Dutch Design Week. Para todos los públicos

Cuatro días en la Dutch Design Week de Eindhoven nos han devuelto la fe en la humanidad y en el diseño. Damos un paseo por uno de los eventos más estimulantes del año y volvemos para contarlo. No queremos hacer spoilers, pero diremos que el futuro ya no es tan decepcionante como parecía hasta ahora.

Eindhoven, con su famosa Design Academy, es uno de los puntos calientes en el calendario anual del diseño. Cómo una ciudad del tamaño de Elche ha conseguido situar a un país entero en primera fila del diseño internacional es un tema que trataremos en otro momento. Aquí se celebra la Dutch Design Week (DDW), donde se reúne lo más granado del talento centroeuropeo. Durante una semana, los visitantes doblamos su población para ver los 427 eventos en total entre exposiciones, entregas de premios, performances, rutas temáticas, comidas y cenas, charlas, mesas redondas, experiencias sensoriales, fiestas y conciertos.

Mirar la web o el mapa de la DDW es absolutamente abrumador, pero estamos en un festival extremadamente bien organizado y, más que buscar las cosas, uno se las va encontrando. En un resumen rápido diré que he sido testigo en una boda, he tocado telas hechas con pétalos de flores, he pasado la mañana en un club de striptease, me he sentado en un sofá hecho en Ruanda, he bebido té azul, he entrado en una despensa subterránea, un algoritmo me ha proporcionado una dieta a medida, he entendido cómo usar mis ciclos menstruales para potenciar la creatividad, he descubierto que podría amueblar mi casa usando sedimento marino, han reciclado mi pis y he hablado con muchísima gente. También me he cogido un catarro tremendo, he comprobado que mido casi treinta centímetros menos que el ciudadano medio holandés y he comido bastante mal. Y todo ha merecido la pena.

De vuelta en Madrid cargada de catálogos y tarjetas, tengo la sensación de haber estado en un parque temático de ideas, la mayoría de las cuales podemos agrupar en tres categorías: naturaleza, tecnología y personas. Gran parte de diseñadores tratan de resolver problemas vinculados con ellas y nos proponen las claves para la transición de un presente apocalíptico hacia un futuro lleno de posibilidades.

Naturaleza y biodiseño

Como no podía ser de otra manera, la crisis medioambiental a la que nos enfrentamos es una de las grandes protagonistas de esta edición. Muchos de los estudios visitados estos días enfocan su trabajo al uso de desechos para generar nuevos materiales útiles. Es el caso de Lab La Bla y su proyecto Pulp Fiction, con el que han producido jarrones, azulejos y revestimientos de aspecto inquietante con restos industriales: polvo de hematita, magnetita, óxido de hierro, apatita, gluten, olivina, celulosa y resina de pino.

Reducir la huella de CO2 utilizando la naturaleza es una interesante línea de investigación. En la explanada central de Strijp-S nos encontramos Biobasecamp y Growing Pavilion: dos propuestas que demuestran las posibilidades de componentes 100% sostenibles, locales y totalmente biodegradables, destinados a la construcción de viviendas. En una escala más pequeña, estudios como Marecreo utilizan el sedimento marino para hacer desde mesas hasta vajillas, mientras que Biophilica se centra en las potenciales alternativas al plástico utilizando plantas y pigmentos naturales. ¿Cómo lo hicimos un día para vivir sin él?

La tercera vía dentro de esta tendencia —y quizá la más interesante— se ocupa de diseñar y crear una nueva naturaleza solo con máquinas. Concr3de es una impresora digital en 3D capaz de imprimir estructuras de piedra sólida con una precisión de 0.1 mm. Una sus aplicaciones es la generación de coral artificial capaz de albergar vida marina y de acelerar la recuperación de este tipo de ecosistemas.

Big Big Data

¿De qué nuevas maneras podemos aplicar la tecnología en nuestro beneficio? ¿Es la privacidad un término en transición? ¿Qué formas de esclavitud y sometimiento se producen en la era digital? ¿Puede la tecnología liberarnos del trabajo? Si afirmamos que nos encontramos en la economía del conocimiento, hemos de entender los datos como la nueva moneda. 0,0416 segundos es una performance colectiva ideada por Julia Janssen. Su título corresponde al tiempo que dura un clic, es decir, el tiempo que tardamos en aceptar —de forma inconsciente— las 835 condiciones y políticas de privacidad en una web cualquiera.

En una línea similar, Giacomo Nanni se define como un cartógrafo de Internet. Para su proyecto de graduación en la Design Academy, ha creado una base de datos interactiva que pone de manifiesto la explotación de los trabajadores de la industria tecnológica. Nos explica que las máquinas no aprenden inteligencia artificial por sí mismas, sino que los humanos tenemos que enseñarles. Nanni da visibilidad a estos nuevos esclavos digitales mapeando las ubicaciones de los operarios que etiquetan imágenes para Microsoft COCO, un conjunto de datos recopilados de Flickr y utilizados en el proceso de machine learning.

Si hablamos de robótica empática, tenemos que hacerlo de Aiml: un brazo robótico considerado por sus creadores como un animal sensible que pertenece al Cirque du Data. Siente su entorno y, mediante dibujos, es capaz de hacer un diagnóstico del estado de ánimo de un vecindario.

Bienestar emocional. Bienestar social

Algunas consecuencias del desarrollo tecnológico actual han derivado en el aislamiento social. Empathy Gym es un juego de mesa que nos ayuda a expresar nuestros sentimientos y nos enseña a empatizar con otros, mientras que Relax Lab, de Atelier Mats, crea espacios dentro de los entornos laborales con el objetivo de reducir los niveles de estrés y el impacto del temido burnout de los trabajadores. Por su parte, Design Your Life es un servicio que aplica el design thinking a las dificultades del día a día. ¿Diseño de autoayuda o autoayuda de diseño?

El estudio Superlocal se ha encomendado la noble misión de acabar con la pobreza. Conscientes de que los países en vías de desarrollo no suelen tener los recursos económicos que requiere el diseño, pero sí grandes artesanos y fantásticas materias primas, han llevado a cabo proyectos para activar el tejido económico en regiones de Malawi, Zanzíbar y Nepal. Mientras me cuenta esto, Pim van Baarsen me invita a sentarme con él en los preciosos sillones producidos en Ruanda: 70 piezas de mobiliario construidas con elementos de cercanía por la población local, que ha aprendido un oficio y conseguido trabajo en el proceso.

Entre la materia y la abstracción

No podemos ir a Eindhoven y no hablar de la Design Academy. La aproximación al diseño de esta escuela se centra más en las herramientas para generar ideas que en la ejecución práctica de estas. En muchos casos, los alumnos se proponen llamar la atención sobre una problemática específica, pero no necesariamente resolverla. Los límites entre diseño y arte conceptual se borran en el momento que entramos en la nave de Campina, donde tiene lugar el degree show de este año.

En un barrido rápido, compruebo que los grandes planteamientos no siempre acaban en grandes resultados, y que el discurso está muy por encima del objeto. Pero hay que tener en cuenta que los recién graduados están explorando, y que tienen toda la vida para ser prácticos y responder a las demandas del mercado. Sin olvidar, por supuesto, que del pensamiento abstracto llegamos al concreto, y en él están las claves de futuro.

Solo no puedes, con amigos sí

Como comentábamos al principio, los Países Bajos han conseguido ser un referente internacional, no solo con buenas escuelas, sino apoyando a los jóvenes profesionales que salen de ellas. Organismos como BNO, Stimulering Fonds Creative Industrie o Driving Dutch Design (DDD) se ocupan de mostrar la labor de los recién graduados, y de acogerles bajo un sistema de becas para que puedan centrarse en su campo de investigación. Los asesoran les proporcionan espacios de trabajo e incluso tienen a su disposición un servicio de coaching. Todo esto favorece el desarrollo de sus carreras y, en consecuencia, de una industria mucho más que rentable. Estamos ante un modelo de éxito que merece ser estudiado e, idealmente, exportado a otros países.

Visitar Eindhoven ha sido una de las experiencias más emocionantes de este año. Arrastrada, sin duda, por el optimismo que despierta estar durante cuatro días en un entorno que ofrece soluciones. Por un momento, la extinción de la raza humana parece mucho más lejana que cuando abrimos el periódico cada mañana.

Vuelvo a esa frase de los Eames repetida tantas veces: “Me gustaría tener a gente trabajando en proyectos inútiles porque ahí está el germen de los nuevos conceptos”. Y ahora más que nunca necesitamos ideas locas y propuestas absurdas, porque de ellas depende nuestra supervivencia.