La producción de Jennifer B. Hudson se encuadra dentro de una tipología fotográfica que recupera elementos del surrealismo. El medio digital y su interminable abanico de posibilidades, ofrecen a esta artista las herramientas necesarias para envolvernos en un mundo extraño, silencioso y onírico. Un ecosistema visual donde afloran sentimientos de vulnerabilidad y soledad en un trayecto tierno y precioso al lado oscuro del ser humano. De hecho, así es como esta joven americana defi ne su trabajo: “me interesa la fragilidad del hombre, el dolor, el tiempo de convalecencia”. Fotografías engendradas de modo empático y casi irracional. “Me provoca curiosidad ver cómo sobreviven las relaciones, cómo se disuelven, cómo ama la gente y cómo se expresa el amor. Me interesa elmomento en el que las personas se deshacen, e impregnar con todo ello mi obra”.
Hay varios niveles de análisis en las propuestas de Hudson. Uno de ellos es el uso de objetos insignificantes, obsoletos o desechadosque “se aferran a la vida del que los ama” y que ella humaniza “ofreciéndoles una segunda oportunidad, una resurrección”. De este modo, insiste desde su estudio en Boston, “el esqueleto de toda mi trayectoria es la creencia en la salvación: la resurrección, la redención y la reconciliación con la muerte”. A esto se suman los espacios donde se sitúan los personajes retratados: lugares transformados en santuarios solemnes, pero al tiempo estériles, fríos y herméticos.