La imagen de una casa en la pradera no nos lleva a imaginarla construida en hormigón. Es un recurso más propio de áreas urbanas y el responsable del 10% de las emisiones de CO2 a nivel mundial. Poco bucólico, en definitiva. Sin embargo, es el material elegido por el estudio polaco de arquitectura KWK Promes, dirigido por R. Konieczny, para diseñar una residencia familiar en la ladera de una montaña al sur de Polonia.
A simple vista, el proyecto se asemeja a una mole constructivista en medio de un paraje natural que no ha sufrido intervención humana. Pero su tejado a dos aguas nos invita a pensar que es algo más que un búnker aislado. Al acercarnos a la estructura descubrimos que además está suspendida para no entorpecer del descenso del agua de lluvia, los aludes de barro y otros elementos naturales por su ladera. Más que como un castillo o un fortín, este paralelepípedo se presenta como una vivienda segura acorde a las características de un terreno cambiante según la climatología del lugar.
Esta moderna fortaleza se nutre de elementos contemporáneos. Unos ventanales cubren las paredes a ambos lados del edificio, dejando que la ventilación cruzada se encargue de enfriar las estancias durante el verano. Las zonas compartidas se inundan de luz natural y abren la perspectiva a todo el valle. Y como un guiño a esta idea de baluarte, la puerta de acceso es un puente levadizo que se recoge por la noche. Pero en los alrededores no acechan enemigos. De hecho, la construcción no tiene ni jardín, ni verja, y las vacas y ovejas de las granjas cercanas rondan libremente pastando por doquier. De este modo, sin rendirse a los tópicos de la casa de campo, el proyecto de Konieczny resuelve su construcción en medio de un paisaje poco proclive a recibirla.