y, a la vez, de un espíritu nómada. Esto no es en ningún caso incompatible. Hablamos de libertad, de elegir. Y el gran reto es que nuestras elecciones no condicionen a las generaciones venideras. En este punto, la movilidad es uno de los temas candentes. Nissan, el fabricante de automóviles japonés, ha destacado desde sus inicios por un enfoque futurista y atemporal. En el corazón de su filosofía subyace un profundo aprecio por el rico patrimonio cultural de su país. Inspirándose tanto en la artesanía antigua como en sus iconos arquitectónicos modernos, la compañía ha sabido fusionar tradición y contemporaneidad como un valor. Y siempre con una actitud kabuku: pensar fuera de caja. Lo que los lleva a diseñar coches para sentirlos.
El diseño nipón se apoya en tres conceptos: elegancia minimalista, atención al detalle y armonía con la naturaleza. Estos principios están profundamente arraigados en la cultura de Nissan y se hacen evidentes en cada curva de sus vehículos. En este contexto, es imposible pasar por alto las obras de Sori Yanagi, Naoto Fukasawa u Oki Sato, cuya capacidad para infundir a los objetos cotidianos un toque de fantasía conecta con el compromiso de la marca para concebir modelos que cautiven e inspiren. Como vimos con el Nissan Qashqai, cuyos propietarios se subieron a una ola para no bajarse jamás y con el que quedaba inaugurada la categoría de crossover urbano.
Toyo Ito, ganador del Premio Pritzker, ha traspasado los límites de la arquitectura actual. Sus construcciones interactúan a la perfección con el paisaje y este gesto integrador se alinea con la visión de Nissan en su búsqueda de vehículos que armonicen con el entorno sin abandonar su carácter distintivo. ARIYA, su nuevo crossover eléctrico, nos invita a la contemplación y responde al espíritu de la firma: crear objetos de deseo visualmente impactantes, con un dominio inteligente del espacio y, al mismo tiempo, funcionalmente eficientes.
Si focalizamos en el tema de la eficiencia, la empresa siempre ha aspirado a una ética medioambiental. Ya en 1947 diseñó el Tama, su primer eléctrico, con el que Nissan hacía frente a la escasez de petróleo y las secuelas de la II Guerra Mundial. Toda una avanzadilla tecnológica con la que forjó su enorme legado como fabricante: adelantarse y ser un pionero en el ámbito de la automoción. Porque de todo de lo que se habla hoy cuando hablamos de movilidad, en Nissan ya se hizo. Y es que, cuando innovar se convierte en lo normal, la normalidad supone algo extraordinario.
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