Tras la clausura de la fábrica de Fiat en 1980, el Lingotto se convirtió en un fósil de la industria. El icónico inmueble —símbolo de la modernidad italiana— tuvo que ser renovado por Renzo Piano una década más tarde para transformarse en un espacio comercial y cultural. Benedetto Camerana —asesorado en el paisajismo por Cristina Ruspa— nos muestra, casi un cuarto de siglo después de aquella intervención, la última cara del edificio de las mil vidas, un templo de la salud, un oasis para la vida y la biodiversidad.
Lingotto. Un icono de la modernidad italiana
La fábrica de Fiat de Turín recibe el nombre del barrio en el que se construyó. Un edificio para coches se transformó rápidamente en el símbolo del progreso a principios de siglo, muy asociado —como les pasó a algunas vanguardias— al surgimiento del fascismo. La icónica pista en la azotea, con los peraltes en los lados cortos, se erigió como la imagen que deseaba la arquitectura industrial: una representación espacial de la cadena de montaje sobre un enclave que no podría nunca ser habitado por el ser humano.
Fue colonizado en 1994 por el sector servicios, como parte del proceso de terciarización que ha sufrido gran parte de ese tipo de patrimonio, incapaz de adaptarse a los nuevos ritmos de producción. Años más tarde, nos encontramos frente a una nueva metamorfosis; el lugar sigue siendo inhóspito, hace tiempo que no suben vehículos y que requiere una actualización que acompañe al uso comercial que le devuelva el sentido. ¿Cómo se transforma una pista de carreras en una plaza?
La cubierta verde del Lingotto
El proyecto de Benedetto Camerana se basa en el modelo del High Line, para plantear una intervención que convierta las enormes dimensiones de la superficie —24 metros de ancho y 2400 de largo— en un entorno más abarcable para el visitante. Con este objetivo, los arquitectos han buscado una consecución de zonas verdes combinadas con áreas para el deporte o la meditación.
Los parterres se elevan ligeramente sobre el asfalto para conseguir más centímetros de tierra de cara a la plantación; sobre ellos, se configuran mezclas de arbustos mediterráneos o algunos árboles de pequeño porte, como un jardín reducido que aguarda el recorrido. Algunas de las instalaciones existentes —del mismo modo que el pavimento de la pista deportiva— se han pintado de azul para atraer a los insectos polinizadores. El reciente enfoque reinterpreta el Lingotto como un templo de la salud, que complemente a las actividades culturales o de ocio que ya ofrecía la intervención realizada por Renzo Piano.
¿Es el nuevo Lingotto lo suficientemente verde?
El High Line hizo de una infraestructura urbana un servicio ecosistémico para la ciudad de Nueva York, y eso es algo que —a pesar del símil— cuesta hallar en este trabajo de Camerana. Los 6000 m2 de plantación se ven limitadísimos frente a la extensión total del emplazamiento, los peraltes se quedan sin tratar y tampoco se encuentran asientos, retiros de sombra o elementos de agua que inviten a la estancia. Los beneficios ecológicos son innegables, pero insuficientes teniendo en cuenta tanto el potencial espacial como la escala del edificio.
La honestidad y la fuerza que transmite la estructura de la fábrica se pierde en una propuesta algo descafeinada. Aunque sí se perciben pinceladas de sensibilidad por la biodiversidad urbana y por el paisajismo, afortunadamente son doctrinas que hoy en día van ganando el peso que merecen y hace años que dejaron de ser solo un complemento.
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Es un edificio industrial construido a principio del SXX para albergar la fábrica de FIAT en Turín. Las materias primas se introducían la planta baja y el proceso de fabricación terminaba —justo al revés que el modelo americano— en la cubierta donde podía probarse en una pista de más de 2 km de recorrido
Recibe el nombre del barrio de la ciudad de Turín donde está construido.