El cuerpo como estrategia

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Arquitecto de formación, interiorista y diseñador de profesión, Fabio Novembre reivindica, frente a la vida, un hedonismo militante. Y en ese apasionamiento engloba tanto su trabajo como su biografía: una simbiosis de vasos comunicantes con la que Novembre refleja la existencia humana en sus aspectos más carnales.

Italiano, vehemente y creador de eslóganes brillantes, Novembre ha logrado dar a las disciplinas del diseño y de la arquitectura interior un discurso hedonista e incluso extravagante. Un discurso que en ningún momento ha abandonado la consabida funcionalidad del objeto, pero que siempre ha prestado tanta o más preponderancia a la forma. En su caso, a la línea curva: el trazo que mejor representa al cuerpo femenino (una de las grandes preocupaciones de Novembre), y que él ha convertido en uno de los ejes geométricos de su trabajo.

Aunque vive desde hace casi treinta años en el universo Milán, Novembre viene del sur, de la Italia menos europeizada y más vitalista. En concreto, de Lecce, en pleno corazón del barroco italiano. Una estética que sin duda le ha influido, y que él ha transformado en un sensualismo entusiasta. “Quiero respirar hasta ahogarme, quiero amar hasta morir”, reza en su web. Toda una declaración de intenciones que Novembre ha sabido trasladar a sus creaciones.

Interiores arquitectónicos

En más de una ocasión ha afirmado que es arquitecto, pero que procura que no se le note. Y curiosamente, en este campo se dedica sólo al interiorismo. Tiendas, exposiciones, restaurantes o discotecas son algunos de los espacios sobre los que ha ido descubriendo y definiendo su marchamo creativo.

Después de estudiar en Milán y Nueva York, en 1994, y bajo la tutela de Anna Molinari, a los 28 años se enfrentó a sus dos primeros retos: las boutiques de la marca Blumarine en Hong Kong y Londres. En ellas observamos, de forma todavía básica, los rasgos que luego Novembre hará norma de estilo: la citada línea curva, el dibujo a través del mosaico, y, sobre todo, el local comercial entendido como un espacio escenográfico; un recargamiento de brillo y capitoné que perfeccionará con los años y que tuvo en estas tiendas su pequeño big bang.

A partir de este momento, dará el salto a otros proyectos en los que su impronta irá cogiendo personalidad y músculo. Proyectos en los que cobrarán protagonismo las lámparas excesivas, los grandes cortinajes, la iluminación milimetrada o el uso de piezas sencillas junto a muebles de marcado carácter rococó. Sin olvidar, por supuesto, la presencia cada vez más clara del cuerpo humano como contrapunto estilístico y casi como centro gravitatorio.

El restaurante Shu Milán (1999) supuso un punto de inflexión en su carrera. Colores intensos, grandes formas escultóricas, teselas doradas… El uso de este material, las teselas, lo llevó a ser director artístico de Bisazza entre 2000 y 2003. Sólo hay que ver los diferentes stands de la firma ideados por Novembre, para comprender que el mosaico es, sin lugar a dudas, su material más representativo.

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Milano Creative City. Expo Shanghái, 2010. UNA Hotel Vittoria. Florencia, 2003

La escultura, dogma de fe

En 2001 concluyó otro de sus mejores logros: Divina Disco, en Milán. Además de dejar claro su veneración por la mujer con el inmenso mosaico El origen del mundo, de Courbet, presidiendo la barra del bar, Novembre se atrevió a hacer de la discoteca un pequeño museo con imágenes digitalizadas de Velázquez, Grosso o Mussini: una colección de desnudos femeninos que además de acentuar la voluptuosidad propia de una pista de baile, redefinieron con un punto arty y clasicista el concepto de club.

El recurso de la escultura como parte fundamental del espacio, ha ido cobrando peso con los años. Las tiendas de Bisazza en Berlín y Nueva York, o el hotel florentino UNA Hotel, todos de 2003, son buenos ejemplos. Un recurso que Novembre ha llegado a extremar en la retrospectiva de su trabajo Enséñame la libertad de las golondrinas (2008), donde una ola metálica recorría todo el salón expositivo. Algo que también vimos en la muestra Il fiore de Novembre (2009) o en la instalación deportiva Milano Creative City para el pabellón italiano en la Expo de Shanghái: una escultura-trazo de intenso color rojo que tiende al infinito.

Paralelamente a su labor interiorista, Novembre también ha realizado diseño de producto. No en vano, es hijo de un fabricante de muebles, y de algún modo esa información, casi genética, tenía que aflorar en su carrera. En este ámbito, básicamente siempre se ha centrado en asientos y mesas, donde lo escultórico también dialoga con lo orgánico: formas caprichosas y sensuales como el sofá And (2002), la mesa Org (2001), el sillón Nemo (2010) o los asientos Him and Her (2008) que no dejan de ser una revisión carnal de la silla Panton.

Sorprende comprobar que a pesar de su repercusión internacional, y de ocupar portadas por todo el planeta, Novembre no suela llevar a cabo más de tres o cuatro proyectos al año. Como él mismo ha reconocido en numerosas ocasiones, no hay un límite entre su profesión y su propia vida, lo que lo obliga a no aceptar propuestas a las que no puede dedicarse al 100%. Sus creaciones, insiste, forman parte de su pasión por la vida y no son susceptibles de convertirse en mero producto mercantil. Desde Milán y con la sagacidad poética con la que defiende su trabajo, respondió a estas preguntas para REM Diseño.

REM.- Usted vive en Milán desde los diecisiete años. ¿Qué rasgos del sur siguen presentes en sus creaciones y en su modo de vida?
Fabio Novembre.- Después de todo este tiempo en Milán, mi sur es más un recuerdo que un lugar físico. Recuerdos de luz, de materia, de sonidos, de olores, y todo percibido con el sentido del descubrimiento propio de un niño. Tal vez siga siendo todavía aquel niño, con muchas arrugas y más filtros culturales, pero con el asombro intacto y un poco provinciano, algo que se sitúa en la base de cualquier sed de conocimiento. Sed destinada a no aplacarse nunca y que metafóricamente me recuerda aquello que tal vez sea lo que más me separa de mi tierra: el mar, con su memoria amniótica ancestral, y su sabor salado en el punto justo.
REM.- Últimamente, lo sostenible se está convirtiendo en la razón de ser del diseño, como una nueva conciencia. ¿Qué le parece este nuevo credo y cómo lo ve en su propio universo?
F.N.– Vivir en nuestro tiempo ignorando el tema de la sostenibilidad significaría tener aspiraciones suicidas. Que los diseñadores lo tengan en cuenta en cualquier contexto y en cada acción, es moralmente obligatorio. Yo, de todos modos, tiendo a no hacer de este tema solamente una cuestión de método. Me explico: hacer los proyectos con materiales de mejor rendimiento no es suficiente para reducir la superproducción. Un verdadero planteamiento ecológico debe partir de la reducción del proyecto, aplicándose a uno mismo ese enfoque crítico que muy a menudo se reserva solamente a los trabajos de los demás. El manual del proyectista contemporáneo debería ser: ¡hacer menos, hacerlo mejor!

REM.- Viendo su trabajo queda clara una celebración hedonista y jubilosa de la vida. ¿Cómo se siente cuando va al Salone de Milán, entre tanto minimalismo y tanta preocupación por la función y los procesos industriales?
F.N.– Más allá del hedonismo y la alegría, incluiría también el eudemonismo, o sea, la búsqueda de la felicidad. Cada una de mis creaciones nace de la premisa de que si sólo partiéramos de lo funcional, hoy no tendríamos nada que diseñar (a excepción de la alta tecnología). Después de la necesidad primaria de la supervivencia, aquello que el ser humano busca satisfacer desesperadamente es su deseo de comunicar. Y creo que el diseño contemporáneo es más asimilable a los términos del lenguaje, que a los parámetros del objeto en uso. La función es el caballo de Troya a través del cual estos objetos comunicativos se introducen en las casas, influenciando en los comportamientos y actuando sobre las conciencias.

REM.- Usted habla de eudemonismo, y su diseño es tan entusiasta que a veces nos olvidamos de la labor que hay detrás.¿Se extiende ese sentimiento a su equipo?
F.N.- A veces pienso que ningún salario podría recompensar a mis colaboradores por la gran aportación que dan a todos mis proyectos. En mi estudio hay pocos cambios de personal porque creo en la consolidación de las relaciones, y además me inclino por delegar llegando casi a una total autogestión. Mi estudio  parece más bien una “fábrica” en la que cada uno debe buscar su realización creativa.

Divina disco 2001
Divina Disco. Milán, 2001

REM.- Y con esta estructura de trabajo, ¿cómo es el proceso desde que nace la idea en su cabeza hasta que todo ha concluido?
F.N.– Antes un detalle: no soy capaz de dibujar. Esto es contemporáneamente un defecto y una virtud. El defecto, muy evidente, gira a través de las diferentes formas de comunicación: en mi caso, la palabra. La virtud consiste en no dar valor a un rasgo de estilo sobre un folio en blanco, sino a la idea por su valor “objetivo”. Mis proyectos nacen solamente cuando tengo algo que decir y la estructura de mi estudio asegura la profesionalidad de dicho proceso. Pero de la idea inicial al resultado final, la única condición necesaria es que tenga sentido.

REM.- Desde esa perspectiva, ¿encuentra diferencias metodológicas entre un proyecto de arquitectura y otro de diseño?
F.N.- Resumiéndolo todo a una metáfora literaria, el diseño son palabras, raramente neologismos; los interiores son frases, en el mejor de los casos aforismos y poemas; la arquitectura son ensayos o novelas de estructura más o menos compleja. El secreto para moverse libremente de un ámbito a otro sólo puede ser el amor por la lectura, o el amor por el espacio. Lo irrefutable, en un mundo que parece desmaterializarse, es que nosotros somos todavía de carne y sangre y ocupamos un lugar físico del cual no se puede prescindir.

REM.- Entre 2000 y 2003, fue director artístico de Bisazza, y contribuyó tanto a relanzar la marca como a actualizar el mosaico. ¿Por qué aceptó el puesto cuando usted no suele coger encargos que lo limiten?
F.N.– Comencé a usar el mosaico de cristal de Bisazza desde mi primer trabajo en 1994. Cuando en 2000 empezamos una colaboración más estrecha, fue algo casi natural: todos sus catálogos estaban llenos de fotos con mis trabajos. Además, la relación siempre ha sido de máximo respeto y confianza. Y si juntos hemos realizado proyectos interesantes, es porque cada uno ha hecho su parte sin ninguna injerencia.

Lo público. Lo privado

REM.- Como en el caso de Fellini, al que usted cita como uno de sus modelos, su obra aboga por una cultura erótica sin tapujos. ¿Qué expresa usted mediante estos iconos que todavía molestan en una sociedad neoconservadora?
F.N.– Persigo la desnudez como una condición existencial. Me gusta imaginarme siempre desnudo respecto a cualquier juicio o prejuicio. Además, como hombre, percibo la desnudez femenina como un reclamo irresistible. Nacemos del vientre desnudo de una mujer y toda la vida anhelamos regresar a él, descubriendo que el placer erótico se sublima en la magia de la reproducción. No hay ninguna provocación, solamente una toma de conciencia.

REM.- En sus entrevistas, usted comenta que se rige por el principio de autenticidad, es decir, que sus objetos y sus diseños son un reflejo de su propia vida. Siendo así, ¿cómo recibe las críticas a sus trabajos?
F.N.– Precisamente por este proceso de identificación, normalmente las críticas se refieren más a la imagen que la gente tiene de mí, que a mi trabajo. Y admito que algunas de estas críticas me hieren precisamente porque mis intenciones son siempre positivas. Me salva una memoria de pez, una innata capacidad de resetear continuamente para poder vivir plenamente el presente.

REM.- En esta identificación entre trabajo y vida privada, su mujer, sus hijas o sus gatos salen en reportajes o en entrevistas como otra parte importante de su mundo. ¿Lo vive su familia con la misma naturalidad que usted?
F.N.– Admito que mi familia me sufre un poco. No distinguir entre lo público y lo privado conlleva a menudo recibir reprimendas por parte de mi esposa. Sin embargo, a las niñas, que son todavía pequeñas, les parece todo un juego. Y yo estoy de acuerdo con ellas…

REM.– Para acabar, y ya que estamos en la esfera de lo íntimo, una curiosidad. ¿Cómo quiere que lo recuerden las generaciones futuras?
F.N.– Ser recordado no me preocupa. Huyo de cualquier tipo de vanidad autocomplaciente. Además, ¿qué satisfacción tiene poner tu nombre a una calle?

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