¿Emoción o razón? El Palais Bulles, diseñado por el arquitecto húngaro Antti Lovag, es el sueño húmedo de la arquitectura orgánica. Situado frente a la impresionante bahía de Cannes, el complejo residencial— ocupado por el diseñador Pierre Cardin y ahora en venta— fue construido para un industrial francés en los años 70. Un enclave curvilíneo que nos ofrece una solución al espacio habitable. Un edificio que supedita la técnica a la ergonomía humana.
El rupturismo de la arquitectura orgánica
Muchos han sido los intentos de destruir la caja arquitectónica, de expandir aquello que se constriñe entre cuatro paredes buscando debilitar los muros con aberturas cada vez más imponentes. Es quizá en la época contemporánea cuando más evidente ha sido está preocupación por diluir los límites interiores. Los avances tecnológicos en la construcción han permitido superar las restricciones y atacar a uno de los puntos más fuertes de las estancias tradicionales: la esquina, esa línea que se produce en el encuentro entre dos planos.
Antti Lovag imaginó esta vivienda como un área fluida. Una sublimación de esa inquietud por encontrar un espacio continuo donde las diversas habitaciones se generasen por inverosímiles contracciones y expansiones de la arquitectura, moldeando un conjunto de burbujas que se interconectan.
El Palais Bulles y su emoción curvilínea
Es difícil clasificar la morfogénesis del Palais Bulles dentro de la casa arquetípica. En realidad, en su momento debió ser complicado compararlo con cualquier producción arquitectónica, pues no parece una creación humana; apenas un lugar surgido de manera natural, una suerte de hormiguero que se adapta a la falda de la montaña y se extiende hacia el mar Mediterráneo.
El interior de esta arquitectura orgánica está constituido por superficies cóncavas y convexas que posibilitan un nuevo modo de redescubrir el entorno doméstico. Asimilando los usos de estas formas geomórficas se proyecta un ambiente completamente estimulante, en vez de otro centrado en el utilitarismo arquitectónico convencional.
La habitual geometría autoritaria—a la que incluso arquitectos famosos han dedicado poemas dirigidos a sus ángulos ortogonales—poco tiene que ver con la morfología humana y su ergonomía. Es más bien una respuesta a una lógica constructiva y técnica que no se ajusta completamente a nuestras características físicas y psicológicas. Sin embargo, Antti Lovag ideó una conexión más armónica entre arquitectura y hombre. A través de sus siluetas orgánicas puso esta disciplina al servicio del ser humano y no se subordinó exclusivamente a la estética poligonal.
La concepción de Antti Lovag
Es interesante comprobar que es posible otra aproximación diferente a la problemática del programa residencial. Antti Lovag planteó una pieza emocional, de líneas suaves y flexibles frente a esas formas puras y perfectas que resultan más impersonales y frías. Por otro lado, la geometría de esta arquitectura orgánica nos permite ordenar y dar sentido al espacio y, sobre todo, poder materializar los edificios. Francisco de Goya tituló uno de sus grabados como El sueño de la razón produce monstruos, en arquitectura también tenemos este tipo de engendros.