Hablar de Bruce Nauman es evocar el body art, la performance y el videoarte. Cuerpo, objetos y entorno espacial son tierras de exploración para este reconocido pensador. Siendo uno de los artistas americanos vivos más cotizados, tras más de cincuenta años de carrera sigue influyendo a jóvenes creadores y acumulando un incontestable repertorio de obras.
Nacido en Fort Wayne (California) en 1941, este campesino del medio oeste estadounidense hizo de la curiosidad la lanzadera desde la que catapultarse al universo de la creación. Hoy día es uno de los conceptualistas más reputados. No hay museo o entidad que se precie que no atesore alguna de sus creaciones. Su trabajo ha sido expuesto en múltiples muestras tanto colectivas como individuales. Desde el próximo 21 de octubre hasta el 18 de febrero, el MoMa de Nueva York presentará una de sus mayores retrospectivas. Bruce Nauman: Disappearing Acts, así se llamará la exposición con la que se pretende contextualizar la trayectoria de este creador incansable al que se le atribuye de algún modo el inicio de la postmodernidad.
Los primeros indicios
La larga carrera de Nauman arranca con una formación en matemáticas y física que continuó con estudios artísticos y filosóficos, desarrollados desde los inicios de los 60 entre la universidad de Wisconsin y la de California. En estos albores, fue creando obras que deambularon entre el arte conceptual y el body art. Sin decantarse por un estilo concreto, fue realizando esculturas, gráfica, vídeos y performances. Hasta que dejó de pintar en 1965. Periodo en el que destaca por su gran actividad. Todo ello mientras desarrollaba una propuesta que iba dando cuerpo a sus intereses globales. Es durante estos años cuando los escritos de Ludwig Wittgenstein influyeron especialmente en él. En ellos se reflexionaba sobre la percepción y el lenguaje, elementos capitales de su discurso. A esto se suma su admiración por Duchamp, Warhol o Beckett y la curiosidad por el cuerpo y su comportamiento.
Ya entonces, para el joven filósofo el arte era una experiencia de vida personal en la que involucra necesariamente al espectador y sus reacciones frente a sus propuestas. Asimismo, cuando se trasladó a su estudio en San Francisco declaró que “si soy un artista y estoy en mi estudio, cualquier cosa que haga en ese estudio debe de ser arte. En este punto, el arte se convierte más en un actividad y menos en un producto”. Bruce siempre lo tuvo claro: el proceso creativo era categórico.
La suya ha sido una carrera fulminante que le llevó a exponer primero en California para, rápidamente, extenderse por la costa atlántica y de ahí a Europa. Con poco más de treinta años inauguró Bruce Nauman: Obra de 1965 a 1972. El éxito fue abrumador. La segunda, de 1995, recorrió numerosos museos, comenzando en el Centro de Arte Reina Sofía. Más de sesenta trabajos que continuaron su andadura por los grandes centros del arte mundial.
¿De qué nos habla Nauman?
Son varios sus focos de interés. Como primer análisis, podríamos señalar, por un lado, el valor que este creador multidisciplinar otorga al lenguaje. Hablamos de las contradicciones y/o enfrentamientos entre palabra e imagen. Por otro lado, investiga la fuerza que tiene el texto visualmente hablando. Un modelo complejo cuya forma de abordaje siempre ha conllevado la tenacidad de un espectador intelectualmente activo.
Además de artista, podríamos definir a Bruce como un pensador que inició su búsqueda en temas como el miedo, la violencia y la muerte, así como la sexualidad, la estética, lo social o la política. En definitiva, la condición humana a quemarropa. Un interés temático que siempre ha completado con las reacciones de la gente ante piezas que a veces inciden en aspectos desagradables. Sin impacto en el público se podría decir que no hay una conclusión en sus trabajos.
Performance, neón y otros materiales
Una de las características principales de su trayectoria es el uso del neón, un elemento que ya es marca de la casa. A esto se sumó el environment proyectando sobre pantallas a todo aquel que participaba de la experiencia. Los luminosos realizados con esta tecnología forman parte ya del imaginario colectivo. Podríamos destacar, entre otros, The True Artist Helps the World by Revealing Mystic Truths (1967) o One Hundred Live and Die (1984).
Aun así, son también recurrentes las experimentaciones con otros materiales y técnicas. Entre ellas la danza, el sonido o el vídeo. Con este último, por ejemplo, desarrolló piezas en las cuales, gracias a la combinación de imágenes y ruidos en secuencia, creaba relatos perturbadores. También usó el cuerpo para la realización de diferentes trabajos. El propio y el ajeno. Mediante el movimiento, tatuajes o moldes desarrolló acciones de body art ampliamente aplaudidas como All Thumbs (1996) o Art Make-Up (1967).
Acciones expansivas: presente y futuro
Nauman continúa creando de un modo incansable. Actualmente hemos podido ver sus obras en el Schaulager (Suiza), un centro que combina la función de museo, espacio de almacenaje y centro de investigación. Como hemos indicado al principio, desde el mes de octubre y hasta febrero de 2019 recalará en el MoMa de Nueva York con más de 160 piezas icónicas. Hasta ahora la mayor retrospectiva nunca realizada. La encargada de tal proeza ha sido Kathy Halbreich, responsable también de la muestra que visitó el Reina Sofía y que también mencionábamos anteriormente.
Sobre esta nueva exposición y de la actual situación del autor, son reveladoras las palabras de la comisaria: “Había tensión y conflicto en aquel joven Nauman, pero ahora todo eso ha sido reemplazado por una cierta melancolía”. El tiempo que aplaca, que alisa y destensa las intensidades de épocas pasadas. Aspectos que en ningún caso han diluido la creatividad y el inabarcable universo reflexivo en torno a los temas que conforman todo su periplo.