El modelo expositivo habitual se empeña en mantener los objetos separados entre sí y fuera del alcance de los visitantes. Pero la feria de arte Art in Place —celebrada en el Palacio de Santa Bárbara el pasado diciembre— desentrañó estos lazos interespaciales, redefiniendo y desafiando este modelo arcaico.
Art in Place rompe las barreras del arte con el espectador
Solitarios, inconexos y envueltos por una distancia de seguridad que resulta artificial, las piezas de exposición se alejan cada vez más de la experiencia sensitiva y filantrópica que se desea encontrar en el arte, el diseño, la artesanía o la arquitectura. Una serie de disciplinas que requieren de proximidad e integración para que podamos percibirlas como una invitación a la escucha de aquello que sugieren a través de sus formas, colores y texturas. Y este pasado diciembre, Art Fairs rompió con este arquetipo separatista en la feria Art in Place, que ensalza la personalidad de los seres recolectores.

Cuando uno se adentra en la casa de un coleccionista y se pasea por su alma laberíntica, se puede ver cómo las historias se mezclan y, en ese enredo, unas se contagian de las otras como portales que unifican pasado, presente y futuro. Eso mismo fue lo que ocurrió en la reinterpretación de los espacios que se llevó a cabo dentro del Palacio de Santa Bárbara, construido en pleno siglo XIX y cuya arquitectura responde al estilo sincrético de su época. El estudio madrileño Welcome Design fue quien abordó el reto —junto a Art in Place— de respetar la esencia clásica mientras se introducían elementos modernos, conformando un interiorismo funcional y estético que reflejaba las tendencias actuales. “Nuestra intención era realzar la idiosincrasia del Palacio, pero dotarlo de una funcionalidad que permitiera disfrutarlo desde una perspectiva actual”, explican desde el equipo de Welcome Design.


La transformación del Palacio de Santa Bárbara en una feria de arte
Retomando el lenguaje ecléctico del edificio, la muestra acogía diferentes propuestas contemporáneas que fusionaban sus relatos en un único concepto. Así, se combinaban con criterio piezas de arte de gran atractivo visual, como el cuadro Almaro de la Galería Modus Operandi, que se exhibía junto a la mesa de la colección Midnight: una colaboración de Welcome Design con La Ebanistería. Esta última impresiona por sus soportes aderezados con motivos florales y rodeados en un acicalado contraste por las discretas sillas de Actiu. La escena, que resultaba relajante y homogénea, se completaba con los biombos de los muralistas BuenaVentura.


Reanudando el paseo, encontrábamos la angulosa silla de Ana LLobet para Gandía Blasco, el sofá de Ricardo de la Torre, la fotografía de Liu Wei, las esculturas de Susana Guerrero y las de José Luis Serzo. Distintas disciplinas que se entrelazaban entre sí en una reunión atemporal, a la que asistieron igualmente profesionales, creadores y usuarios. El aura de este coleccionista resultaba un tanto serena, ya que guardaba su triste añoranza en la psique de sus objetos, que se impregnaban de instantes alegres. El color verde lima, escondido en el interior del armario de la mencionada colección Midnight, avivaba el escenario mientras se integraba en el salón, repleto de una gran variedad de elementos, como la lámpara a rayas vide-greniers, la silla de Sara Biassu o los lienzos de India Toctli y Federico Miró. Piezas que habitaban el ambiente convirtiéndolo en su propio hogar.