Daito Manabe. Arte digital japonés o performance

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Zozobrando en las costas de una nueva belleza

Daito Manabe

Si uno conoce del primero hasta el último de los árboles del viejo Mondrian, puede comprender con claridad el recorrido que hay desde el mundo material al de abstracción. Pero con la obra del japonés Daito Manabe (Tokio, 1976) uno tiene la sensación, la certeza casi, de haber zozobrado en las costas de un continente donde la naturaleza no existe. Su universo se compone de capuchas, zapatillas, superhéroes, geometría y programación. Este matemático, artista, músico y DJ es considerado por Apple uno de los 30 creadores más influyentes de la actualidad. El territorio de este visionario transdisciplinar es el mismo que el de la serie Mr. Robot, sólo que dedicado a hackear el futuro.

En sus procesos de investigación, cuando consigue un hallazgo tecnológico lo utiliza narrativa y comercialmente con su empresa Rhizomatiks, dedicada a proyectos artísticos-comerciales. Así lo hizo con LED in My Mouth, las zapatillas conectables, hiphoperas y sonoras que aparecen en Nike Music Shoe; o en Electric Stimulous to Face: una pieza donde electrodos conectados a músculos faciales de performers voluntarios crean una sinfonía músico-gestual. Pero este meta-artista no se limita a mostrar lo nuevo, sino que con la novedad crea conceptos. Desde revivir el sonido del motor Honda del fallecido piloto de F-1 Ayrton Senna, hasta sus múltiples incursiones en la danza contemporánea y la performance fusionadas con sensores, drones y motion graphics. Si la tecnología lo alcanza todo, la creatividad del japonés también.

En una sociedad pre-Manabe, Dalí podía azorar con sus extrañas perspectivas de Cristo. Hoy no. En el videoclip Venus to Jesus, Manabe nos muestra a la cantante Etsuko Yakushimaru desde todas las perspectivas posibles, y además utiliza un sinfín de pinceladas electrónicas sin salirse de la jerga del pop nipón. Y todo ello en décimas de segundos, durante varios minutos. Por sí sola la densidad poética de su trabajo ya convierte a Manabe en un artista mayor.

Muy, muy, pero muy atrás quedaron Nam June Paik, Bruce Nauman, Bill Viola e incluso Miltos Manetas, que en modernidad ya había superado a sus antecesores. Si el historiador del arte Ernst Gombrich decidió ignorar el arte conceptual, Manabe ignoró a Gombrich. En términos de historia del arte -y sin duda estamos en ese territorio-, el japonés equivale a un Gerhard Richter que sobrepasó a Cézanne, el impresionismo, los futuristas, dadá, los surrealistas y el expresionismo abstracto. El japonés nace después de esa organicidad.

Independientemente de sus numerosas facetas y funciones, Manabe es un programador talentosísimo que ya no precisa de la naturaleza. Su trabajo no se apoya en guiños a la realidad. Él pertenece a una nueva generación estética. Sólo comparte la belleza que existe en su cabeza: un cosmos que debe ser comprendido desde cero. Y lo hace de una forma nueva. Y la palabra ‘nueva’ -créanlo-nunca ha sido más necesaria. |

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