El día 12 de julio se clausura Angels with Dirty Faces, la última exposición de Pablo Sola dentro del Festival OFF de PhotoEspaña 2025. En esta nueva muestra en la galería Modus Operandi, Sola exhibe una selección de imágenes que gravitan entre lo bello y lo extraño. En ellas presenta a sus “ángeles”, que sin alas ni esa pureza celestial que se les presupone, ni encajan ni son lo que uno pudiera esperar.

Pablo Sola: lenguaje noir, subjetividad y extrañamiento
“Ante el imparable flujo hacia adelante al que nos impulsa el cronocapitalismo, parece un acto de rebeldía el hecho de detenerse”, escribe Ricardo Recuero, comisario de Angels with Dirty Faces. Y tiene razón: ahí se atrinchera Pablo Sola, en la pausa, en la mirada sostenida como forma de resistencia. En esta muestra, Sola ha seleccionado imágenes que nos muestran cuerpos filosos, curtidos como cuero gastado o también desligados del sufrimiento. Pero todos ellos abonados a la extrañeza y a la ambigüedad atemporal.


Pablo fija su atención y su objetivo en estos personajes, y les otorga una gran complejidad interior con una iluminación de claroscuro y reminiscencias del expresionismo alemán, del cine noir y de composiciones y elementos propios de su cartografía artística. Son retratos que revelan figuras con una carga psicológica evidente, entre lo enigmático y lo inquietante. Individuos ambivalentes, antihéroes, marginados o heridos. Y que, a pesar de su delicadeza, supuran dignidad y desafío. Algunos ejemplos son Angel 002 o Angel 014, entre otros.

Como ya es marca de su impronta visual, en esta compilación distinguimos esa pátina relacionada con el estilo noir que tanto lo caracteriza. Inspirada en el cine negro hollywoodiense de los 40 y 50, su influencia alcanzó la fotografía, la moda, la literatura, además del arte contemporáneo en general. En Sola — aunque sin el uso reiterado del espacio urbano, ausente en su obra— encontramos el gusto por el contraste y la iluminación lateral y oblicua que, junto a las sombras presentes en los individuos retratados, originan dramatismo y fortalecen esa atmósfera densa y enigmática. Un modo de componer con el que atrapa un momento que parece trascender más allá de lo visible y que termina amplificando su relato. A Pablo Sola, como sucede con las instantáneas de Gregory Crewdson, esta estética le permite construir escenarios cargados de tensión, misterio, melancolía y una fuerte teatralidad.


El tiempo de los ángeles en la Galería Modus Operandi
Además de los protagonistas, hay algo inquietante que se percibe al observar las fotografías de Sola. Podríamos decir que tienen un tempo distinto, que no está sometido a la inmediatez del consumo compulsivo porque no sabe del vértigo de aquello que, tan pronto florece, se desvanece. Pablo no necesita sorprender ni alimentar con imágenes a una turba insaciable que habita las redes. El capitalismo organiza y coloniza el tiempo, exprimiéndolo hasta disiparlo; sin embargo, Sola observa, medita, ahonda y metaboliza respuestas lejos del clic compulsivo: sus mundos no se someten a la lógica del rendimiento. Y cada rostro y pose se convierte en lo que Recuero llama la “productividad del fracaso”: un lugar donde el rechazo social, la herida o el desvío se tornan fértiles.

Como decía Machado: “Caminante, son tus huellas el camino y nada más. Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Así es como Pablo Sola, paso a paso, con una intensa reflexión sobre sí mismo y su producción, va igualmente cimentando su constructo visual, su camino. Lo hace desde la soledad de quien rehúye lo previsible, y desde una temporalidad que él mismo marca. Con ello logra impregnar su trabajo de emociones complejas: algunas luminosas, otras teñidas de fatalismo o ambigüedad moral. Las escenas de Angels with Dirty Faces no buscan agradar ni redimir, sino restituir la dignidad de lo marginal o vulnerable. De aquello que escapa a la lógica de lo rentable y lo normativo.


En toda la exposición habita un ambiente cargado de silencio y de secreto. De esa manera, Sola erige una poética del margen y de resistencia íntima: la persistencia de una mirada que, aun en la oscuridad de esos límites, no deja de ver cuerpos disidentes fuera de estereotipos. Para finalmente, al volver la vista atrás, ver esa senda que nunca se ha de volver a pisar.
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