La cita anual centroeuropea con el arte contemporáneo se llama Art Basel. Una convocatoria establecida desde que en 1970 un grupo de galeristas organizasen esta feria de arte por primera vez. Este año, entre el 15 y el 18 de Junio se reunieron en la ciudad Suiza galeristas, artistas, comisarios y afines al arte actual, en un evento que crece edición a edición en facetas, visiones y canales de experimentación. Lejos de conformarse con el multitudinario éxito, Art Basel explora nuevos escenarios en los que entrar en contacto con una colorida diversidad de formas artísticas. Así, crean sectores como Statements, que presenta nuevos trabajos de artistas emergentes, potenciales candidatos al reconocido Baloise Art Prize, que este año han ganado ex-aequo la filipina Martha Atienza con una videoinstalación submarina y el americano Sam Pulitzer, con una brillante reflexión acerca del significado de los símbolos, logos y etiquetas. La otra cara de la moneda es Feature, que muestra obras de nombres establecidos e incluso ya históricos como Nam June Paik.
La feria nos saluda con un inmenso NOW I WON hecho con troncos de árbol, de la artista suiza Claudia Comte, que alberga una panoplia de actividades interactivas, desde clásicos juegos “para beber”, hasta campeonato de baile o lucha de pulsos. Vaya, esto promete. En el interior de los pabellones, las obras favoritas son aquellas que ponen al espectador en el centro de la acción artística, como los enormes discos reflectantes de Anish Kapoor, o Kiss Godbye, una obra interactiva de Urs Fischer. El artista suizo pone a disposición del público una réplica de El beso de Auguste Rodin, realizada en una especie de plastilina, para que el que quiera la moldee y la modifique como mejor le venga en gana. La fuerza evocadora de la propuesta genera más preguntas en la cabeza del visitante que falos le fueron creciendo por doquier a la sobada escultura del maestro francés.
La sección Unlimited, creada con el cambio de siglo, es la oportunidad de ver proyectos de gran escala y reconocida notoriedad. Las 76 obras compiladas por Gianni Jetzer, comisario de las últimas seis ediciones, van desde un zeppelin gigante sobrevolando a los visitantes, a una performance gastronómica en el interior de una casa-icono construida enteramente de utensilios de cocina, pasando por una batuta digital de Jenny Holzer. Saving the safe, la instalación de Carlos Garaicoa nos pone los pelos de punta, con sus doradas reproducciones de bancos icónicos, girando dentro de cajas fuertes, mientras que Hélio Oiticia nos permite encerrarnos en Penetrável Macaléia, una de sus Jaulas sensoriales creadas en los años setenta para experimentar a la vez naturaleza y artificio. Esta edición muestra cierto interés por temas de calado político, como se pudo ver en la mesa redonda acerca de las prácticas de cambios sociales. No todo el arte va a ser sexy, brillante y hedonista.
Design Miami Basel viene a completar la oferta gracias al festival hermano que se desarrolla en la ciudad americana a finales de año. Esta muestra de diseño coleccionable deja con la boca abierta tanto a los fanáticos del diseño clásico escandinavo, como a los influencers que buscan la última excentricidad que les genere sus ansiados Likes. La sobria puesta en escena, que inunda de oscuridad el recinto, sirve para hacer brillar cada una de las obras y los ambientes, transportándonos de universo en universo sin solución de continuidad. Toda una oportunidad para sumergirse en densas atmósferas cargadas de intensidad.
La ciudad entera se transforma durante el evento, que extiende sus tentáculos más allá del espectacular recinto ferial diseñado por Herzog y de Meuron. Y es que Parcours no ocurre.