Encarar la obra de Lisa Klappe es percibir irremediablemente una mezcla de frialdad y belleza. De atracción e incomodidad. Sístole y diástole de una fotografía repleta de personajes embalsamados que se me mueve entre la producción de moda y el trabajo de autor.
Es complicado definir la labor de un artista. Siempre lo es. Hablar de emociones puede ser una forma de abordar el acto creativo. En este mundo de la fotografía cada día más saturado y menos sorpresivo, Lisa Klappe pelea con sutileza por su espacio. Ese paréntesis donde instalar su modo peculiar de retratar el interior desde la piel. ¿Es frío su trabajo? Mucho. ¿Es incómodo? Lo suficiente. ¿Es hermoso? Sin duda.
El origen de todo
“La fotografía siempre me ha interesado. Me gustaban especialmente las viejas imágenes que me iba encontrando (y coleccionando) por los mercados callejeros de antigüedades. Aquellos estáticos retratos de tiempos olvidados, que muestran a gente muy distinguida vistiendo sus mejores galas”. Escuchando a Lisa, uno empieza a entender por qué sus modelos, sus personajes, las gentes que conforman su mundo visual, mezclan la frialdad de la muerte con una belleza, digamos, diseñada. Una mano en la morgue, y otra en el lado chic de la moda.
Mientras preparaba esta entrevista y observaba sus retratos, me asaltaban palabras con las que acotar lo que ella hace: fashion, decadencia, oscuridad, belleza… “Sí, los términos que has pensado para demarcar mi trabajo son bastante ciertos. Yo retrato el diseño, a gente a la que le doy un look muy marcado. El reto es proporcionar a mis sujetos una cualidad determinada. Contar una historia con una imagen o una serie”. Está claro que su estilo bordea la sensación fría y casi desagradable que produce un hermoso cadáver. “Mucha gente me parece eso. Veo belleza en ello. Además lo morboso es inseparable de la vida. Algo que no puede faltar en mis fotografías”.
En sus modelos encuentro un fortísimo impacto físico: ese puente que vincula la extrañeza gélida y el mundo de la moda. Recuerdo a otros autores, como Helmut Newton, Annie Leibovitz o Tim Walker, que desde el paraguas de lo fashion han buscado una imaginería visual con una doble lectura: la de la publicidad y la del arte. Pero en el discurso de Lisa vemos, además, una estética que remite a la pintura de los maestros flamencos. “Indudablemente hay una influencia. Aunque no sabría decirte qué aspectos de mi cultura son los que más repercusión tienen en mis obras. Lo que sé es que la fotografía en sí ya no se limita simplemente a hacer fotos. El mismo disparo, el retoque, el tratamiento digital… todo el conjunto es un proceso que me va llevando a las imágenes que produzco”. Una labor creativa en la que se involucra plenamente. El estilismo o el maquillaje, por ejemplo, lo realiza ella misma, junto con los diseñadores con los que colabora. “Suelo usar imágenes, colores y dibujos para producir una especie de boceto anímico. Aunque en realidad no creo las fotos con antelación”.
Palomas decadentes
Junto a Joachim Van Den Hurk, hace unos meses la pudimos ver en la Casa Elizalde de Barcelona con el proyecto Decadent Pigeons. Por separado realizaron una interpretación de la relación del ser humano con las palomas. La humanidad vista como una aglomeración de esos pájaros cargados de parásitos y perdidos en el anonimato de la bandada. “Decadent Pigeons es toda una paradoja: a pesar del creciente individualismo, cada vez somos más parecidos unos a otros. Al poner la naturaleza humana frente a un espejo, Joachim y yo nos preguntábamos si nuestra búsqueda del bienestar y de la libertad no sería comparable a la de estos pajarracos. Las palomas son una metáfora del hombre moderno que sufre una pérdida de identidad, vive una depravación mental y una falta de fuerza moral. Y estoy interesada en el lado más oscuro de la gente, en lo más incómodo en la vida”.
Ojeando su currículum a Lisa no se le puede reprochar nada. Ha publicado en medios prestigiosos como Financial Times, Frame Magazine o la editorial Gestalten. Es conocida igualmente por sus colaboraciones con destacados diseñadores holandeses como Jo Meesters, Kiki van Eijk o Alissia Melka-Teichroew. Y no deja de exponer.
Voy concluyendo mientras le pregunto por otros medios. Por su posible interés en desarrollar obras desde otras disciplinas. Responde afirmativamente. De hecho, ahora ha comenzado a explorar el mundo de las instalaciones y el vídeo, junto a Kiki van Eijk. De cara al futuro “estoy buscando un lugar agradable para trabajar, como Portugal o Brasil. Prefiero un ambiente abierto, positivo, algo difícil de encontrar hoy en día en el norte de Europa, a causa de esta crisis y del nulo movimiento cultural”.
Sonrío. Pienso que tal vez un país como Brasil no le inspiraría del mismo modo para retratar esa carnalidad mortecina. No me imagino a una brasileña estática, epidérmicamente muerta. Aunque viendo cómo Lisa avanza en su fotografía, el resultado sería una mezcla aún más explosiva, aún más arriesgada, y sin duda, más arrebatadora.