Desde hace ya seis años, el festival Concéntrico ha consolidado en Logroño una cita anual fundada en la transformación, durante unos pocos días, de su espacio urbano por medio de arquitecturas efímeras.
Estas instalaciones —14 en esta edición, celebrada a principios de septiembre— incluyen este año algunos nombres emergentes de relumbrón, como el del alemán Gregor Schneider, que ha urdido en la plaza del Mercado uno de esos lugares místicos (Kreuzweg) con los que ya colonizó la plaza de San Marcos veneciana o la de la Kunsthalle de Hamburgo; los británicos de Storey Studio, que recrean un fragante jardín riojano en la plaza de San Bartolomé, o Anna & Eugeni Bach, que intervienen con una suerte de diafragma textil sobre la histórica bóveda de piedra del Calado de San Gregorio.
Como muestra, tres botones, ejemplo de distintas estrategias para exprimir la mirada de lugareños y visitantes y volver del revés la invisibilidad en que la rutina del uso sume a ciertos lugares. Ignacio Hornillos Cárdenas y Javier Fernández Contreras proponen un artefacto conceptual.
Prismarium, en la plaza Escuelas Trevijano, es una “cristalografía de prismas” que se comporta como un caleidoscopio. Los viandantes se asoman a sus extremos y asisten a imágenes del entorno proyectadas por mecanismos de periscopio y camera obscura, de modo que pueden percibir el deslinde de las cosas y sus representaciones de forma dinámica y en tiempo real, de una manera bien empírica y concreta.
Los checos de KOGAA, en cambio, optan por una instalación-manifiesto que subvierte el significado del anodino aparcamiento donde se ubica: un anillo inflable de volumen equivalente a una tonelada de CO2 —soportado por una estructura de madera que puede usarse como asiento— lo convierte en estancia, auditorio, sala de proyecciones o evocadora luminaria nocturna.
Del mismo modo que KOGAA cuestiona los hábitos de consumo, los rumanos Attila Kim y Bogdan Ciocodeica activan las posibilidades de la ciudad como lugar de integración de poblaciones diversas —la rumana es la comunidad extranjera más numerosa en La Rioja—. En la plaza del Revellín, una plataforma elevada que se percibe como un tapiz es, en realidad, una gran mesa, un mueble urbano XL que invita al uso compartido y recuerda a una manta de pícnic concebida como una bandera universal. Un propósito ingenuo, quizá, pero no del todo ineficaz.
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