El poliédrico Nick Cave se formó como bailarín antes de comenzar los estudios de Bellas Artes y orientarse al plano de la plástica. Hoy, hibrida ambos lenguajes para desafiar los roles de identidad hegemónicos y utiliza la escultura para hacerse invisible. El próximo mes de mayo tendrá lugar en el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago la primera gran retrospectiva que llevará por título Nick Cave: Forothermore.
“Me veo a mí mismo como un mensajero”, afirma Nick Cave (Misuri, 1959), uno de los artistas visuales más vistosos y reconocidos del panorama internacional. Aunque se mueva en el terreno de la instalación, el vídeo o la performance, es fundamentalmente un escultor interesado por las cuestiones materiales. Entre sus obras más afamadas están, por un lado, los Soundsuits, figuras cubiertas con trajes que en ocasiones se activan en espectáculos dancísticos y que fueron un punto de inflexión en su carrera; y, por otro, sus creaciones a partir de elementos reciclados.
Es un productor de objetos y también de mensajes que concibe el arte como un vehículo eficaz para el cambio, afrontando con responsabilidad el poder de su altavoz como artista. Esta arraigada conciencia social le ha llevado a desempeñar tareas como educador —a día de hoy es profesor de moda, cuerpo y vestuario en el Art Institute de Chicago— y también como activista y divulgador.
“Me pregunto cuál es el papel del arte dentro del ámbito público, cómo puedo usarme a mí mismo como una forma de servicio. Quiero hallar una manera de generar espacios en los que puedan producirse las discusiones que es necesario tener”. Esta defensa de la diversidad es la esencia del porfolio de Nick Cave.
Hablamos de una propuesta de estética colorista y vibrante que impacta alegremente al primer vistazo, pero que, tras una segunda mirada, evidencia recuerdos de intolerancia y violencia cotidiana: escenas y acontecimientos que han marcado en Estados Unidos la lucha contra la discriminación racial de las últimas décadas, como el asesinato de Trayvon Martin en 2012 o el de Michael Brown dos años más tarde
Trajes para agitarse y transformarse
Como complemento a la gran muestra retrospectiva en el museo de Chicago, se proyectará a gran escala en la fachada del edificio theMART una remezcla de Drive-By: la videoinstalación donde Cave participa junto a otros performers portando los trajes-esculturas que lo hicieron famoso. Este vídeo se mostró por primera vez en septiembre de 2011 durante siete días, e iluminó la esquina de East 23rd Street y South Michigan Avenue en Chicago. Sobre aquella exhibición Cave afirma: “Sabía que era un momento poderoso para compartir mi obra, sacarla de las galerías y llevarla a los hogares de todo el mundo. Lo vi como un modo de conectarme con personas que no estaban familiarizadas conmigo o incluso con el poder del arte. Así que este metraje está imbuido de ese espíritu”. Unas semanas antes, la revista Vogue publicaba un reportaje de ocho páginas donde esas piezas aparecían junto a bolsos y calzado de diseñadores como Yves Saint Laurent y Dior. Su salto a un público masivo estaba hecho.
Han pasado 20 años desde el primer Soundsuit (1992), concebido en respuesta a la brutal agresión al taxista Rodney King a manos de la policía de Los Ángeles, y que desembocaría en una ola de protestas por la ciudad. Ese mismo día, horas después del suceso, Cave recolectó pequeños palos en un parque, y confeccionó con ellos una manta de diminutos bastones de madera que servían de segunda piel y sonaban al chocar entre sí. Esto supuso la némesis de un cuerpo de trabajo que acompañaría al artista a lo largo de su carrera y que abría un nuevo y poderoso camino de investigación discursiva.
Nick Cave. Poder y resistencia
A día de hoy, y tras haber diseñado más de 500 trajes, el relato aún es efectivo: “Los temas que abordan siguen siendo importantes en mi vida, se trata de poder y resistencia, de cómo aguantamos y nos enfrentamos a algo”, aclara el autor. Sus creaciones entrañan una denuncia al racismo y a la desigualdad al mismo tiempo que con su carácter festivo apelan a la potencia de la diversidad. Son símbolos de todas las razas y procedencias, engloban a todos los seres. Aquella primera pieza que acabó convirtiéndose en vestimenta evoca la idea de protesta cuando está en movimiento y suena: habla de gritar y no ser escuchado, de construirse una armadura para la indignación y esconderse dentro para sobrevivir.
Todos los Soundsuits de Nick Cave beben de los rituales africanos, de las danzas del mundo, del Mardi Gras de Nueva Orleans, pero son también un espacio íntimo pensado para una nueva convivencia entre el cuerpo y el objeto, un nuevo sitio inventado en el que estar. Por ello, colocarse un traje implica renunciar a una parte de lo que uno es. En palabras de Cave, “sirven para salir de la norma, de la zona de confort, y eso resulta un proceso muy difícil: no puedes completarlo y continuar siendo tú mismo (…) conlleva entrar en una especie de desconocido. En el momento en que usas el traje, estás protegido. Tu identidad ya no es relevante”.
Que paren de danzar las esculturas
Los trajes de Cave se exponen en museos y galerías, pero otras veces forman parte de representaciones donde se activan y danzan al ritmo de músicas tribales o electrónicas. Son dos escenarios bien diferentes, dos propuestas con significados y connotaciones distintas. “Sé que en origen siempre han sido una escultura”, señala Cave, que observa cómo lo estático permite un abanico de lecturas más amplio y misterioso que las acciones performativas, espectacularmente estéticas y luminosas.
Con el paso del tiempo, la crítica social en la que se implicaban los trajes de Nick Cave se ha ido volviendo más explícita, dando paso, por un lado, a composiciones de diferente escala con el objeto encontrado como protagonista, y, por otro, a grandes pinturas que a modo de bajorrelieves proporcionan experiencias casi inmersivas. “En un momento decidí ir un paso más allá de los Soundsuits, y, en vez de refugiarme y protegerme, empezó a atraerme la idea de entrar de lleno en la problemática”. De aquí surgen instalaciones como Until, producida para MASS MoCA, donde la exposición se convierte en un campo abigarrado de 16 000 molinos de viento, 13 cerdos dorados, candelabros, millones de cristales y un cocodrilo, entre otras maravillas. Sus piezas casi siempre surgen del encuentro con uno o varios elementos, que son la clave y que más tarde el artista coloca sobre un cuerpo o un lugar adecuado para empezar a componer, en términos materiales, la obra en la que intervendrán más tarde cuestiones formales y estéticas, experiencias y casualidades.
Extraordinarios objetos de desecho
Cualquier proceso creativo supone un medio para comprender el entorno en el que surge. Hoy, es obvio que vivimos en la abundancia y en el desecho, y Cave ha encontrado en ese excedente y su reciclaje un sistema de comunicación. A través de ellos establece atmósferas líquidas, multiculturales, difíciles de identificar y que sirven de puente. “Cuando vamos a un museo de ciencias naturales miramos las cosas y sabemos que son preciosas, importantes, pero estas solo funcionan de ese modo en culturas particulares y en su día a día, por lo que su significado es cambiante”.
La producción de Nick Cave puede verse en galerías y museos de todo el mundo, como el Smithsonian American Art, el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Trapholt de Dinamarca o el Museo de Arte de Seattle, entre otros. Ha participado en multitud de acciones que implican a colectivos, estudiantes, asociaciones y comunidades enteras, y lidera su propio proyecto de ayudas y mecenazgo a jóvenes artistas. Con su trabajo busca contribuir a la generación de espacios seguros donde tratar temas extremadamente difíciles y traumáticos. Espacios que, como sus trajes —que él mismo tacha de “objetos oscuros”—, se ubican en la penumbra y se alimentan de la esperanza sin renegar de la tiniebla que supone hacer honor a la memoria y a las pequeñas historias. Cave nos invita a reconstruirlo todo, a resignificar un sistema de valores casi siempre cruel y a mirar desde el ángulo incorrecto para convertir lo extraordinario en cotidiano (y viceversa). |