Maurizio Cattelan reaparece con una exposición en el Pirelli HangarBicocca de Milán

Cuando Maurizio Cattelan se emborrachó de éxito

Maurizio Cattelan es uno de los artistas más relevantes del panorama artístico contemporáneo. Sus obras han batido récords de venta en las principales subastas del mundo. En sus esculturas ha retratado a Hitler y a Juan Pablo II, ha usado palomas y caballos disecados y hasta le dedicó un epitafio a Mark Zuckerberg en la instalación Eternity with tombstones.

Fue en 2011, tras su retrospectiva en el Guggenheim de Nueva York, cuando anunció su retirada. El paréntesis ha tenido el carácter performativo al que nos tiene acostumbrados; y aunque en estos años se ha dejado ver puntualmente —incluida la aparición en 2016 de su retrete de oro en los baños públicos de un museo—, es ahora cuando se celebra la primera exposición del italiano ideada en conjunto y de reciente creación.

Una exposición site-specific para el Pirelli HangarBicocca

Bajo el título Breath, Ghosts y Blind, la muestra está pensada como un site-specific para los espacios de la antigua fábrica de locomotoras. La componen tres únicas piezas con las que revisita viejos planteamientos en los que encarna, según su percepción, la fragilidad, la memoria y la pérdida, representando de manera alegórica y teatral los estadios del ciclo de la vida.

Cattelan habla en un tono nostálgico y sereno, alejado del espíritu burlón que poseían sus discursos. En Breath plasma un vagabundo dormido junto a su perro en posición fetal, ambos están esculpidos en mármol de Carrara, lo que enfatiza un retrato frío, hierático y de facciones simplificadas. Aquí aborda la escultura desde el anonimato, pero la dosis de realismo explícito sigue presente en Ghosts, una instalación integrada por decenas de pichones disecados, que observan camuflados en la oscuridad de la arquitectura.

Se trata de una obra reciclada de dos de sus apariciones en la Bienal de Venecia, que en esta ocasión multiplica y oculta planteando un diálogo diferente con el espacio y dando un nuevo sentido a trabajos de taxidermia como Novecento (1997) Bidibidobidiboo (1996), que lo catapultaron a la fama y a las portadas de prensa.

Blind, la obra sobre el 11-S

Cattelan, que habría dedicado su carrera más que al arte, al éxito del arte (en palabras del galerista Massimo De Carlo), se intuye a sí mismo basculando entre la omnipotencia y el fracaso. Ahora vuelve, enfundado en el traje de artista que no se pudo quitar, con una reconocible alteración de tono. Y quizá sea Blind la pieza que mejor desvela sus inquietudes inéditas, expresadas en un lenguaje que tiene también mucho de novedoso. Consiste en un monolito de resina negra atravesado por un avión del mismo material; estas formas sencillas se unen en un solo volumen concebido a modo de monumento en recuerdo a los atentados de las Torres Gemelas.

Reparar en el acontecimiento que supuso un cambio de era, hacerlo desde la distancia y de una manera austera y simbólica supone una declaración de intenciones. Hasta el momento era el escándalo manifiesto el ingrediente que colocaba su arte en los museos y en las casas de subastas, mientras el público lo miraba con recelo. Aquí su relato parece haberse involucrado con una historia común que busca exhibir, contra todo pronóstico, emociones consensuadas.

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