The Pomelo Amphawa Café es la última obra de Looklen Architects, un estudio que ha sintetizado en esta propuesta de cafetería moderna las tradiciones constructivas autóctonas de las casas tailandesas.
Un café moderno entre los humedales
Para hablar del último proyecto de Looklen Architects es importante entender el concepto de vacío como algo primigenio: todo sale de la nada y el espacio se configura a partir de ponerle límites a la vacuidad. En el caso de Pomelo Amphawa Cafe, la conciencia espacial se adquiere a partir de la configuración de sus propias barreras. Su trascendencia no reside en las paredes, tampoco en la composición o en la disposición de sus partes; más bien en lo que hace que ese vacío logre una dimensión más allá de la sensorial y la racional. Por eso Looklen Architects ha intentado crear un todo que no se centre solo en sumar conceptos, sino en profundizar en otros elementos clave como la vegetación, el paisaje, la luz o la proporción.
El contexto sitúa al edificio a orillas del río Mekong: un ecosistema fluvial rico en diversidad que proyecta a su alrededor un entorno selvático, de grandes jardines y humedales tailandeses. A Pomelo Amphawa Cafe se llega a través de una bocacalle que desemboca en una gran área ajardinada de construcciones pequeñas. Un lugar de acceso completamente verde, cercado, tenuemente iluminado, de muros y techos de hormigón en bruto y con suelo irregular de adoquines a modo de alfombra. La mirada aquí se fija en el extremo opuesto, en el singular resplandor de la silueta ovalada de un pequeño volumen al fondo. Esculpido por luces y sombras y enmarañado por distintos tonos grisáceos, rojizos y verdosos —correspondientes a los materiales empleados— se halla un diminuto café.
Un oasis circular con cubierta de hormigón
La zona frontal del conjunto está dominada por un gran muro escalonado de hormigón perforado y sin enlucir que se prolonga como un graderío por los costados. La sección transversal muestra cómo se logra cierta privacidad respecto a la calle, aislando la primera planta al abrigo de ese graderío y generado una cubierta como una terraza exterior al café. Una escalera de adoquines reutilizados e integrada en la misma cubierta —inesperadamente grande y ancha— asciende en penumbra por fuera del volumen de doble altura, también enmarcado por unas generosas carpinterías de hormigón y madera en bruto. Al bajar al nivel del rellano, una ventana encuadra un trozo de cielo —delimitado por un hueco bien proporcionado— y la promesa de otra vista del jardín-humedal. El ambiente queda definido por la escala, la luz, el movimiento, la relación lleno/vacío, las secuencias de la vegetación y, por supuesto, los desniveles de la superficie.
Aun siendo un proyecto muy pequeño, tal vez manifieste una intensidad mayor en alcanzar ese “grado cero” de la arquitectura: ese que tiene que ver con el primitivismo. Quizá haya que entender la propuesta con amplitud, es decir, como un paisaje más que como un edificio. En él, las ideas sobre la sostenibilidad están en el núcleo de su concepción al aplicarse tradiciones constructivas autóctonas de las casas tailandesas. Con ello se incluyen técnicas passivhaus al emplear ciertos recursos tectónicos: cubiertas ajardinadas y estanques, dobles muros de hormigón, celosías de madera permeables… Y, del mismo modo, se trabaja un gran jardín externo que rodea y brinda sombra y ventilación cruzada al edificio. Vamos, que lo que se ha generado aquí, más que un simple café, es un oasis.
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Looklen Architects tienen su estudio en Bangkok, Tailandia. Sin embargo, actualmente desarrollan proyectos en China y en Sri Lanka.