En los años noventa, el británico Philip Treacy revolucionó el arte y la manera de llevar sombrero tal y como se practicaban en Reino Unido. Durante esa década, sus construcciones aéreas de tintes fantásticos dieron el salto a la pasarela mediante colaboraciones con Chanel, Valentino, Armani Privé o Alexander McQueen. Con estos acuerdos, basados en la admiración mutua entre diseñadores, se consiguió la internacionalización de esta nueva tendencia basada en adornar la cabeza de forma creativa y ajena a las normas protocolarias.
El artista británico es considerado, desde entonces, el sombrerero más extravagante y original, capaz de adaptarse a los criterios de sus clientas más excéntricas. Sin embargo, este título no ha impedido que otros artesanos como Ana Rajcevic le tomen ventaja convirtiéndose en duros rivales aspirantes al cargo que ostenta Treacy. Licenciada por el College of Fashion londinense, Ana ha sorprendido presentando una colección a caballo entre el tocado y el adorno facial, inspirada por diversos esqueletos animales. Huesos, que lejos de dar un aire siniestro o tétrico, aportan luz al rostro a través del púdico blanco que tiñe todas las piezas de la serie.
Colmillos, cuernos y espinas nacen desde todos los rasgos faciales ataviando el rostro femenino de forma sorprendente e inusual, llegando incluso a acariciar hombros, pechos y caderas. Complementos escultóricos de tamaños exagerados realizados en resina, fibra de vidrio y silicona que encajan a la perfección en cara, cuello y cabeza, y que fingen ser una extensión ósea más del cuerpo humano. Una propuesta arriesgada que busca crear una nueva raza de objetos que puedan ser mostrados tanto en la figura humana como de forma independiente como elementos de decoración. Ana Rajcevic ha conseguido la fusión entre sombrerería, bisutería y decoración, hito que le ha hecho ganadora del premio de diseño de su escuela.
