Por fin asistimos a la inauguración de la que va a ser la primera obra de OMA en China: un rascacielos que rompe con la concepción de verticalidad que se tiene de una construcción diseñada para mirar al cielo. En éste caso se trata de un anillo que se eleva a 230 metros de altura y se dobla en una búsqueda por interactuar con la ciudad.
Los trabajos que salen del estudio liderado por Rem Koolhaas generan una tremenda expectación y sirven como revulsivo para el pensamiento actual, pues van cargados de un fuerte discurso y de una nueva visión de la arquitectura. Este no iba a ser diferente, y de nuevo comienza el debate para diseccionar su nuevo proyecto.
El complejo está formado por dos bloques que se miran el uno al otro. Por un lado, un anillo angular que es la sede de la China Center Television (CCTV). Y por otro, un edificio de fachada plegada que es la oficina principal de la Television Cultural Center (TVCC), y que sufrió un terrible incendio en 2009 antes de ser concluida.
El primero de ellos está formado por dos torres inclinadas y unidas por un tramo en forma de L, tanto en la base como en la parte superior: una imagen contundente frente a una ciudad plagada de rascacielos. Su forma simboliza la organización interior en la que todo discurre, como un recorrido que mezcla lo público y lo privado y que culmina en su parte más alta con una serie de ventanas-mirador en el suelo, desde la cuales se ve el jardín que rodea el complejo y que se convertirá en una de las grandes atracciones para el visitante.
En ambas sedes se combinan oficinas, zonas de producción y retransmisión, sin olvidar un gran anfiteatro, un hotel y áreas visitables para el público. Para desarrollar un proyecto tan complejo se ha recurrido a una potente estructura que se refleja en la fachada: donde las vigas se entrelazan con más densidad, intuimos los máximos esfuerzos del edificio.
Todo el entorno, aún por terminar, lo forman una serie de jardines que alternanespacios abiertos con platós al aire libre y pantallas de proyección, aunque hasta que no se concluya no podrá verse el resultado final.
Rem Koolhaas dibuja un nuevo concepto que parece sacado de la cabeza de Escher, y cuya vocación de escultura en mitad de Beijín es un fiel reflejo de cómo China pretende presentarse al mundo: un país donde la magnitud de su arquitectura es la metáfora de una economía que crece a pasos agigantados. Es por eso que se recurre a los mejores y más afamados profesionales para que desarrollen proyectos donde la imaginación y los avances técnicos parecen no tener límite.
Aparentemente en China olvidan su tradición arquitectónica frente a todas las influencias occidentales. Sin embargo, la grandiosidad como muestra de poder es un hecho nada ajeno a esta nación que en construcciones como la Ciudad Prohibida o la Muralla ya recurrió a la escala como herramienta para impactar. El tiempo dirá si la sede de la televisión china consigue convertirse en un icono o si se verá eclipsado por nuevos proyectos cuyo capacidad de atracción sea mayor. Ya sabemos que la arquitectura que se genere en ese país seguirá llenando páginas de revistas.