Inmensas cortinas de cadenas de color, hologramas de insectos en mitad de un paisaje, una mariposa que crece en el interior de un centro de arte… Daniel Steegmann Mangrané lleva más de dos décadas sorprendiendo con obras que cuestionan los límites entre la naturaleza y lo artificial, entre el ser humano y aquello que lo rodea. Con motivo de su última retrospectiva en el MACBA de Barcelona, hemos mantenido una conversación con él para repasar su trayectoria, en la que se entrelazan biología, naturaleza tropical y la influencia del creador brasileño Hélio Oiticica. Un paseo por una selva en la que los animales somos todos nosotros.
Arte contemporáneo Made in Barcelona
No se suele ser profeta en la tierra que te vio nacer, pero Daniel Steegmann Mangrané rompe con este mito al volver a Barcelona para presentar una exposición que revisita los trabajos realizados desde finales de los años 90 a la actualidad. Desde esas inmensas instalaciones con cortinajes de colores que son casi una seña de identidad hasta muestras míticas, como la de 2018 en la Fundación Antoni Tàpies, donde dejó libre un ejemplar de una mariposa tropical —la Morpho Helenor—: un ser vivo que crecía en el museo bajo la mirada cómplice de quien la buscaba entre las paredes de la biblioteca y la sala de exposiciones, convertida en su hábitat. Su trayectoria comenzó cuando la ciudad condal salía de la resaca de las Olimpiadas y bailaba al ritmo de Mi fracaso personal de Astrud. Un panorama en el que diseño, arquitectura, moda y música electrónica hacían que se mantuviera el marchamo Made in Barcelona.
ROOM Diseño.- Desde tu perspectiva actual, ¿cómo ves aquellos finales de los 90 en el contexto de la escena catalana?
Daniel Steegmann.- Cataluña tiene una de las escenas artísticas más vibrantes que conozco, pero a veces parece ser poco importante. No somos un centro poderoso ni una periferia sexy. A esto se suma que desgraciadamente tenemos muy poca memoria. Cada pocos años hay una nueva generación que ocupa todos los espacios, gana todos los premios y becas para luego ser prácticamente olvidada y reemplazada por la siguiente. Muchos fueron los creadores que me influyeron, y a pesar de que sus obras están en colecciones y la mayor parte de ellos continúa en activo, ver sus piezas es muy complicado. De todos los que conocí en esa época, Hélio Oiticica y Lygia Clark fueron de alguna manera los culpables de que me fuera a vivir a Brasil en 2004.
ROOM Diseño.- Ya en esos inicios había en tu trabajo un cierto interés por disciplinas como la biología y la antropología. ¿De dónde procede esa atracción?
Daniel Steegmann.- Antes de querer ser artista quería ser biólogo. De los 9 a los 15 años estaba obsesionado con la selva tropical y, evidentemente, esta pasión por la naturaleza nunca me ha abandonado. Cuando llegué al Amazonas, vi que en las tarjetas telefónicas venían historias del folclore y la mitología indígena que me resultaron fascinantes y empecé a coleccionarlas. Compré algunos libros para conocer más, y así hice mis primeras lecturas antropológicas; aunque algún tiempo después descubrí la labor de Eduardo Viveiros de Castro y en ese momento la antropología se transformó en una potente fuente de inspiración. La biología y, más en concreto, la ecología —que estudia la interdependencia de todo lo que existe, vivo y no vivo— me han proporcionado el mejor modelo para pensar cómo funciona el arte.
“Me gustaría desarrollar un paradigma artístico que reconozca la completa interdependencia entre lo biótico y lo abiótico, entre el espectro y lo imaginado”.
Daniel Steegmann Mangrané
ROOM Diseño.- Pero tu visión creativa va más allá, ¿no es así?
Daniel Steegmann.- Aparte de estudiar las interacciones entre lo biótico —bacterias, plantas, seres humanos— y lo abiótico —la lluvia, el sol, la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera—, para elaborar mi obra necesito añadir espectros del pasado y del futuro que condicionan nuestras acciones, como son el colonialismo o el cambio climático. Y como aquí estamos hablando de arte, creo que debemos añadir lo imaginario, que tiene una enorme repercusión en la realidad. Ahí es donde la antropología juega un papel fundamental, pues se cumple la teoría-práctica de la descolonización permanente del pensamiento, como Viveiros de Castro repite frecuentemente. El arte es una herramienta para renegociar nuestra relación con el mundo, capaz de generar nuevos paradigmas. Me gustaría desarrollar uno que reconozca esta completa interdependencia entre lo biótico y lo abiótico, entre el fantasma y lo imaginario.
Una hoja en lugar del ojo en el MACBA
A partir de comienzos del siglo, resulta imposible separar la labor de Daniel Steegmann Mangrané de su estancia en Río de Janeiro, que finalizó en 2023. Además de la naturaleza exuberante, el otro gran motivo que lo llevó a Brasil fueron los trabajos de Hélio Oiticica —que definió gran parte del panorama creativo brasileño de los años 60— y Lygia Clark, a los que conoció en la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona. Su idea era ir al Amazonas e investigar en los archivos de ambos creadores, pero lo que iba a ser una estancia de 3 meses se transformó en 20 años. La influencia de ambos, el uso del color y la presencia de la selva son sus referentes para tropicalizar las paredes blancas del museo. “Brasil tiene un contexto cultural extremadamente vibrante, y no hablo solo de la producción artística, literaria o musical, sino de su forma de ser, de su capacidad de reinventarse cada día, de su sensualidad y su potencia. En Brasil, la creatividad es una cuestión de supervivencia, todo parece estar por hacer o por ser rehecho. La vida pulsa con urgencia. Cuando vuelves a Europa te das cuenta de por qué se le llama el viejo continente: estamos llenos de quejas y reumas, anquilosados, atados al pasado, a la tradición”.
ROOM Diseño.- Una hoja en lugar del ojo es el título escogido para presentar tu retrospectiva en el MACBA de Barcelona. Cuéntanos el porqué de este nombre.
Daniel Steegmann.- En castellano es una mezcla entre una falsa traducción del título original en inglés —A Leaf Shapes the Eyes— y un verso de Paul Celan —Una hoja translúcida en lugar de la boca—. La idea que quería transmitir era algo similar al principio de Heisenberg, que estipula que la simple mirada de un científico afecta a la partícula estudiada. Lo que a menudo se olvida es que la partícula también altera al científico. Y de la misma manera en que la mirada transforma la hoja, la hoja también hace lo mismo con el observador.
Y es esa transformación espacial la que el visitante siente al experimentar las exposiciones de Steegmann: desde la que hizo en Kiasma —“un ambiente háptico y femenino, donde lo táctil y lo sensorial son muy importantes”—, hasta la actual en el MACBA: “Un lugar mucho más mental y masculino, de ángulos duros y racionalmente frío”. En ambas intervenciones la estrategia del artista ha sido la misma: “No podía luchar contra el edificio, sino bailar con él y jugar con su carácter. Digo bailar porque la exhibición es tremendamente coreográfica y el museo tenía que ser uno de los bailarines”.
ROOM Diseño.- ¿Qué papel juega el color en este baile con el espacio?
Daniel Steegmann.- Con el cromatismo quiero que el espectador necesite reajustarse, pausar un momento y percibir que está entrando en un entorno completamente diferente. Además de la luz cerúlea filtrada de las claraboyas, tanto en el MACBA como en Kiasma las salas están cubiertas de hierba artificial azul y el suelo tiene una elevación, suave y gentil, pero lo suficientemente pronunciada como para sentirla perfectamente. Es impresionante ver cómo eso cambia el modo en que las personas se relacionan con las obras, con el espacio y con su propio movimiento… El color es un lenguaje muy poderoso que habla directamente al espíritu.
“La ecología —que estudia la interdependencia de todo lo que existe, vivo y no vivo— me ha proporcionado el mejor modelo para pensar cómo funciona el arte”.
Daniel Steegmann Mangrané
ROOM Diseño.- A propósito de esto, háblame de una de las piezas: un pabellón anaranjado en el que nos invitas a exprimir un propio zumo de naranja para que tengamos desde el interior una visión diferente de la muestra.
Daniel Steegmann.- Naranjas naranjas es un pequeño pabellón octogonal de filtro naranja donde los espectadores pueden entrar, exprimir un jugo y beberlo tranquilamente, mientras hablan y observan todo a su alrededor impregnado de ese tono intenso. Para el público que está fuera, los del interior parecen parte de la obra; mientras que aquellos que están dentro sienten que todo lo que les rodea se convierte en parte de un gran espectáculo. Al salir de la cabina —y porque el cerebro ha ajustado la vista a la intensa luminosidad—, las personas perciben todo de un brillante azul eléctrico. Este efecto es más fuerte cuanto más tiempo se pasa allí. De un modo raro, pero muy directo, esta instalación trata sobre los sentidos, el lenguaje y el significado. Sobre la relación absurda y casi abusiva que se establece entre el color de los filtros fotográficos y el del jugo, entre olfato, sabor y vista, entre el nombre del pigmento y el nombre de la fruta. Naranjas naranjas habla de cómo un fenómeno se traduce al lenguaje y de cómo creamos conceptos; de la fragilidad de todo este proceso.
ROOM Diseño.- En tu porfolio existe una conciencia ecológica. En un momento como el actual, en el que la crisis climática es un hecho, ¿cómo puede el arte aportar soluciones? ¿Crees que es posible hacerlo desde un museo o art is not enough, como decían los activistas en la lucha contra el sida?
Daniel Steegmann.- Concuerdo con que el arte no es suficiente, pero es fundamental para despertar nuevas sensibilidades y plantear nuevos imaginarios. Desde por lo menos Descartes, y con especial intensidad a lo largo de la modernidad, venimos entendiendo el mundo a través de un sistema de oposiciones ontológicas como cultura y naturaleza, sujeto y objeto, mente y cuerpo… Oposiciones que, además, son moralmente jerárquicas: la mente es más elevada que el cuerpo, la cultura más sofisticada que el paisaje, los sujetos tienen más capacidad de acción que los objetos, etc. Esto nos ha hecho creer que estamos separados y por encima de la naturaleza, lo que nos permite en última instancia pensar que podemos destruirla sin destruirnos a nosotros mismos. Es esta forma comprender la realidad la que nos ha llevado a la crisis climática que empezamos a padecer. Si queremos salir de ella debemos urgentemente cambiar de paradigma. No basta solo con reciclar o abandonar las energías fósiles. Necesitamos recuperar nuestro lugar de entrelazamiento con todas las cosas.