La Casa Encendida sirve de escenario para un cruce de miradas sin precedentes: Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewitch, Ŝvankmajer y los hermanos Quay. La muestra reúne por primera vez a cuatro figuras fundamentales del cine de animación y ya supuso un éxito inesperado en su anterior emplazamiento, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. Ahora llega a Madrid y traspasa los límites del espacio expositivo, proponiendo la continuidad del circuito en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y en el Museo Lázaro Galdiano, además de un ciclo de audiovisuales programado hasta el mes de diciembre.
Maquinarias imposibles, personajes hibridados, estudios naturales, objetos cotidianos, un fragmento de una pintura de El Bosco, ilustraciones de cuentos clásicos, un bebé árbol, templos y dioses, el infierno, la infancia, Archimboldo, clases de anatomía, Ensor Munch, Alicia (de Lewis Carroll). Éste, o cualquier otro, puede ser el extracto visual con el que el espectador abandone la muestra. Y es que Metamorfosis no es sólo una exposición sobre animación. Durante el recorrido no hay una sucesión de videos ordenados bajo criterios cronológicos, ni siquiera un circuito preestablecido, aunque sí tres espacios claramente definidos; de haber rótulos temáticos anunciando cada uno de ellos podrían titularse del siguiente modo: Taxidermias animadas de Ladislas Starewitch, El gabinete de curiosidades de Jan Ŝvankmajer o Herramientas de subversión de los Hermanos Quay.
El interés por la naturaleza y su formación como entomólogo llevaron a Starewich a experimentar con personajes peculiares: marionetas e insectos disecados a los que atribuía una vida irreal humanizada, eran los protagonistas de sus producciones. La reinterpretación del cuento tradicional, muy notable en su obra, se radicaliza en el trabajo de los Hermanos Quay. Los referentes se tornan grotescos y la tradición cándida de lo fantástico desemboca en espacios oníricos no necesariamente ideales. Con frecuencia “animan lo insignificante” cargándolo de una narrativa crítica al dar vida a objetos destinados a la obsolescencia. Bajo ese mismo criterio seleccionaba Ŝvankmajer a sus personajes y también a los objetos que integran su particular Wunderkammer, del cual expone un fragmento en la muestra. Pero no son tan obvias las coincidencias. Resulta complejo entrecruzar los discursos, y aun así detectamos que aquellos rótulos que distinguían el contenido de las salas podrían ser intercambiables. La exposición logra hacer evidentes las interferencias entre sus producciones individuales y es ahí cuando el conjunto adquiere unidad.
Metamorfosis es, además de una exposición sobre animación, un ir y venir de estímulos visuales herederos de un imaginario colectivo y tradicional sobre “lo fantástico”. En él conviven al mismo tiempo procesos y resultados, referentes artísticos y literarios, piezas privadas adquiridas o creadas. Un complejo anecdotario integrado por objetos e imágenes (son escasos los textos y las cartelas) que superpuestos multiplican las lecturas de la muestra, al mismo tiempo que la vuelven delirante e inabarcable. Imaginemos el intento por concentrar en un tarro, o en un texto, o en un par de habitáculos, cada una de las imágenes que intervienen en la factura de una trayectoria vital -de un universo íntimo-, y que todo eso se proyectase fotograma a fotograma. Algo así es Metamorfosis.