En el ADI Design Museum de Milán, la muestra Architecture for Dogs reinventa las tradicionales casas para perros desde una perspectiva lúdica e inclusiva. Con diseños de grandes arquitectos, como Sou Fujimoto o Kengo Kuma, el proyecto es un experimento arquitectónico, pero también un homenaje al vínculo entre humanos y canes.
Microarquitectura en el ADI Design Museum de Milán
Podríamos decir que uno de los rasgos más característicos de la arquitectura es la solemnidad; esa que representan grandes torres que desafían al cielo y edificios monumentales pensados por y para las personas. Pero entre ese abanico de planteamientos, siempre resulta refrescante encontrar propuestas que, literalmente, descienden al nivel del suelo. Por eso no hay nada como ver a grandes nombres del diseño abandonar por un momento las complejidades de la escala humana para centrarse en los más fieles compañeros del hombre: los perros. Un concepto que ha puesto en el punto de mira a Architecture for Dogs, la exposición que ha llegado al ADI Design Museum de Milán hasta el 16 de febrero.

Kenya Hara, diseñador japonés y responsable del proyecto, ideó toda esta visión a partir de una pregunta sencilla: si los perros son una parte integral de nuestras vidas, ¿por qué no crear espacios que también respondan a sus necesidades? Y su reflexión acaba tocando una fibra crítica en la creación contemporánea: la arquitectura como un vehículo para la inclusión, no solo de diferentes culturas, sino también de otras especies. La premisa que lanza Architecture for Dogs manifiesta un enfoque lúdico —casi juguetón— en la disciplina, pero no reduce la intervención a la simple construcción de casetas o camas, por ello las obras resultantes son más bien producto de una exploración absoluta del lenguaje arquitectónico.


Más que simples casas para perros
La propuesta lleva a los autores invitados a reconsiderar proporciones, materiales y espacios. Ejemplos como el Mount Pug de Kengo Kuma o la Beagle House de MVRDV demuestran cómo un cambio de dimensión puede alterar fácilmente la percepción. ¿Qué significa habitar? Esta incógnita, que en el ámbito humano está plagada de respuestas convencionales, se redefine cuando el usuario es un terrier o un chihuahua. Como indica Hara, “la arquitectura para perros es un campo fértil para explorar cómo el diseño puede fomentar el bienestar emocional y físico”. Pero también es un recordatorio para los arquitectos de que su labor no debe resolver solamente problemas funcionales, sino también crear experiencias significativas, incluso para los seres más pequeños.


La exhibición en Milán reúne piezas icónicas que, desde luego, despiertan alguna que otra sonrisa. Kazuyo Sejima, conocida por su perspectiva minimalista y diáfana, presenta una solución para bichones frisé: un volumen esponjoso y suave como el pelaje de esa raza. Por su parte, Kengo Kuma —maestro en el uso de materiales naturales— ha ideado una escalera modular para carlinos, una especie de montaña cuya silueta incita constantemente al juego. Mientras que Sou Fujimoto en No dog, no life! adopta un enfoque más técnico, una mezcla entre el famoso armazón tubular de su intervención en la Serpetine Gallery de Londres (2013) y el Abitacolo de Bruno Munari.


El recorrido por este catálogo de refugios animales parece ir rindiendo tributo al vínculo profundo entre humanos y perros. ¿Pero qué nos enseña realmente estas edificaciones? Quizá la lección más valiosa sea la importancia de la empatía como herramienta creativa. Con una construcción está cada vez más orientada hacia la sostenibilidad y el impacto social, Architecture for Dogs nos recuerda la necesidad de ampliar nuestra mirada. Porque la arquitectura no es cuestión de tamaños, sino de propósitos. Y aquí el propósito es claro: proyectar un mundo más amable, inclusivo y divertido para todos, incluso para los que caminan a cuatro patas.
Hasta el 16 de febrero en el Museo ADI de Milán.