El diseñador gallego Joel Blanco firma La Inauguración: una pieza performativa que nos sumerge en el loop de una fiesta que nunca termina dentro de las Torres Hejduk.
La inauguración eterna en las Torres Hejduk
30 de agosto a las 23:00. La cola de asistentes se pone en marcha. La persona a cargo de la puerta revisa la lista mientras el guardia de seguridad observa a cada uno de los presentes. Para acceder, tendrán que ceder sus derechos de imagen y firmar un acuerdo de comportamiento dentro del recinto. También deben cuidar de las obras existentes, además de las que están a punto de contribuir a crear. Dentro, el photocall propio de cualquier evento de postín y, a continuación, la fiesta inaugural: música a cargo de El Andrés, bebida y catering.
Los invitados disfrutan de la velada mientras los anfitriones les dirigen con actividades guiadas, el ritmo de las pulsaciones aumenta hasta que la fiesta llega a su clímax: a partir de ahí, un loop que no tiene fin retumba en las paredes y envuelve a todos en un baile hipnótico hasta que, aburridos o exhaustos, abandonan la celebración. “Ese loop que alude a la eternidad de la fiesta seguirá sonando en las Torres Hejduk hasta que La Inauguración tenga que cerrarse”, explica su propio autor. No solo la música, sino que los restos de la fiesta —confeti, vasos o comida— seguirán ahí, ahora convertidos en residuos artísticos y exequias de diversión durante cinco meses.
Así fue la inauguración de La inauguración: la propuesta ganadora de la 10º edición del EAN12. Joel Blanco (A Coruña, 1991) ha firmado esta pieza performativa e irreverente, en la que subvierte la funcionalidad del entorno del arte con un discurso abierto a la interpretación del público. Pero un vistazo a la labor del creador gallego nos ayudará a unir los puntos y a entrever sus intenciones. Blanco, artista y diseñador, se apoya en la cultura popular, la filosofía y la investigación de escenarios futuros para desarrollar su obra.
Joel Blanco y su crítica en loop
¿Qué verán los que se acerquen? Lo más probable es que tengan la sensación de haber llegado demasiado tarde a una fiesta, casi un acto de tortura en tiempos de FOMO. Pero esa ceremonia nunca parece acabar, la música suena en bucle de la misma manera que la nostalgia nos invade actualmente y nos mete en un loop de referencias culturales del pasado ante la imposibilidad de imaginar un futuro esperanzador para nuestra especie. La fiesta se comprende aquí como el exceso y la exaltación del hedonismo; como un momento en el que los códigos éticos parecen volverse más laxos y donde no se piensa en consecuencias. Después de ella, la saturación, el bajón, el tedio, el aburrimiento, la basura, el cansancio. Pero la música no cesa porque se niega a terminar.
Algunos captarán una metáfora del tardocapitalismo: la borrachera de consumo cuando ya apenas quedan recursos naturales por explotar. Pero aun así nos negamos a apagar la música.
Blanco es especialista en dejarnos esas píldoras sutiles en cada uno de sus trabajos. Un discurso nada obvio, entre la ironía y la denuncia, que da de lleno en el clavo de la sociedad contemporánea. Echen un vistazo rápido a su trabajo para el festival Lo Visual, cuya propuesta ganó la edición de 2019 con sus maniquís body positive; a sus armarios Messless o a Truenito, un carretón de entrenamiento taurino LGTBI. Ninguna de estas piezas son lo que vemos a simple vista, más bien lo contrario.
Por este motivo recomendamos asistir a esta fiesta inaugural de cinco meses. Llegue a la hora que llegue no llegará tarde, pero estará condenado a ser una de esas personas que todavía bailan solas cuando por fin se encienden las luces, ensimismadas en su ebriedad. ¿Hay algo más patético? Pues ahí nos encontramos.
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Hasta el 7 de enero de 2023.