Tomando como referencia las descripciones de Julio Verne en su famosa novela Veinte mil leguas de viaje submarino, Elissa Lacoste ha configurado un paisaje digno de las zonas abisales titulado Infinito Viviente. Una muestra de 21 objetos, entre escultura y mueble, que juegan al ensamblaje artesanal y sintético, y que podrá visitarse hasta el próximo 14 de febrero en la barcelonesa Side Gallery.
La esencia de Julio Verne en la Side Gallery
Cuando creemos que los misterios de la vida están prontos a resolverse, una vasta masa azul envuelta en oleaje nos salpica. Debajo de la capa líquida, lo inexplicable. Un mundo de dimensiones imprecisas, con otras especies, otras inquietudes, otros modos de habitar. “Es el inmenso desierto en el que el hombre no está nunca solo, pues siente estremecerse la vida en torno suyo”, escribía Julio Verne sobre el mar, al que definió en su obra, Veinte mil leguas de viaje submarino, como “un vehículo de una sobrenatural y prodigiosa existencia; es movimiento y amor; es el infinito viviente”.
Ese mismo infinito también se aprecia en la exposición que Elissa Lacoste ha llevado por primera vez a la Side Gallery de Barcelona. No por la inescrutable cantidad de piezas —unas 21 en total—, sino por el microcosmos acuático en el que ha sido capaz de sumergirnos. Disponible hasta el 14 de febrero y titulada coherentemente como Infinito Viviente, el conjunto resultante nos hace pensar que Elissa Lacoste podría haber sido una pasajera del Nautilus en lugar de una diseñadora experimental que trabaja desde su taller rural de Borgoña. Y es que cada elemento escultórico que compone la muestra evoca seres nunca vistos que nos impactan por sus formas familiares. Un enigma de pareidolia que convierte a Lacoste en una alquimista capaz de dar vida a lo desconocido. Y todo a base de silicona, metal, resina y polvo de piedra.
El paisaje submarino de Elissa Lacoste
Sus objetos emergen, quedan suspendidos, se anclan inamovibles al suelo o generan una atmósfera colectiva que invita a otear lo salvaje. Cada obra nos persuade con un paisaje simbionte entre lo humano y lo natural; entre lo artificioso y lo orgánico; entre la investigación contemporánea y la técnica artesanal. «La exhibición muestra piezas funcionales únicas en su tipo, reunidas en una colección que celebra la diversidad y la singularidad”, nos dice la diseñadora francesa. Y es cierto. Sus piezas son funcionales a pesar de la rareza; igual que ocurre con el porfolio de otros adeptos al diseño biomimético, como los Hermanos Campana, Nacho Carbonell, Marléne Huissoud o Jurgen Bey. En Inifinito Viviente todo tiene un aire pétreo y mineral, una simulación de los procesos de diagénesis que culmina en la textura y el placer táctil.
Así nacen las mesas Shagreen como criaturas que ondean a pesar de su estructura rígida en acero. Sus lámparas de la serie Epilith, que imitan la estratificación mineral en su armazón de aluminio y se abren como plantas y corales. Incluso la inspiración zoomórfica encuentra su cauce en el taburete Hermit: un caparazón que aguarda el crecimiento libre de algas petrificadas en su base. Hay un surrealismo pragmático en la manera de trabajar los materiales para acomodarlos a las siluetas quiméricas que conforma.
Un gusto por el ensamblaje y la superposición con el fin de originar volúmenes que impacten y que, al mismo tiempo, no dejen de ser reconocibles. Está claro que Lacoste sabe perfectamente lo que hace, por eso su obra fluye igual que el agua en mar abierto. Ya sea con arrecifes sintéticos o relieves místicos. Lo importante en su imaginario no es pisar tierra, sino descubrir un nuevo piélago, presenciar metamorfosis, fosilizar la vida y poder tocarla enteramente con nuestras manos.
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Hasta el 14 de febrero en la Side Gallery de Barcelona.