Sabemos que están ahí, pese a que muchas veces apenas reparemos en su presencia dentro del espacio. Es por eso que el diseño ha contribuido a modificar la geometría de las mesas tradicionales en un alarde completamente rupturista. Las coffee tables han pasado de objeto funcional a elemento escultural, y todo para convertir una pieza cotidiana en una obra contemplable.
Ctrlzak pone de manifiesto la naturaleza en Antivol: un fragmento de piedra de lava siciliana sostenida en un marco metálico, un mueble auxiliar —producido por JCP Universe— que nos introduce en la materia primitiva. Lo mismo sucede en Stony de Minotti, cuya morfología, trazada por Rodolfo Dordoni, se inspira en las piedras alisadas por el agua de los ríos. Un ejercicio similar al que Jean-Marie Massaud plantea para Poliform en Koishi, cuyo nombre ya nos regala la esencia natural de los componentes con los que se fabrica.
Asimismo, las nuevas indagaciones matéricas no desdeñan el uso de la madera, visible en las Tweed Mini de García Cumini para Zanotta: una familia de tres con tablero fluido e irregular que sigue la estela de la curva.
Aunque para curvas, las que Jaime Hayón captura en su colección Explorer para BD Barcelona, donde las famosas gominolas Jelly beans ponen la nota figurativa. Igual que la gráfica new atomic age se realza en la Nuclide de Elena Salmistraro.
Mientras, Faye Toogood hace lo propio en su Clay Coffee Table, apostando por un brutalismo mullido a través del cemento. Pues el perfil arquitectónico también puede condensarse en algo tan reducido como una mesa: la serie Architexture proyectada por Patricia Urquiola en Budri lo refleja, también La isla de Note Design Studio para Sancal.
Las nuevas creaciones generan un lenguaje que divaga entre utilidad y estética; entre producto y art design. Y el imaginario estructural lo deja bien claro: las mesitas de café sirven para mucho más que sostener nuestras tazas.
