Hasta el próximo día 31 de marzo podemos ver en el Centro Cultural Fernando Fernán Gómez la exposición Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial. Una retrospectiva dentro de la programación del Madrid Design Festival 2024 dedicada a este diseñador e interiorista que, comisariada por Claudia Oliva y Gonzalo Milá, nos enseña una visión global de la trayectoria de uno de los pioneros fundamentales en la historia del diseño en España.
Miguel Milá: el anciano prodigio
Seguramente, quien lea este texto tendrá la posibilidad de acceder a multitud de artículos, reseñas y reportajes que aborden la exhibición Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial desde un punto de vista mucho más profesional, con un análisis más riguroso, lleno de datos, fechas y referencias. Pero, siguiendo la aseveración de José Bergamín, ya sabéis, aquella que afirma “soy subjetivo, ya que soy sujeto. Si fuese objetivo, entonces sería un objeto”, este artículo sobre esta magnífica exposición va a plantearse desde una perspectiva y un enfoque mucho más personal.
Tal y como se indica en alguno de los textos de sala del Fernando Fernán Gómez —cuya lectura, a falta del catálogo que merece esta retrospectiva, recomiendo—, la labor de Miguel Milá se inició en la España de los 50: un escenario marcado por la autarquía y por una industrialización precaria. Por ello, el calificativo de “pre(industrial)” en el título de la muestra resulta tan idóneo, aunque se podría remarcar dicha idea anteponiendo ese mismo prefijo al sustantivo, designando así su ejercicio como de “(pre)diseñador”. Con esto último se describirían las hipotéticas situaciones en las que la práctica de Milá podría haber sido calificada por otros —o incluso por sí mismo— como de dibujante, delineante, proyectista o —llegando a las denominaciones más imaginativas— de inventor; todo en una época en la que el concepto de diseñador no formaba parte del léxico del empresariado, mucho menos del de la sociedad española.
De hecho, una trayectoria como la suya —condensada aquí en más de 200 productos, prototipos y dibujos originales— convierte a Miguel Milá en lo que suelo denominar un “anciano prodigio”. Me explico: su caso ejemplifica la idea que mantengo desde hace tiempo de que, al tratarse el diseño de una actividad vivencial, cuanto más se vive mejor se diseña, y esto explicaría a su vez que no haya “niños prodigio” en el campo de esta disciplina.
La influencia honesta del diseñador catalán
Al descubrir el nombre y el trabajo de Milá durante la época estudiantil, tanto a mi hermano como a mí nos llamaba la atención que a la hora de diseñar —nosotros ya conocíamos el término— lo hiciese trasmitiendo a sus creaciones simplicidad, honestidad y, sobre todo, silencio. Una acción que contrastaba con el griterío de las ocurrencias de grupos como Memphis y Alchimia, que también descubrimos por aquellas mismas fechas.
A modo de manifiesto personal, y reconociendo el influjo que las tentaciones formalistas posmodernas tuvieron en alguno de nuestros primeros trabajos, decidimos imprimir y enmarcar una pequeña lámina en la que podía leerse el referido ¿CÓMO LO HARÍA MILÁ? Un homenaje implícito y muy personal a aquel ¿Cómo lo haría Lubitsch? que, concebido por Saul Bass, presidía la oficina de mi idolatrado Billy Wilder, y que desde entonces ocupa un lugar destacado en nuestro estudio. Obviamente, nunca hemos llegado a levantar los ojos hasta ese cartel buscando una respuesta cuando hemos tenido que enfrentarnos a un problema proyectual en algún diseño. No obstante, sí ha servido para recordarnos a diario el sentido común, la sencillez y la honestidad que caracteriza a la obra de Milá, y que nosotros hemos intentado imprimir a la nuestra; pues como resume la frase de Talleyrand: “Todo lo que es excesivo es insignificante”.
La elegancia de Miguel Milá en la retrospectiva del Madrid Design Festival
Hace unos cuantos años, el señor Milá fue invitado a una presentación en Madrid, no recuerdo muy bien con motivo de qué. Lo importante es que, cuando se le cedió el micrófono, lo utilizó para agradecer cortésmente la invitación al acto y manifestar que su intervención sería breve porque reconoció no ser un diseñador con discurso. He de admitir que, siendo un gran defensor de que los diseñadores y diseñadoras ocupen una posición central en el ámbito del pensamiento, la crítica y la reflexión sobre nuestra propia profesión, salí un tanto decepcionado al ver cómo uno de nuestros referentes no tenía mucho que decir.
Sin embargo, en seguida me di cuenta de que Milá no necesitaba tener una declaración profunda para responder entrevistas o dictar conferencias. En realidad, sí la tenía, solo que no articulada a modo de elaborada filosofía, sino materializada en objetos, utensilios, mobiliario e interiores que, con la elegancia de la sencillez, dictan el magnífico discurso que podemos escuchar en Miguel Milá. Diseñador (pre)industrial.
Esta anécdota me ha venido a la cabeza coincidiendo con el descubrimiento reciente de una frase de uno de mis fotógrafos favoritos, el neoyorquino Saul Leiter, en la que afirmaba no tener una filosofía, ya que tenía una cámara. Pues bien, dejemos a Milá seguir trabajando en silencio, con sus bolígrafos y lapiceros, pero sobre todo con sus herramientas, haciendo que las cosas sean (pre)diseñadas en su taller antes de entrar en nuestra vida.
En este enlace puedes leer el autógrafo de Cutu Mazuelos sobre uno de los iconos de Miguel Milá: la lámpara TMM.
Hasta el 30 de marzo en el Centro Cultural Fernando Fernán Gómez