Más de 150 obras originales de 22 artistas nacionales e internacionales —entre las que se encuentran las mostradas en este artículo—, componen la exposición #FINAESTAMPA_ILUSTRACIÓN Y MODA, que se pudo disfrutar hasta mayo, en el Museo ABC de Madrid.
Adherida a una plataforma giratoria a ras del suelo, una mujer mira desconcertada a su alrededor. El elegante público observa en la penumbra. En la escena, flanqueando a la joven, dos grandes extremidades mecánicas comienzan a moverse amenazantes apuntando a esta, que no para de dar lentas vueltas atrapada en sus zapatos, ligados al piso. Las articulaciones robóticas comienzan a escupir tinta negra y amarilla sobre la presa, a modo de eyaculación industrial.
Ella mueve los brazos aturdida en una danza operística y defensiva; completamente rociada y con el impoluto vestido convertido ahora en un lienzo abstracto. Los mecanismos paran, y ella —echada a perder—se dirige hacia las hienas fotografiantes antes de desaparecer del escenario. Se trata del final del desfile Nº 13 del modisto Alexander McQueen, en 1999 —once años antes de suicidarse—. Aquella performance condensaba en dos minutos una precisa descripción de la alta costura moderna. El perturbador Alexander McQueen —un indudable talento— conocía perfectamente las dudosas reglas del juego.
Las artes visuales, en todas sus posibilidades, han sido vitales para la difusión de este sector socieconómico, pero probablemente es la vertiente ilustrada la que representa su lado más esencial, tanto en lo referente a la conceptualización como a su valor expresivo. Un caso significativo son las icónicas publicaciones Harper´s Bazaar y Vogue —fundadas respectivamente en 1867 y 1892—, que se sustentaron durante mucho tiempo en el trazo de los grafistas, hasta el punto de que algunas de sus portadas históricas las firmaron artistas europeos muy influyentes, como Dalí o Miró, por citar dos extraños ejemplos.
Al amparo de Instagram, actualmente vivimos un auge muy importante de creadores que configuran gran parte de su obra gráfica en torno a la moda; generando narraciones desde el aspecto formal de mujeres —principalmente— y hombres en retratos o escenas. Las técnicas utilizadas son diversas: tinta, acuarela, grafito, óleo, collage; siendo ya norma la mezcla de las mismas y las digitalizaciones.
En este ámbito, prevalece el estilo y la capacidad expresiva por encima de cualquier otro precepto. Láminas que describen instantes al instante —permítaseme la redundancia—, sumamente efectivas en el cuerpo a cuerpo visual. Figuraciones llamativas y sensuales con tendencia a la exuberancia cromática, repletas de códigos publicitarios. Pero no todo es fast food, también hay ilustradores que dan un paso más allá del oropel y, desde cierta experimentación técnica y compositiva, ahondan en la significación. En esta línea, como muestra, encontramos obras de tono equilibrado, alejadas de estridencias, como las del español Ricardo Fumanal —realismo con aroma onírico— y las del sutil Richard Kilroy; o incluso melancólicas y pausadas como las de los escandinavos Cecilia Carlstedt y Mats Gustafson. En las antípodas, intenso y expresionista, se puede citar el material del suizo François Berthoud o el de las estadounidenses Blair Breitenstein y Helen Bullock. Por otra parte, con una mirada provocativa, la antillana Jowy Maasdamme crea un energético elenco de figuras femeninas de trazo personal y sombrío, que enlazan con el imaginario creativo de la polifacética y referencial Floria Sigismondi. Son solo algunos nombres de una amplia lista de autores plásticos de varias generaciones que posibilitan una perspectiva diferente y más profunda de un universo, el de la moda, rebosante de tenebrosa banalidad. Alexander McQueen lo sabía.