El diseño belga —sutil y audaz a la vez, silencioso pero elocuente, anclado en una voz honesta y elegante— tiene ambiciones. Ambición de crecer, de posicionarse firmemente en el mercado local y, cómo no, también de atravesar fronteras. Aspiraciones que aglutinan a un conjunto de profesionales de diversas áreas que, con carácter propio y un lenguaje singular, definen poco a poco un universo que se identifica bajo la marca Belgium is design y que une a todo el territorio con las iniciativas de tres instituciones: Wallonie-Bruxelles Design Mode, Flanders DC y MAD, Home of Creators.
Mucho de este empuje está relacionado con el papel de Wallonie-Bruxelles Design Mode, la agencia estatal dedicada desde hace más de 15 años a la promoción del diseño, la artesanía y la moda en eventos nacionales e internacionales, con soporte a jóvenes talentos y a estudios consolidados que quieren abrir sus perspectivas. Presentaciones colectivas en Nueva York, Milán, París, Hong Kong, Estocolmo, Saint-Étienne o Londres ratifican esta voluntad de dar a conocer el potencial de sus creadores, a los que conectan con empresas de todo el mundo a través de una amplia política de apoyo a las industrias creativas.
El dinamismo del diseño belga se traduce en nombres, propuestas y referentes basados en el cuidado del detalle constructivo, la aspiración a la calidad de la factura —y manufactura— y una especial inclinación hacia la narrativa de los objetos. Un sesgo poético que nunca deja de lado la actitud pragmática y la búsqueda de la funcionalidad. En este marco es importante también el gesto artesanal, no solo el de la mano, sino el de la mirada conceptual.
En paralelo, ferias y galerías locales se han convertido en amplificadores de señal de esos estudios que han desarrollado un alto grado de libertad, una sólida capacidad de investigación y un importante pensamiento disruptivo. Everyday Gallery —afincada en Amberes— recoge el enfoque anticonformista y vanguardista más cercano al art design; mientras que la galería Maniera —escaparate de la mejor producción autóctona— convoca y muestra a diseñadores, arquitectos y artistas que confrontan lenguajes y disciplinas. Por su lado, la Collectible Design Fair, la “Feria para el Siglo XXI”, se ha afianzado en su reciente sexta edición como una plataforma que apuesta por el futuro para reunir al sector en torno al trabajo más joven y experimental.
Desde ROOM nos hemos acercado a algunos de estos perfiles para recoger sus ideas —y su modus operandi— y conocer in situ un discurso que unifica visiones muy diversas. La sostenibilidad como valor intrínseco, la reivindicación de lo local y la inquietud por los nuevos procesos son parte de su manera de interpretar la nueva modernidad.
Kaspar Hamacher. L´arbre c´est moi
Cuando habla, Kaspar Hamacher gesticula y abre sus largos brazos como si fueran las ramas de esos inmensos árboles cortados que pueblan su taller. Instalado en Raeren —un pueblo en la frontera con Alemania, cerca de los bosques en donde creció—, Kaspar se define como artesano. Formado en diseño y ebanistería, vive entre el serrín, las máquinas y las herramientas hechas a medida, rodeado de troncos gigantes de haya, nogal o roble que acaricia, talla y modela según lo que la propia madera le va dictando. Y de ese susurro vital nacen mesas y bancos de gran escala y siluetas rotundas, que preservan la autenticidad del material.
Obras inspiradas fuertemente en Japón que demandan en París, Londres o Estados Unidos y que, forjadas una a una, son encargos privados para arquitectos, galerías o coleccionistas. Aunque tengan una función bien definida, nos dice que siente “la necesidad de avanzar hacia piezas cada vez más crudas, imponentes y escultóricas”. Entre las más icónicas, The desk, Bench beech o Ausgebrannt, estas últimas realizadas con la técnica de la madera carbonizada y ahuecada, cuyo simbolismo apela al espíritu de la naturaleza y su emoción.
Alain Gilles. La lógica inteligente del diseño belga
Con un background educativo y profesional en Ciencias Políticas y Dirección de Marketing, Alain Gilles cambió el rumbo de su vida para estudiar diseño y dedicarse a desarrollar su creatividad en el ámbito del mobiliario y el interiorismo. Hoy es uno de los nombres belgas más destacados, y vemos su sello en reconocidas firmas internacionales como Ligne Roset, Bonaldo o Another Country. Además, ha sido galardonado, entre otros, con los premios Red Dot Best of the Best por la mesa Welded y el Good Design Award por la Big Table.
En su casa-estudio de Bruselas y con la elocuencia positiva que lo caracteriza, Gilles se reafirma en la importancia de hallar el ensamble adecuado con las marcas para que las ideas fluyan y se concreten. La singularidad de su trabajo es la sencillez, identificable en sus formas elegantes y puras. Sin ser minimalistas, sus propuestas insisten en adquirir una personalidad cambiante dependiendo del ángulo desde el que se miran. “No apunto a tener un estilo, pero sí quiero que mis objetos sean gráficos, legibles, complejos pero cercanos, que se entienda su porqué”, señala. Solidez, funcionalidad natural y un equilibrio perfecto entre líneas rigurosas y armonía de materiales.
“Busco encontrar una lógica inteligente para las cosas. El producto es pensamiento, no es algo estéticamente visual; es una manera de pensar. Ese es el movimiento conceptual que me interesa”.
Alain Gilles
Con estos rasgos podemos definir su producción industrial, pero, eso sí, siempre con alma de artesano. “Busco encontrar una lógica inteligente para las cosas. El producto es pensamiento, no es algo estéticamente visual; es un modo de pensar. Ese es el movimiento conceptual que me interesa”.
Natalia Brilli. La piel que habito
Natalia Brilli hace honor a su apellido. Sus palabras resplandecen cuando habla de la labor que realiza. Dedicada durante 20 años en París al sector de la moda y los complementos —prendas, joyas, marroquinería—, hoy está instalada en el tranquilo barrio de Forest, donde sus derroteros actuales la llevan a la creación de piezas dirigidas a colecciones y pedidos personalizados para arquitectos e interioristas. Además de recrear sus clásicos envueltos en piel —relojes, fundas de gafas o collares icónicos—, propone nuevos formatos: máscaras y tapices de rafia, elaborados en colaboración con artesanos que la ayudan a ejecutarlos en un taller familiar de Madagascar.
“Trabajar en la artesanía es también dar lugar al azar y aceptar lo que no es perfecto”
Natalia Brilli
Su voluntad por renovarse la ha llevado, también, a explorar distintas tipologías como un banco de cerámica y madera de cerezo —hecho con craftsmen belgas— o taburetes forrados: una muestra más de la minuciosidad con la que trabaja sus finas envolturas de cuero. “Me gusta manejar diferentes texturas y descubrir las sorpresas que deparan. Nunca sabes cómo reacciona la materia ni cuál será el resultado final. Trabajar en la artesanía es también dar lugar al azar y aceptar lo que no es perfecto”.
Niyona. Makers de la excelencia
En la localidad de Anderlecht, en un luminoso bajo con jardín —hogar, oficina y taller—, Nina Bodenhorst y Jonathan Wieme terminan de conversar con un cliente a propósito de una caja de coñac de lujo. Esa dedicación personalizada a cada necesidad ha hecho de Niyona un referente para la concepción y desarrollo de productos de alta calidad, sobre todo, en piel y piedra. Nina es diseñadora industrial y Jonathan, director de arte vinculado al mundo de la publicidad. Con esa trasversalidad y formación en Japón, han asumido el nombre de makers y han entendido que el producto único hecho a mano es un valor diferenciador.
Galardonados con varios premios internacionales y reconocidos como artesanos por el gobierno belga y la Fundación Michelangelo, Nina y Jonathan fusionan una visión moderna con el expertise tradicional, pero siempre con una perspectiva innovadora. Cajas, baúles, sobres, artículos de papelería y de mesa —menús, manteles, tarjeteros, paneras, protectores, juegos de cubiertos y candelabros—, revestimientos de paredes o elementos relacionados con el interiorismo y la arquitectura integran su exploración de nuevas formas, a las que aplican una manufactura impecable y un sólido background con el que buscan perpetuar y hacer avanzar la sabiduría ancestral de los oficios.
Lionel Jadot. Big Craft
Gigantesco espacio industrial a menos de una hora del centro de Bruselas, Zaventem Ateliers es un lugar para artistas, artesanos y diseñadores que ejercen múltiples disciplinas, y donde más de una veintena de “elegidos” tienen sus estudios para debatir y producir sus obras, bajo la consigna horizontal de compartir inspiración, ideas y saberes. Diferentes oficios conviven en esta antigua fábrica de papel del siglo XIX, cuyos 6000 m2 se distribuyen en tres pisos con zonas privadas y comunes y otra para exhibiciones. Un conjunto que constituye uno de los colectivos más experimentales de Europa.
El impulsor de este gran laboratorio de código abierto es Lionel Jadot: diseñador, interiorista, artista y escenógrafo que, como aglutinador de talento y líder nato, insufla al diseño belga una novedosa inteligencia creativa. “Como el big data, Zaventem es un big craft en donde todos somos distintos, pero con una misma alma y un mismo fuego para crear”.
“Como el big data, Zaventem es un big craft, en donde todos somos distintos, pero con una misma alma y un mismo fuego para crear”.
Lionel Jadot
Centrándonos en su porfolio, su mundo disparatado y ecléctico hace tiempo que forma parte de colecciones privadas, galerías y espacios nada temerosos de incorporar sus atrevimientos craft-punk: brutales cadáveres exquisitos que combinan texturas, colores y elementos opuestos.
Lo suyo son curiosos frankensteins de nueva belleza y utilidad renovada. A la edad de 20 años, Jadot abandonó sus estudios de Bellas Artes para dirigir el taller de fabricación de mobiliario con su padre. Hoy, a los 54 —ya encaminado en su propia firma—, su capacidad de producción no tiene límites. Hacedor e inventor, todo lo que toca lo transforma: reutiliza, recicla, recupera, reduce y da una nueva vida inesperada a los objetos. Revalorizar lo imperfecto, sacudir las normas y sacar el mejor partido a los desechos son las bases de un manifiesto desde el que todo lo cuestiona y a todo da respuesta.
Pierre-Emmanuel Vandeputte. ¿Por qué no?
Pierre-Emmanuel Vandeputte es otra de las grandes voces ligadas a Zaventem. Su obra pivota entre la funcionalidad y el coleccionismo y, desde sus inicios ya llamó la atención con exposiciones en Copenhague, París y Milán. Sus piezas apelan a una metáfora casi surrealista, a los trazos sencillos y mínimos y a una esculturalidad provocativa y lúdica. Admirador de Alain Gilles, sus creaciones beben de la asimetría y de esos giros interpretativos que permiten varias lecturas y una constante movilidad y transformación. Escaleras, percheros, taburetes, mesas o sillas son concebidas para noquear la expectativa convencional del usuario. Así, la serie Legs es “una familia de criaturas extrañas” elaborada en acero tubular negro, frente a su mesa Abacus, compuesta de tableros que se deslizan y se mueven libremente a lo largo de la estructura.
Vandeputte bebe de la filosofía de Zaventem: compartir conocimientos, reflexionar sobre las técnicas de producción/autoproducción y elevar el concepto de diseño de autor. “El comienzo es siempre ¿por qué no?, una pregunta que me anima a empujar los límites, a expresar quién soy y qué quiero. Me gusta el trabajo honesto, que no está pendiente del show off”, dice, convencido de que tiene un presente y un futuro auspicioso como marca propia.
Otras visiones. Otros procesos. Otros nombres en el diseño belga
Mentalidad narrativa, vuelo poético y paciencia exploratoria son parte de la estrategia de Maarten De Ceulaer. Nacido en la cantera de la Design Academy Eindhoven y afincado en Bruselas, Un montón de maletas le dio el empujón cuando fue seleccionada por la galería milanesa Nilufar. La serie —que en cierto modo evoca un trampantojo— fue adquiriendo distintas configuraciones y dando pie a un proyecto en constante cambio. Además de atreverse con los textiles y el cuero, De Ceulaer se asoma al vidrio soplado, al mármol y a los desafíos de la iluminación indagando en técnicas y, cómo no, forzando sus límites.
Límites que también cuestiona Ben Storms. “¿El mármol siempre tiene que parecer pesado? ¿Puede el acero parecer blando?” Estas cuestiones son el punto de partida para sus propuestas escultóricas. Con base en Amberes, Storms ha perfeccionado su oficio como cantero, escultor y carpintero utilizando técnicas tradicionales con procesos de alta tecnología. Del laborioso lijado y pulido del mármol y del uso del escaneado 3D o el fresado CNC, nacen obras que encarnan la belleza de la contradicción. Art design en estado puro que invita a los placeres del tacto, al sueño de lo imposible y a la ilusión del componente transformado.
Francés residente en Bélgica, Damien Gernay es otro nombre que navega radicalmente entre el arte y el diseño. Su inclinación por la naturaleza y lo enigmático se concreta en mobiliario, iluminación y accesorios que juegan con texturas, geometrías y reflejos. Presume de ambigüedad funcional y formal. Una actitud que vemos en sus mesas y espejos, con las que no queda claro dónde acaba la materia prima y empieza el objeto.
Con hilos ecosostenibles y fibras recicladas, Laure Kasiers reproduce la naturaleza en sus alfombras y tapices. Su propósito siempre fue crear un textil que fuera la pieza en sí, y para ello ideó su propia técnica ensamblando flecos recortados. Sus trazos y dibujos son un ejemplo del valor de lo simple a partir de una labor constante y precisa. Textil es también el universo del estudio KRJST que desarrolla su actividad en la comunidad de Zaventem Ateliers. Tapices, luminarias o instalaciones son sus campos de acción. Tejidos y bordados a mano con algodón bio, hilo de cobre, lurex mercerizado, mohair, papel o caucho mixturados dan rienda suelta a una imaginación sin freno. Su vena creativa se aventura también con mobiliario de madera y resina, apuntando maneras fuera de lo convencional. En este encrucijada de materiales y procesos, el también dúo Studio Biskt trabaja la extrusión y la arcilla para sacarla de sus ámbitos habituales. Desarrollada con nuevas formas de producción, la serie Balik es un buen ejemplo de esto.
Bélgica es un país pequeño que ha sabido fortalecer la razón de ser de su diseño y la capacidad de trabajo de sus creadores. Este impulso los lleva a ser parte natural de una inteligencia colectiva que atraviesa varias generaciones y que a cada paso cobra más protagonismo dentro y fuera de sus fronteras. Es de destacar su saber hacer, el cuidado artesano y esa honestidad de la que son conscientes. Y cómo no, una mirada dispuesta a la confrontación creativa y al diálogo. No hay temor a experimentar, a dibujar nuevos trazos para un relato —y un lenguaje— con el que están construyendo su propia identidad. Tal vez esa sea su mayor virtud. Y por eso su territorio —por pequeño que sea— solo tiene horizonte.
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