La colección Metamorphosis de Valeria Vasi convierte la línea en un territorio fértil donde el trazo se vuelve cuerpo y reflexión. Esculturas de hierro fundido que habitan entre lo geométrico y lo orgánico, lo racional y lo onírico, y que proponen un viaje poético a la esencia misma del objeto.
Valeria Vasi: la línea como herencia
La diseñadora Valeria Vasi parece sentirse cómoda en ese terreno que no desdeña la simpleza del trazo. Existe escuela detrás de esta inquietud creativa. La geometría primaria tomaba corporeidad en el juego antisistema del Grupo Memphis, que buscaba romper con el racionalismo a través del boceto espontáneo. Los dibujos de Nathalie Du Pasquier o Ettore Sottsass se vislumbraban como garabatos coloristas de contornos gruesos e irónicos, trasladados a muebles reales como diseños “a mano alzada”. Mobiliario naif construido por la línea como ornamento y estructura. En un presente más inmediato, Oki Sato —fundador de estudio Nendo— toma el relevo, pero alejándose de lo explosivo para materializar sus creaciones a partir de la raya mínima.
Nacida en Moscú y radicada en Barcelona, la práctica de Vasi se centra en fusionar diseño, arte y artesanía, utilizando una amplia variedad de materiales y llevándola a ser fichada por la famosa galería —con sede en Milán y París— Boon Room. En su enfoque siempre hay un propósito que la sobrevuela más allá de la linealidad: el trato directo con lo hecho a mano. Una señal que refleja una sensibilidad pura, alejando la creación de la serialidad y desdeñando la réplica para centrarse en lo auténtico. Hierro, cerámica, vidrio, acero o madera los trabaja en colaboración con artesanos locales y con una delicadeza que prioriza la ensoñación tangible. Además de su exploración formal por medio de jarrones, como Terra o Terra Off, su colección Metamorphosis se posiciona como su magnum opus hasta el momento: un conjunto escultórico en hierro fundido de estética lorquiana.
Metamorfosis y surrealismo
Detrás de cada pieza que compone esta serie de collectible design se esconde una metáfora. Un surrealismo pictórico con el que Vasi proyecta figuras que parecen tener vida propia; ya sea por la organicidad de su silueta o por la verdad oculta que guardan. Objetos que actúan como un verso al situarnos en un limbo contemplativo. En Descending Chair, el tiempo se detiene entre el cielo y la tierra: un punto exacto donde la pausa hace que el orden lineal y lo inesperado se abracen en un descenso perpetuo por un respaldo-escalinata que no sabemos dónde lleva. Con The All-seeing mirror, la estructura acude a lo primitivo, un triángulo que actúa como un ojo multiplicando reflejos y expandiéndose desde sus vértices. Un espejo que observa igual que es observado para conducirnos hacia un umbral donde la mirada se interroga a sí misma.
En este viaje por lo onírico, Thurible se erige como una reivindicación ritual. Igual que un péndulo suspendido, su apariencia arcaica y futurista al mismo tiempo habita lo sagrado y nos invita a la reflexión consciente, a respirar en silencio el humo que emana. Mientras que la curva tensionada se halla en Orbit. Un giro que sugiere el movimiento eterno como un planeta que danza alrededor de un centro invisible. Lo cotidiano se transfigura y Vasi cumple con la metamorfosis de sus objetos: lo común y funcional se mantiene, pero la raíz artesanal y la aspiración poética impregnan con su sutileza. Y el resultado es visible: monumentos que se narran desde el minimalismo táctil. Un diseño que media entre la contención espiritual y el flujo más salvaje de nuestros sueños.
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