Jan Mach y Jan Vondrák son dos jóvenes y animosos arquitectos checos formados en Liberec; allí establecieron en 2008 su estudio, desde el que vienen abriéndose camino con una obra sonriente y bienhumorada: el Mirador de Špička. Un observatorio de acero que se levanta en mitad de la naturaleza.
Spike. Un folie en los Sudetes
El mirador en medio del bosque o en lo alto de la montaña se ha convertido en un género recurrente de la arquitectura de los últimos años. Un género menor pero vistoso, un ejercicio que permite enfrentarse —sin arriesgar demasiado— a los desafíos de la construcción ligera y sostenible. La expresión de un nuevo pintoresquismo amable y ecofriendly que siembra nuestros paisajes y nuestras revistas de entretenidas folies, como las que antaño amenizaban los parques cortesanos.
Jan Mach y Jan Vondrák son dos jóvenes y animosos arquitectos checos formados en Liberec, la apacible localidad que funge como capital de la región montañosa de los Sudetes, tan relevante en la historia del siglo XX europeo. Allí establecieron en 2008 su estudio, desde el que vienen abriéndose camino con una obra sonriente y bienhumorada a tono con su nombre, Mjölk: “la palabra más hermosa del diccionario sueco”. Significa “leche”, aunque no parece que la elección sea cosa de semántica.
En Mjölk Architekti han abrazado con entusiasmo este interés por los observatorios en mitad de la naturaleza, sin otro contexto que el rumor del viento entre los abedules, la luz cambiante, las siluetas percibidas entre la niebla, los juegos de tamaño y, en último término, “los cielos estrellados”. Hasta cinco estructuras de este tipo han diseñado por el territorio, proyectos que a menudo abordan sin encargo previo para ofrecerlos después a los municipios del entorno, que los suelen recibir con los brazos abiertos.
Mirador de Špička. Acero que se fija en la roca
El más reciente es este ingenio de acero que se levanta sobre una peña llamada Malý Spicák y se abre al valle en el que confluyen los ríos Desná y Kamenice. De aquí partía una antigua pista de trineos de competición (bobsleighs) muy popular en la zona, por eso la figura con casco y mono que salpimenta las fotos, como un improbable cosmonauta dispuesto a ponerse a los mandos de esta simpática nave alienígena que se fija a la roca con tres patas desiguales. La escala en dos tramos que salva los desniveles e irrumpe en medio de la plataforma acentúa la impresión.
La atalaya tiene algo de entrañable personaje de cómic, y ese aire entre orgánico y pop donde rezuma el espíritu juguetón de Archigram la singulariza entre esta categoría de edificaciones. No en vano, la idea tiene algo de paloselfi, una suerte de prótesis que uno extiende para obtener otro punto de vista sobre el paraje y sobre uno mismo en él. De hecho, el dorso del cuerpo superior, “delicado y elusivo como una gota de rocío que apenas toca la roca”, es un espejo convexo que devuelve a quien asciende hacia él su propia imagen inmersa en el medio circundante. Justamente el envés de lo que podrá admirar (y fotografiar, claro) desde el mirador.
En este enlace puedes conocer otros miradores en medio de la naturaleza.
Sobre una peña llamada Malý Spicák y se abre al valle en el que confluyen los ríos Desná y Kamenice; concretamente en la región montañosa de los Sudetes.
Jan Mach y Jan Vondrák.