De edificio en ruinas a BSP 20 House. La historia sutil de un muro de ladrillos

Raúl Sánchez interviene la historia de un edificio en ruinas

Anidar en la piel y revivir el olvido. Leer los relatos que en sus huecos dejan antiguas estructuras de vidas pasadas. Palpar las heridas, observar el desorden de sus elementos, retirar las capas muertas. Honrar su historia y respetar su presencia. Todo esto ocurre en el último trabajo de , en el que desnuda el interior de un edificio en ruinas para tener como protagonista la pared de mampostería que preside las cuatro caras de su esbeltez.

Ocho años de lento proceso en el que la burocracia y las dificultades permitieron una pausa para hallar el concepto principal: realzar la belleza de un muro de ladrillo visto que narra todo lo acontecido en ese espacio, y que se transita por una impoluta escalera de caracol.

Arquitectura de ladrillo visto y estilo industrial

Comienza con la ruina y culmina en ascensión. A partir de una base de 20 m² de base y 15 metros de altura, de esta construcción del siglo XIX solo se salvaron las fachadas y medianeras acompañadas del forjado de la cubierta, descubriendo un prisma revestido de huellas del pasado.

Para habitarlo, Raúl Sánchez ha propuesto la creación de cuatro niveles que respondan a los usos habituales de una casa, limitando cada uno a una sola estancia. Para respetar y ensalzar al máximo esta piel de ladrillo visto, el interior no toca las paredes, sino que se aproxima —física y visualmente— dando una sensación de carcasa y otorgándole la importancia perdida.

Los materiales empleados aportan una oposición entre la delicadeza y el estilo industrial, donde el metal es el segundo protagonista en la edificación de cada planta, en la escalera de caracol o en objetos como la grifería. El acento final lo compone el azulejo hidráulico que recibe al visitante y sugiere reminiscencias de la ciudad.

El panorama desde una escalera de caracol

La verticalidad impera en este proyecto en el que las comunicaciones e instalaciones pronuncian lo perpendicular, dejando el plano horizontal para la vida. El órgano central, con su tubería, se ubica en la cocina, donde un suelo hidráulico conduce las miradas hacia una pieza de latón esmerilado —que bien podría ser una escultura—, dando un toque de brillo que aviva el contraste y refina el carácter fabril. Sus siete cilindros de acero inoxidable —que comprenden toda la altura hasta llegar a la cubierta— esconden hábilmente las instalaciones necesarias para que, de nuevo, la mampostería quede intacta, partiendo de subdivisiones que lleven a los distintos mecanismos superficiales.

Dando la bienvenida a las salas tras el portón geométrico, deja sin palabras la impresionante escalera de caracol que recorre la elevación sin tocar la pared; ello permite al usuario alzar la vista hasta el lucernario en el tejado. Los balcones parecen quedar a una distancia insalvable, de manera que la frontera ya no se encuentra en la ventana, sino en el detalle de cristal que atrapa las miradas antes que el horizonte exterior y que las dirige —con cierto vértigo— a una conexión visual con los pisos adyacentes. Desde este ángulo, las contraventanas de cada zona bailan generando fractales con sus sombras.

Raúl Sánchez no ha creado una vivienda al uso, sino una experiencia cuya particularidad vertical dificulta la habitabilidad cotidiana, haciendo que el huésped quede inmerso en la heterogeneidad del muro de ladrillos y en la multiplicidad de los puntos de vista de la escalera de caracol. Un hogar que invita al descubrimiento y a la materialidad.

En este enlace puedes conocer otra casa caracterizada por el ladrillo visto.