Cuando alguien se mueve por una ciudad como Madrid, sus ojos están constantemente recibiendo impactos visuales: escaparates, luminosos, señales y, por supuesto, anuncios. Miles de anuncios insustanciales, que acuden asiduamente a la estridencia de logos, eslóganes y colores saturados. En definitiva, una oda al chillido óptico. Por suerte, existen excepciones y, tal vez se hayan topado con alguno de los carteles del Centro Dramático Nacional anunciando sus obras de teatro. Carteles que, en este caso, podríamos definir como susurros -paradójicos y poéticos- en mitad de la tempestad. Resultan muy reconocibles por sus fondos blancos en los que se posan enigmáticas siluetas o imágenes de situaciones imposibles, que te invitan a adentrarte en las obras que promocionan, a modo de sugerentes prólogos. Pues bien, muchos de estos trabajos -en mi opinión, los más lúcidos y lucidos- han sido ideados por Isidro Ferrer (Madrid, 1963); probablemente uno de los diseñadores e ilustradores más particulares de nuestro país y que contra lo que se pueda creer, viene del arte dramático. “Aunque siempre dibujé, mi formación profesional está vinculada al teatro. Fui actor durante años. Sin embargo, en un momento de mi vida hubo un cambio drástico y decidí probar fortuna en el campo de la ilustración, justo en el momento de auge de la Barcelona preolímpica”.
Isidro Ferrer cuenta con una comprometida y sustancial -en el más extenso sentido de la palabra- trayectoria. Ha realizado proyectos gráficos de todo tipo, para clientes pequeños y también de renombre (El País, Santillana, Alfaguara, Canal+ o Volkswagen, entre otros), sin distorsionar nunca su muy personal discurso creativo, en las antípodas del omnipresente pixel, y sustentado en maravillosas metáforas que adquieren vida, en no pocas ocasiones, a través de objetos mágicos creados por el diseñador con sus propias manos y en los que se pueden ver sus referencias. “Además de Chema Madoz o Daniel Gil, genio de la metáfora visual al servicio de la comunicación, me han influido las vanguardias de principio de siglo XX, pero no solo las pictóricas; también la antipoesía o los caligramas, obras más cercanas a la literatura que a la gráfica”.
En este sentido, no debemos dejar de mencionar los diversos libros que ha creado, en los que, por momentos, con sus ilustraciones se eleva a una altura de pensamiento y belleza al alcance de muy pocos grafistas, siempre con su característico aroma artesanal y poético, cargado de significado y materializado con un exquisihttps://www.roomdiseno.com/wp-admin/post-new.phpto y sutil sentido compositivo. Por nombrar algún ejemplo, citaré los magníficos Una casa para el abuelo, con texto de Grassa Toro; y Libro de las preguntas, en el que a partir de esta obra póstuma de Pablo Neruda, se pone en funcionamiento una coreografía visual que agranda aún más los versos, en formato de preguntas, que el monumental poeta fue escribiendo a lo largo de su vida. “Para mí la ilustración en un libro ha dejado de ser un simple elemento de apoyo visual y se ha convertido en un factor clave para el hecho lector. Yo trabajo mucho sobre el sentido semiótico y semiológico de las imágenes (hacia dónde conducen, y cuál es su entronque con el mundo de la palabra), para buscar conceptos que conecten con el mensaje que quiero transmitir. Porque la ilustración y el diseño, no hay que olvidarlo, siempre están supeditados a la comunicación.”
Por todo esto, no es de extrañar que Isidro Ferrer sea considerado desde hace años un auténtico referente en el ámbito del diseño gráfico y de la ilustración, habiendo sido galardonado precisamente, en 2006, con el Premio Nacional de Ilustración y, algunos años antes, en 2002, con el Nacional de Diseño. Además, sus trabajos son también reconocidos y muy valorados fuera de España como demuestra el gran número de exposiciones de este “madrileño por el mundo” refugiado en Huesca. Los últimos meses ha expuesto en Kiev (Ucrania), Valencia, Córdoba (Argentina) y en Santiago de Chile.