Como un profeta de lo verde, Gilles Clément comenzó a experimentar en su propio jardín con las ideas que más tarde implementaría en sus proyectos. En ROOM hacemos un repaso de la trayectoria de este paisajista francés, jardinero y ensayista a través de los hitos y conceptos más relevantes de su carrera.
Los jardines se han considerado una extensión de la arquitectura hacia el exterior; sobre todo aquellos diseñados por arquitectos bajo los criterios compositivos de cada época, incluso se ha buscado que se comportasen y perdurasen el mismo tiempo que un edificio. Parece que la historia del paisajismo está inevitablemente asociada a la de la arquitectura cuando podrían concebirse como realidades completamente opuestas: lo natural frente a lo artificial, el movimiento frente a lo inalterable, lo vivo frente a lo inerte.
Gilles Clément. Jardinero antes que paisajista
Gilles Clément (Argenton-sur-Creuse, Francia, 1943) se ha posicionado en contra de esa visión de permanencia desde el principio de su carrera. Con su trabajo reivindica el oficio de jardinero como el único profesional capaz de entender el propósito más básico de este espacio: la relación fundamental que existe entre las especies ─animales y vegetales─ para el progreso de la vida.
Como un profeta de lo verde, Gilles Clément comenzó a experimentar en su propio jardín con las ideas que más tarde implementaría en sus proyectos y sobre las que ensayaría en varias publicaciones, como El jardín en movimiento (Gustavo Gili, 2012) o el Manifiesto del tercer paisaje (Gustavo Gili, 2007). En ellas recoge nociones acerca de la biodiversidad que han servido para asentar teorías hoy presentes en muchos de los desarrollos metropolitanos.
El jardín en movimiento
Gilles Clément detecta un desfase entre el diseño de un entorno verde y su calidad ecológica. La imagen que el autor encuentra en muchas propuestas, incluso en nuestros días, tiene que ver con la permanencia: los parterres se dibujan claramente en el suelo ajenos al crecimiento natural de las plantaciones, los setos deben mantener unas alineaciones y unas proporciones o las copas de los árboles no pueden sobrepasar ciertos límites. Los elementos vegetales se tratan como si fueran los de un edificio. La naturaleza se reproduce estática, muerta como en un bodegón cuando la belleza se halla en el dinamismo propio de la vida.
Gilles Clément defendió este carácter de los detalles vivos en El jardín en movimiento (Gustavo Gili 2012). En este ensayo, publicado por primera vez en 1999, se expone un análisis de las fases que un terreno baldío sufre hasta conseguir el nivel óptimo de vegetación, el clímax. Con este ejemplo, explica cómo el desarrollo espontáneo está repleto de relaciones cada vez más complejas, unas especies brotan y se establecen, algunas desaparecen para dejar paso a otras más resistentes que no habrían podido proliferar sin la acción de las primeras colonizadoras. El movimiento es necesario para la vida.
Esta perspectiva ofrece un tipo de composición diferente a cualquier planteamiento tradicional. El orden arquitectónico de recorridos y jerarquías se sustituye por un orden biológico donde el foco se pone en la evolución del ecosistema incipiente. El diseño se convierte tan solo en un punto de partida y la curiosidad se traslada al aumento de las plantaciones. La aparición fortuita de flora pasa a ser un happening para el jardinero que debe participar en el proceso creativo y modificar el conjunto para adaptarse a cada nuevo estadio. La labor no podrá darse por terminada mientras existan elementos vivos.
El movimiento en la práctica del paisajista francés
Los fundamentos de Gilles Clément nacen con la ambición de llevarse a la práctica en grandes zonas urbanas y periurbanas, pero necesitan una dosis extra de creatividad para hacer llegar el mensaje. De entrada, un terreno baldío se entiende desordenado, salvaje o desaprovechado, ¿cómo pueden exhibirse las cualidades ecológicas o compositivas de esta clase de espacios? El autor asume el reto de deshacerse del papel de artista excéntrico o de científico teórico para aportar soluciones pragmáticas y visualmente atractivas que convenzan tanto a las administraciones como a los usuarios.
Durante la década de los 90 empezó a efectuar trabajos en Francia que centraban la atención sobre estos aspectos. En el Parque Henri Matisse en la ciudad de Lille (1995) empleó los conceptos del jardín en movimiento para levantar —entre unos muros de hormigón— una isla inaccesible de 2500 m2 de extensión y 7 metros de altura donde conservar intacta una porción de naturaleza. El experimento buscaba generar un refugio artificial para el progreso de la diversidad biológica que solo pueda ser visitado por la comunidad científica.
Más allá del interés ecológico, la Isla Derborence —nombrada por una parcela de bosque virgen en los Alpes destinada al estudio de la reproducción de la vida— es un caso claro de la inventiva de Gilles Clément para transmitir las ideas detrás de sus creaciones. El paisajista francés evidenciaba el protagonismo que debería adquirir y las posibilidades que pueden llegar a alcanzar estos lugares sin uso. Residuos de una trama urbana o de una actividad económica que no se han podido establecer o que han quedado obsoletos. El fracaso del urbanismo como triunfo de la biodiversidad.
En la misma línea de aprovechamiento de un resquicio de otra intervención, los Jardins de l’Arche en París (1995-1998) se construyeron bajo una gran plataforma peatonal que resuelve el desnivel de la plaza de la Défense hacia el Arena 92. El área que quedaba atrapada entre la pasarela y el suelo se dispone para introducir un camino paralelo acompañado de manchas de vegetación dispuestas a dejarse colonizar por las semillas de las zonas verdes colindantes.
El resultado es una versión algo más tímida del jardín en movimiento —las manchas se encuentran delimitadas por un pavimento de piedra que impide su expansión— pero que comienza a brindar ese modo cambiante de un paisaje vivo. Clément lograba mostrar el movimiento en sus jardines con un ejercicio de contraste entre la rigidez del viaducto y el dinamismo de las plantaciones.
Algo más tarde, junto a Studio Coloco, plasmó en la ciudad de Saint-Nazaire Le Jardin du tier Paysage, una obra elaborada durante 3 años (2009-2012) en la que se propuso conquistar de nuevo otro reducto inaprovechable, en esta ocasión, la cubierta de una antigua base militar.
Gilles Clément entendió la superficie del techo de la construcción como una sección residual de la que poder tomar partido. Utilizó la estructura de cámaras longitudinales del edificio para plantear una zona verde fragmentada, únicamente conectada por un canal que guía la vista a través de las naves. El plantío se sucedía en franjas perpendiculares a este eje hasta llegar a una última en la que solo se expande una fina capa de tierra vegetal —el Jardín de las etiquetas— donde se etiquetaron las especies del entorno o del resto de cámaras que viajaron hasta allí y brotaron de forma repentina. El proyecto se completó con una plantación de álamos en el interior de la base militar que levantan las copas por encima de la cubierta del armazón. Una intervención que repartía los distintos estratos de un bosque —arbóreo, arbustivo y herbáceo— para acoplarlos de nuevo a un territorio imposible.
Más jardines de Gilles Clément con más movimiento
Gilles Clément ha defendido durante su carrera un discurso difícil de comprender y de llevar a la práctica. Aun así, el jardín en movimiento no tendría sentido si se hubiese quedado en un plano teórico —hoy en día no es complejo posicionarse a favor del verde— o si no hubiese conseguido dar el salto hacia el espacio público como en los ejemplos que hemos repasado y, sin embargo, aún resulta complicado concebir la idea de dejar crecer un terreno sin uso. Reconocemos en el trabajo del paisajista francés muestras altamente creativas que ayudan a intuir la dimensión de su propuesta desde el punto de vista ecológico, por la variedad de especies que pueden albergar, estético, por la fuerza compositiva de la naturaleza salvaje, y urbano, por ser capaces de triunfar donde los procedimientos tradicionales fracasan.
En este enlace puedes varios artículos sobre paisajismo.
Es un ensayo en el que se exponen las ventajas ecológicas y compositivas de dejar crecer un jardín salvaje a partir de un terreno vacío.
Gilles Clément comenzó a elaborar jardines en Francia y ha continuado realizando proyectos a nivel internacional. De su trabajo se pueden destacar El Parc André Citroën, los Jardins de la Defénse, La musée du Quai du Branly, Parc Henri Matisse o Jardins du tiers paysage, entre otros.